Cooperativas de ahorro, una alternativa ante la falta de créditos

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Acceder a un crédito bancario no siempre es factible, sobre todo si no se cuenta con solvencia económica o garantías, lo que provoca que mucha gente se vea en la necesidad de recurrir a los llamados usureros, con el consecuente endeudamiento que en muchas ocasiones resulta impagable.

Esta situación se complica cuando ocurre en las zonas más pobres del país o alejadas de las grandes ciudades, ya que difícilmente se cuenta con instituciones financieras serias y seguras, que tengan el interés de apoyar el desarrollo regional y de las familias.

Ante esta situación, comunidades indígenas han optado por diversas formas de organización y  sistemas de ahorro propios que les permitan obtener financiamiento suficiente para cubrir sus necesidades de alimentación y de negocio.

Uno de estos organismos es la Unión de Cooperativas Tosepan, creada en 1977 en el municipio de Cuetzalan del Progreso, en la sierra nororiental de Puebla, y cuya prioridad fue responder a las necesidades de las comunidades que sufrían un total abandono por parte de instituciones gubernamentales y, por lo mismo, se mantenían altos índices de marginación y fuertes cacicazgos.

La carestía de los alimentos básicos, el intermediarismo en la producción y usura provocaban que la riqueza se acumulara en unas cuantas familias de comerciantes, coyotes y agiotistas, mientras que quienes generaban esa riqueza, siempre se mantenían pobres, recuerda Aldegundo González Álvarez, responsable del Centro de Formación de la cooperativa.

Los socios fundadores se propusieron, como primera acción, solucionar el problema de la carestía en los productos básicos para la alimentación de las familias, ya que en aquellos tiempos era la demanda más sentida por toda la población.

​González Álvarez califica la primera acción de aquellos cooperativistas fundadores como “un dulce comienzo”, porque se adquirió azúcar a un precio bajo. En esos años el kilogramo fluctuaba entre los 10 y 12 pesos en el comercio particular, mientras que el precio oficial era de 2.15 pesos el kilogramo.

“Con aportaciones de 50 y 100 pesos los socios de las primeras cinco comunidades lograron juntar un capital suficiente para comprar hasta 20 toneladas de azúcar cada mes y distribuírsela y venderla a 3 pesos en sus propias comunidades”, dijo el profesor.

Añadió que a partir de ese momento se incorporaron con el mismo esquema productos como maíz, frijol, arroz, pastas, jabones y  galletas, pero en este caso se formaron pequeños comercios y tiendas.

Los beneficios alcanzados en los primeros años impulsaron a la organización a emprender otras actividades, como el trabajo de ahorro que se aplicó en la zona, en momentos en que la población en general estaba sometida a la usura de “personas que teniendo dinero se aprovechaban de esa condición para prestarle a las familias que tenían necesidades a intereses de entre el 10 y el 20 por ciento mensual”.

Los bancos, añadió, se negaban a otorgar préstamos a la mayor parte de la población, bajo el argumento de que no podían demostrar ingresos suficientes o porque no tenían propiedades para respaldar los préstamos.

Entonces, relata, los pobladores crearon la Cooperativa de Ahorro y Préstamo a la que le pusieron el nombre de Tosepantomin (Dinero de Todos, en náhuatl), la cual sirvió primero para fomentar la cultura del ahorro y después obtener créditos  para emprender actividades productivas, ya sea en lo individual o en forma colectiva.

Por ejemplo, las mujeres pueden emprender proyectos productivos que les generen empleo e ingresos, como la apertura de tortillerías, panaderías, tiendas de abasto y centros de costura, entre otros.

Mientras tanto, los pequeños comerciantes tuvieron la oportunidad de ampliar sus negocios, o los artesanos, carpinteros y albañiles pudieron adquirir sus herramientas de trabajo y los materiales que necesitaban para realizar sus labores.

González Álvarez señaló que en los últimos años, casi trece mil familias han sido beneficiadas con un programa de mejoramiento y construcción de viviendas bajo un exitoso esquema de financiamiento: las familias aportan ahorro, la cooperativa les otorga un crédito y la CONAVI (Comisión Nacional de Vivienda) un subsidio.

“Lo bueno de este tipo de cooperativas es que el dinero ahorrado por unos es ocupado por otros en la propia región y de esta manera se dinamiza la economía local. Además, las tasas de interés que se pagan a los ahorradores son las más elevadas que se pueden tener y, por el contrario, las tasas de interés que se cobran por los préstamos, son las más bajas del mercado”, apuntó.

Seguros para el Retiro, para

Salud y Familiar

Otro diseño de ahorro que se contempla entre los más de 34,000 socios, quienes viven en 26 municipios, es el  llamado plan “Vida Buena”, que contempla tres tipos de seguros: para el retiro, de salud familiar y uno de vida con cobertura familiar.

“Desde que empieza a trabajar, un joven puede ahorrar 100 pesos mensuales, lo que le da derecho a formar un fondo para cuando deje de trabajar y, mientras tanto, su familia recibe los servicios de salud de otra cooperativa de la unión, y si alguien llegara a fallecer, la familia recibe un seguro de vida”, explicó.

Cuando iniciamos esta proyecto no nos imaginábamos lo que íbamos a ser capaces de alcanzar, expone satisfecho Aldegundo González, “todavía hoy no percibimos hasta dónde podemos llegar en el futuro con nuestra cooperativa de ahorro y préstamo, pero de lo que sí estamos seguros es que unidos y organizados no hay problema que no podamos resolver”.

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