Preocupa que dosis pequeñas de antibióticos que se hallan en el agua residual que se usa para riego en el Valle del Mezquital, al convivir con las bacterias existentes en estas aguas puedan desarrollar resistencia y convertirse en un riesgo para la salud, comentó la doctora Christina Sieba Grabach,
en la conferencia: Implicaciones ambientales del reúso de agua residual para riego por más de un siglo en el Valle del Mezquital, que se llevó a cabo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Una gran parte del compuesto activo de los antibióticos es excretado por las personas tratadas por infecciones bacterianas, lo que provoca que se encuentren cantidades pequeñas de los antibióticos en el agua residual. Este tipo de aguas se caracterizan por contener tanto bacterias patógenas como no patógenas y preocupa que al convivir con el antimicrobiano se promueva la resistencia (…) Los estudios realizados muestran un incremento en la presencia de genes resistentes a algunos antibióticos. Este incremento no es lineal, sino que se estabiliza a un nivel de entre 2 y 3 órdenes de magnitud superior al encontrado en suelos que nunca han sido regados con agua residual, aún se desconoce cuáles son las implicaciones que esto tiene para la salud de los agricultores.
“El problema de que generen resistencia las bacterias a los tratamientos médicos es algo que ya preocupa a los expertos en la salud, pues no hay tratamiento para tratarlos”, expuso la investigadora del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El fenómeno descrito anteriormente, podría ser propiciado por la recarga incidental que ocurre por la infiltración no intencional de agua residual a los mantos acuíferos a partir de los excedentes del riego agrícola, o bien, por las fugas de las redes de distribución o del drenaje. El uso del agua subterránea es una fuente de abastecimiento público. El Valle de Tula, mejor conocido como Valle del Mezquital, destaca por ser el área más grande del mundo regada con aguas residuales y, muy probablemente, una de las zonas con mayor recarga incidental (superior a 25 metros cúbicos por segundo), señala el libro editado por la Academia Mexicana de Ciencias en 2004: El agua en México vista desde la academia.
“En nuestras parcelas se ha visto un incremento de Sulfamethoxazol, antibiótico que lleva 40 años en el mercado y que se usa para combatir enfermedades gastrointestinales; las muestras arrojan que hay ese incremento pero no se da en forma lineal, llegan a un umbral y se estabiliza nuevamente. Además de que también se ha encontrado Ciprofloxacin que ha circulado por 20 años en el mercado.
“No se sabe qué implicaciones tienen para la salud que estos dos contaminantes emergentes se acumulen en el suelo. Nos hemos asociado con epidemiólogos para estudiar si trabajadores del campo y sus familias tienen mayor incidencia a enfermedades gastrointestinales; por el otro lado queremos ver si realmente hay bacterias que portan genes de resistencia a los antibióticos”, comentó la doctora Christina Siebe, en la conferencia que formó parte del Quinto Coloquio sobre Riqueza Natural y Sociedad: Los Hñähñu del Valle del Mezquital, realizado en la Dirección General de Divulgación de las Ciencia de la Máxima Casa de Estudios.
Un estudio epidemiológico realizado por el doctor Enrique Cifuentes en los 90, analizó la prevalencia de enfermedades gastrointestinales tanto en agricultores como en niños. Utilizó a dos comunidades, una expuesta al reúso de agua negra principalmente del distrito de riego 03 Tula, y otra de Ajacuba, Hidalgo, que realiza agricultura de temporal. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la prevalencia de infecciones provocadas por parásitos como lombrices, en niños de 0 a 4 años fue 15 por ciento, en comparación de 2.7 por ciento en zonas de temporal; la prevalencia fue similar en niños entre 5 y 14 años y en adultos. La prevalencia de infecciones causadas por la bacteria Entamoeba hystolitica (patógeno que en humanos y canes causa colitis amébica y absceso hepático), también fue ligeramente mayor en las personas expuestas al agua residual (7-16.4 por ciento) que en personas que habitan en zonas de temporal (7.3 a 13.8 por ciento).
Por sus condiciones climatológicas el Valle de Tula carece de agua para la agricultura, es hacia finales del siglo XVIII que el agua negra de la Ciudad de México comenzó a ser enviada a esta zona a través de tres conductos: el Interceptor Poniente (1789), el Gran Canal (1898) y el Emisor Central (1975), con el doble propósito de desalojar rápidamente los excedentes de agua de lluvia para evitar inundaciones y desalojar las aguas negras.