La desaparición de personas es un delito de lesa humanidad; en México se estima que hay alrededor de 100 mil desaparecidos, pero en este contexto nadie habla ni busca a los niños y adolescentes víctimas de este ilícito que abre la puerta a muchos más, indican organismos internacionales.
Tan sólo en Veracruz hay 60 adolescentes que, lo más probable, es que hayan sido objeto de reclutamiento forzado de la delincuencia organizada ya sea como sicarios, para ser esclavos en las cosechas en el norte del país o como esclavas sexuales en el caso de las mujeres.
El director de la Red por los Derechos de la Infancia (Reddim), Juan Martín Pérez García, refiere que la desaparición de niños y adolescentes significa un impacto hacia sus hermanos, compañeros de clases, sus padres y familiares cercanos, “y por ello es que es tan importante destacarlo como un hecho de crisis humanitaria”.
De acuerdo con un recuento que hicieron con base en denuncias y estadísticas oficiales, 6 mil 725 niñas, niños y adolescentes de entre 0 y 17 años fueron reportados desaparecidos entre 2006 y 2014. Esto representa a 3 de cada 10 de los 22 mil 374 reportes de extravíos y desapariciones que tuvieron lugar en el país durante el mismo periodo.
De acuerdo a información de la Red de Derechos de la Infancia de México, el promedio de edad de los “niños sicarios” es de 13 años. Su existencia es una consecuencia más de la expansión de los Cárteles del Narcotráfico y las bandas del Crimen Organizado en ese país.
Entre 2012 y 2013, el Ejército Mexicano detuvo a 473 menores de edad por formar parte de bandas del narcotráfico y del crimen organizado. Se trata de los “niños sicarios”, según relata el blog Notas del Reporteo, capaces de matar con arma de fuego o cortante, decapitar, realizar trasvasije de drogas y dinero del narco, consumir drogas, y muchas niñas y adolescentes convertirse en esclavas sexuales.
De acuerdo a información de la Red de Derechos de la Infancia de México, el promedio de edad de los “niños sicarios” es de 13 años y la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados de ese país reveló que hay 30 mil menores de edad dedicados al tráfico de drogas, secuestros, extorsiones, contrabando, piratería y asesinatos. De acuerdo a informes de entidades públicas y privadas, los niños pueden ganar entre mil y tres mil dólares mensuales. Algunos reciben esas cantidades al cometer uno o varios crímenes. Además, se sabe que se les paga entre 150 y 200 dólares a la semana por recopilar información de desplazamiento de la policía y el Ejército y entregar datos de bandas o grupos rivales.
La situación que viven estos más de 470 mil menores es una de las realidades que ha resultado de la expansión de los Cárteles del Narcotráfico, bandas del Crimen Organizado (que entre otras actividades practican el secuestro) y grupos de contrabandistas (en México existe una extendida red de contrabando de autos robados, por ejemplo). Los niños son originarios de provincias (estados) pobres de México, de zonas rurales, pertenecen a las familias que integran más del 80% de pobres de esa nación de 110 millones de habitantes y muchos viven la violencia intrafamiliar, el abandono e incluso son huérfanos.
Los narcos en cambio les ofrecen dinero que les permite a los menores de edad ayudar a sus familias o simplemente huir del hogar y del lugar de residencia e iniciar otra vida. Un factor que influye es que según las leyes mexicanas, un menor de edad no puede ser condenado a más de tres años de cárcel.
Un informe de Infancia en Movimiento indicó que en los últimos años creció en un 34% la detención de menores de edad por delitos graves y que el 70% de arrestos tuvieron que ver con homicidios, secuestros, torturas, tráfico de drogas, robo y lesiones graves.
Las cosas llegan a tal punto que a nivel nacional e internacional ya son famosos comunicacionalmente El Ponchis, Gloria, Erick, El Cris, Las Chavelas, por sus acciones criminales, como decapitar, su liderazgo entre muchachos captados por el narco y sus capacidades de reclutamiento.
Cabe recordar que la última semana de noviembre del 2013, saltó a la prensa uno de los casos más dramáticos de los “niños sicarios”. Fue liberado El Ponchis, detenido en diciembre 2010 cuando tenía 14 años, acusado de decapitar y colgar a cuatro hombres, condenado por homicidio calificado, delincuencia organizada y posesión de drogas. En ello se incluye el provocar serias lesiones a personas que atacó con armas de fuego y cortantes. El prontuario reservado quizá para un hombre adulto con experiencia en la ejecución de delitos. Pero El Ponchis tenía 14 años.
Acorde con las leyes mexicanas, Edgar N., pudo ser condenado sólo a tres años de prisión. Ahora salió de la cárcel habiendo cumplido esa condena. Parte del drama singular, es que El Ponchis fue enviado a Estados Unidos, porque nació en ese país y allí tiene a sus familiares más cercanos. A estas alturas el joven debe estar en manos de personal especializado del Outcry in the Barrio, entidad que atiende a menores en situaciones como las de El Ponchi.
Sus hermanas, por cierto, siguieron el mismo camino, porque en los tiempos que El Ponchi delinquía, tenía fuertes contactos con jefes y lugartenientes de narcos y grupos del Crimen Organizado. Ellas habrían sido “servidoras sexuales” de criminales y llegaron a efectuar operaciones delictivas. Informes de prensa relatan que Isabel, una de las hermanas, fue novia de Jesús Radilla, “El Negro”, líder de los sicarios del Cártel del Pacífico Sur.
Si es impredecible el futuro de El Ponchis allá en Estados Unidos, más lo es el futuro de miles de niñas y niños, adolescentes, que siguen siendo parte de los Cárteles del Narco, del Crimen Organizado y de acciones criminales de connotada crueldad.