La depreciación del dólar frente al peso de más de 10 por ciento observada en las últimas semanas está afectando el desarrollo económico del país, aseguró el Consejo Coordinador Empresarial (CCE).
“Ya se presentan claras señales de afectación por la situación del tipo de cambio y otros factores, que debemos tomar como “focos amarillos”, con respuestas oportunas”, dijo el organismo.
Es el caso de la inflación, la cuenta corriente con el exterior, signos probables de un mercado interno menos vigoroso y el déficit y la deuda del sector público que no han mejorado, lo cual incide en todas esas variables.
Hay que considerar que de enero del 2015 a la fecha, el peso se ha depreciado casi 30 por ciento. Difícilmente esto puede quedar sin efectos en los precios nacionales.
En los últimos tres meses se observa un movimiento ascendente y constante de la inflación subyacente -la que no cuenta los bienes más volátiles- por encima de la inflación general, y en algunos rubros ya son evidentes los efectos del tipo de cambio, especial en mercancías no alimenticias.
Nos preocupa que se frene el buen desempeño que hemos tenido en el consumo. Los niveles de estabilidad de precios que se han registrado, históricamente bajos, han ayudado mucho a que se eleve el poder adquisitivo, casi un 9% en un año y medio. Si la inflación es superior a los niveles del 3%, este proceso de incremento del poder adquisitivo seguramente se moderará, máxime en el escenario de bajo crecimiento.
De hecho, en las próximas semanas, seguramente crecerá, ante el referéndum sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, y cuando menos en los próximos cinco meses, con las campañas electorales en Estados Unidos y otros eventos.
Sin embargo, hay que reconocer que existen factores internos que también están gravitando fuertemente en la volatilidad, como debilidades que, lejos de estar en camino de corregirse, no han dejado de crecer.
Detrás de la depreciación del tipo de cambio, de más de 5% en solo 30 días, está la situación internacional, pero el crecimiento de la deuda, el déficit del sector público y la incidencia de ello en las cuentas externas aumentan nuestra vulnerabilidad.
Tan solo en el 2015, el costo del pago de intereses de deuda pública aumentó un 15 por ciento, y esto no puede dejar de tener un efecto en la cuenta corriente, que ya ha llegado a un déficit de casi 3% del PIB. Y todo esto, desde luego, está relacionado con el importante crecimiento de la deuda gubernamental: más de cuatro puntos del PIB en el año pasado y casi dos en el primer trimestre del 2016.
Tenemos que frenar con mayor fuerza y rapidez este ciclo de más gasto, endeudamiento y déficits que presionan el tipo de cambio y los precios, para evitar que la estabilidad macroeconómica entre en terreno de riesgos.
No podemos repetir, ni en este año ni en el próximo -en el que ya se tendrá un mayor clima electoral rumbo a las elecciones federales- el fenómeno del 2015, cuando la intención de reducir el gasto acabó finalmente en un sobregiro de más de 197 mil millones de pesos. Hay que reducir el gasto, y hacerlo más eficiente.
El recorte para que la deuda no siga creciendo tendría que ser enorme, del orden de los 300 mil millones de pesos, casi el doble del recorte propuesto para el 2017.
Sería complejo hacer un ajuste de esa magnitud en el corto plazo, pero sin duda hay que hacer un mayor esfuerzo y compromiso, suficientemente vigorosos para cambiar con contundencia tendencias y generar más confianza.
La clave es dar solidez a nuestras instituciones, tanto en términos financieros como de confianza y convergencia en principios muy claros en los cuales todavía hay mucho por avanzar: Estado de derecho, gobernabilidad democrática, transparencia y rendición de cuentas, y un piso fuerte de estabilidad económica, política y de seguridad sobre el cual podamos construir un México mejor.
El presupuesto del año que entra es la oportunidad que tenemos para que la deuda no siga creciendo y demos una señal contundente y definitiva sobre el compromiso con la estabilidad y la protección del poder adquisitivo de las personas, de los trabajadores.
La confianza es fundamental para que fluya la inversión y para que todos los agentes económicos puedan hacer planes y desarrollar sus proyectos en un entorno de negocios estable y competitivo, que brinde certidumbre y atractivo hacia inversión extranjera e inversión mexicana. Un aspecto indispensable en este reto es mantener abierto el diálogo entre los sectores de la sociedad y el Estado mexicano, anteponiendo la convergencia y el interés nacional.
Construyamos en lo que nos identificamos, y dejemos para después las diferencias.