Uno de los padres de la Trova cubana, Silvio Rodríguez, escribió una de la canciones más intensas que conocimos en
nuestras juventudes, quienes somos de la Generación X para arriba como parte de nuestros repertorios de música de protesta denominada “Pequeña serenata diurna”, cuya denominación parafraseaba a la magna obra de Wolfgang Amdeus Mozart denominada “Pequeña serenata nocturna”, que data curiosamente de 1787, año en el que se suscribió la carta magna de Filadelfia que dio origen al constitucionalismo liberal en el continente americano, y del que México, retoma diversas figuras como el federalismo, la democracia, la división de poderes y el presidencialismo en el primer constituyente de 1824.
En esta coincidencia política, Silvio Rodríguez en la obra literaria y musical antes mencionada, que tomamos para el título de este artículo plasma una frase que dice así: “Amo a una mujer clara, que amo y me ama, sin pedir nada, o casi nada. Que no es lo mismo, pero es igual…”
Y es precisamente esa última parte de la estrofa de la que queremos escribir en esta ocasión. En la historia universal, siempre han existido dos bandos al parecer irreconciliables, inamovibles e irrenunciables a sus ideales y valores, pero que en México parecen ser administrados por representantes semejantes.
La izquierda y la derecha. Los conservadores y los liberales. Los federalistas y centralistas. Los chairos y fifís. Pareciera que dicha historia se repite de forma idéntica, interrumpible e interminable en el bucle del desarrollo sociopolítico de la humanidad.
Pero aquellos que en realidad conocen los vericuetos de la ciencia de Herodoto, pueden diferenciar con claridad los elementos entre estos sucesos; y precisamente por ello, pareciera nuevamente que todos los caminos nos llevan a Roma como madre de todas las batallas y de las experiencias políticas.
Todo ello aún en contra de la vorágine de los políticos del ahora, que para no exhibir su tremenda ausencia de conocimiento, hacen uso de las tribunas para desdeñar la historia, para restarle valor a los principios generales del derecho y minimizar la raíz del estado de leyes, forjado y codificado precisamente en el imperio romano. Porque para algunos es más fácil descalificar todo lo pasado que tratar de estudiar la historia que nos ha hecho llegar hasta esta transformación.
Para coadyuvar a la ilustración de nuestros neófitos-políticos en la era de la desinformación de forma didáctica, es que aprovechamos este espacio a fin de poder mostrar un poco de lo mucho que puede aportarnos un correcto acercamiento a la cultura. Por allí del año 100 antes de Cristo, se dio una gran guerra civil entre dos grupos, los optimates del dictador Lució Cornelio Sila y los populares de Cayo Mario. Ésta lucha se extendió a la Hispania durante décadas, llevando incluso a Cayo Julio César Augusto al poder con el apoyo del pueblo. De los populares.
Y mucho tiempo después, por allí del 100 después de Cristo, siguió el enfrentamiento entre el grupo de senadores optimates del terrible Domiciano y el gran salvador de pueblo, el hispano Marco Ulpio Trajano.
Pareciera que se trata del mismo hecho reiterado en el 100 aC y en el 100dC, pero como bien expusiera el gran filósofo Heráclito de Éfeso, es imposible bañarse dos veces en el mismo río. No son los mismos hechos, ni los mismos personajes, ni la misma guerra civil, ni los mismos gladiadores, pero sí, la misma corrupción que tenía al pueblos harto y subyugado en la violencia, y la capacidad de algunos que conocían la historia de Mario y Sila, para no cometer los mismos errores. Demostrando que el conocimiento es poder.
Con esa sencilla y profunda explicación, le damos sustento al título de este artículo tomado de la canción de Silvio Rodríguez. Porque no es lo mismo, pero es igual.
Hoy en México, entre chairos y fifís, realmente no existe comparación con los hechos históricos que se gestaron entre liberales y conservadores de la reforma o de la revolución mexicana, por una simple razón. En el México de hoy, quizá impera más la ignorancia en los grupos gobernantes que en toda la historia política de este país.
Por ello, aunque nuevamente nos encontremos enfrentados en dos bandos, nunca podremos comparar el nivel cultural del constituyente del 57 o del 17, con los representantes actuales que discurso a discurso desdeñan la historia universal para fundar sus argumentos en los dichos de un caricaturista, luego entonces, parece lo mismo, pero sin educación y sin cultura, nunca será igual.
Hugo Alday Nieto.
Abogado con Mención Honorífica por la Salle del Pedregal.
Maestro en Derecho por la Universidad Anáhuac Mayab.
Maestro en Derecho por la Universidad de Alicante, España.
Docrorante en Derecho por la Universidad Anáhuac, Cancún