El 92% de los negocios de todos los tamaños reportaron al INEGI que no habían recibido ningún apoyo gubernamental
Ciudad de México, 28 de julio 2020, - Los empresarios mexicanos están a duras penas tratando de sobrevivir la recesión económica —a menudo sin lograrlo— que se ha profundizado debido a la pandemia del COVID-19, sin recibir prácticamente asistencia del gobierno.
Los propietarios de comercios reportan que están extendiendo crédito a sus clientes mientras despiden a empleados, o bien les reducen sus horas o sus salarios.
La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes reportó el martes que más de 150 mil comercios, la mayoría pequeñas empresas, han sido obligados a cerrar durante la pandemia. La semana pasada, El Instituto Nacional de Estadísticas Geografia e Informática, INEGI, la agencia de estadísticas del gobierno federal, dijo que el 92% de los negocios de todos los tamaños reportaron que no habían recibido ningún apoyo gubernamental en abril y mayo debido a la pandemia, según su sondeo más reciente.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU, el gobierno mexicano incrementó su gasto en apenas 1,1% de su producto interno bruto para afrontar los efectos de la pandemia, uno de los aumentos más bajos de toda la región. Mientras tanto, el gobierno se ha apegado a sus metas de austeridad, que han incluido reducir los salarios de muchos funcionarios públicos.
“La recesión económica por la que pasa el país es de una dimensión mayor” a lo que el gobierno federal está haciendo ahora, dijo Cuauhtémoc Rivera, presidente de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), que incluye aproximadamente 95.000 miembros.
La Anpec representa a comercios de vecindarios —tiendas de la esquina, tortillerías, carnicerías y otros— que son los más cercanos a los clientes y que suelen ser negocios familiares en sus propias casas. Ven las penurias de los clientes, que compran más productos esenciales a crédito y parecen estar emocionalmente exhaustos, dijo.
Su sondeo más reciente, presentado el martes, mostró que 79% de los propietarios dijeron que sus clientes no tenían suficiente dinero para comprar la canasta básica de alimentos, dijo.
“La recesión significa desempleo, significa desesperanza”, dijo Rivera. “La gente no trae ánimo de volver a arrancar al motor”.
Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador asegura que lo peor ya pasó.
“Yo creo que ya tocamos fondo”, dijo el viernes López Obrador. “Les diría que lo más difícil fue a finales de abril”. En abril, México perdió 550.000 empleos en la economía formal, alrededor de la mitad de los empleos que se han perdido hasta la fecha.
Sin embargo, el mandatario señala que más de la mitad de los trabajadores operan en la economía informal, donde según cálculos el número de trabajos perdidos es mucho mayor.
El presidente ha sostenido que dar apoyo financiero significativo a las empresas solo resultará en corrupción. En cambio, ha ofrecido créditos de bajo interés a pequeñas empresas, de 1.000 dólares, así como créditos a algunos trabajadores en el sector informal.
Empresas grandes y pequeñas han dicho que esa respuesta del gobierno es insuficiente.
López Obrador ha presionado por reabrir la economía rápidamente, incluso en momentos en que las infecciones y muertes por COVID-19 continúan aumentando. El gobierno ha reportado casi 400.000 infectados confirmados y más de 44.000 muertes, pero ambas cifras sin consideradas ampliamente como subestimaciones significativas debido a la falta de pruebas diagnósticas generalizadas.
El restaurante Papamía, un lugar con 10 mesas y que ofrece opciones asequibles para desayunar y almorzar, generalmente atiende a trabajadores de oficina, pero como la mayoría de esas oficinas continúan cerradas, sólo está haciendo alrededor del 30% de las ventas que solía tener antes de la pandemia, dijo la propietaria Minerva de la Garza González.
El negocio permaneció abierto durante toda la pandemia, aunque durante meses sólo tenía permitido vender comida para llevar. Hasta ahora, De la Garza ha podido mantener abierto su restaurante gracias a los ahorros que tenía, pero el lunes dijo que ya se los acabó todos.
Redujo el sueldo de sus empleados —sabían que no encontrarían trabajo en otro lugar— y el propietario del local que renta hasta ahora la ha dejado retrasar el pago del alquiler, pero ya siente el peso de la deuda acumulada.
Si las ventas no aumentan a mediados de agosto, dijo, no está segura de poder aguantar. Dijo que el gobierno está haciendo bien las cosas pese a tratarse de una situación difícil, pero no ha buscado la poca ayuda disponible del gobierno.
“No porque no lo necesite”, dijo, “pero siento que hay otras personas más urgentes que yo”.