¿Suicidio, accidente u homicidio? ¿Cuál es la verdad? Hace casi 20 años, el jueves 7 de octubre de 2004, a las 9:00 de
la mañana, un hombre de 54 años, coordinador de asesores de la Dirección Corporativa de Administración de Pemex, entró a su oficina en el piso 12.
Era Carlos Fernando Márquez Padilla García -esposo de María Amparo Casar, quien hoy es señalada por Pemex y por el gobierno de AMLO por haber recibido en forma *ilegítima* un acumulado de alrededor de 31 millones de pesos durante 19 años por conceptos de seguro de vida, y pensión por el fallecimiento de su difunto esposo.
Aquella mañana hace dos décadas, Carlos Fernando Márquez Padilla, a decir de la nota de la Redacción de Proceso de octubre 10, 2004 –nota que hoy no aparece en los buscadores-, recibió una llamada que presuntamente lo inquietó mucho. “Márquez Padilla había llegado a su oficina […] y, de acuerdo con algunos testigos, […] recibió una llamada telefónica que lo alteró sobremanera. […] Muy exaltado, habría tomado una carpeta con papeles para luego arrojarse y caer entre los edificios “A” y “B2” -esta llamada, como veremos más adelante, tal vez nunca ocurrió.
Instantes después, a decir del Dictamen de la Procuraduría General de Justicia emitido posteriormente al incidente –y ahora puesto una circular en www.gob.mx-, el guardián a cargo de la puerta 15 del Complejo de Pemex –Héctor Mondragón Domínguez-, escuchó un ruido extraño, proveniente de la zona entre los edificios A y B2.
De acuerdo con este Dictamen -que por cierto está plagado de faltas de ortografía y que en su apartado 21.5 dice que el hombre cayó del piso 13 mientras que en el resto del documento dice que cayó del piso 12-, el ciudadano Carlos Aurelio Valadez Ochoa recibió un mensaje en su radio, en el que se le informó sobre el incidente. Carlos Aurelio “fue a avisarle al Dr. [Jorge] Mayén”, el cual a su vez envió un equipo al lugar de los hechos.
Cuando llegaron al lugar donde se encontró el hombre que había descendido 30 metros desde las alturas del corporativo, los médicos encontraron, según quedaron plasmados en el Dictamen, un cuerpo rodeado de “escurrimientos hemáticos” y papeles que cayeron junto con el accidente. Entre los objetos circundantes había un celular despedazado por el impacto.
El Dictamen establece que se encontraron huellas del fallecido en la ventana del piso 12, con deslizamiento hacia abajo, y que tanto los zapatos como el cinturón y la ropa del funcionario tenían raspaduras provocadas por “fricción”.
El hombre se fue golpeando al caer, friccionándose con las estructuras metálicas y las ventanas de los pisos inferiores. Uno de los zapatos se le desprendió durante el decenso.
La pregunta que a todo ser humano le vino –y le viene- a la cabeza al conocer sobre este caso -desde entonces hasta ahora- es: ¿fue un accidente, un suicidio o un asesinato?
¿Qué fue la supuesta llamada que Carlos Fernando Márquez recibió y que tanto lo inquietó? –A este respecto, Alberto Nájar (La Jornada), explica que “de acuerdo con el testimonio de la asistente (no se proporcionó su nombre por razones de sigilo en la investigación), el tiempo que ella permaneció en la oficina el ejecutivo no habló con nadie ni recibió llamada telefónica alguna. Tampoco entabló contacto con Márquez-Padilla, ni siquiera para saludarle.”
Aquí comienzan las discrepancias en cuanto a la existencia de la presunta llamada. En cualquier caso: ¿qué tema podría haber tenido tan angustiado a un hombre de 54 años como para hacerlo tomar la decisión de lanzarse por una ventana, a doce pisos de altura, con una considerable cantidad de papeles que llegaron al suelo pocos segundos después que él? ¿Y qué decían esos papeles?
En cuanto a la llamada, fue aclarado que el jefe de Márquez Padilla -Octavio Aguilar Valenzuela, hermano del vocero del presidente Vicente Fox-, estaba en vuelo desde Veracruz, de manera que él no pudo hacer el telefonema, y queda en el misterio quién fue el que hizo la llamada, si es que alguien la hizo.
El Dictamen dice claramente en su página 366 que se descarta el homicidio como causa de la muerte: “no se acreditaron los elementos constitutivos del cuerpo del delito de Homicidio, y […] de acuerdo con lo actuado, el ahora occiso, realizó maniobras con el fin de quitarse la vida”.
Hoy vemos a la distancia este acontecimiento de Carlos Fernando Márquez Padilla como algo remoto y hasta cierto punto, insignificante; cuya única importancia actual, veinte años después, es que está poniendo en aprietos a la doctora María Amparo Casar para cobrar sus pensiones o para –en su caso- tener que devolverlas, en un contexto en el que ella es parte de la oposición al gobierno de la *Cuarta Transformación*, en pleno periodo electoral, y después de que la doctora, a principios de este año, publicó un libro muy crítico contra el gobierno de AMLO: el libro “Los Puntos Sobre las Íes” de Editorial Debate.
Hoy el gobierno la acusa de haber cobrado indebidamente por 19 años la pensión correspondiente por el fallecimiento de su ex esposo –así como el seguro de vida-, como si hubiera sido un accidente de trabajo y no un suicidio, en cuyo caso -según la acusación-, ella no debió haber cobrado.
El presidente mismo la acusó en su conferencia *Mañanera* y dijo que “Aguilar [Camín] y la señora [María Amparo Casar] fueron con el procurador de aquel entonces para cambiar el dictamen de lo que se demostró fue un suicidio, para que se aceptara como un accidente y se pagara seguros y una pensión vitalicia de 130,000 pesos mensuales.”
El director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, en la misma conferencia del viernes pasado, dijo: “Todo esto fue antes de que hubiera un dictamen pericial. Los directivos de Pemex le dieron tratamiento de accidente, omitiendo esperar el dictamen pericial del Ministerio Público que finalmente resolvió que había sido un suicidio”.
La acusación argumenta que –ya que se trató de un suicidio y no de un accidente de trabajo- la doctora Casar tiene que regresar los montos recibidos desde hace 19 años: 31 millones de pesos.
Las preguntas siguen vigentes: ¿fue accidente, homicidio o suicidio? Y hay otra más: si fue suicidio -si tomamos como verdad el Dictamen de la PGR de entonces- ¿no acaso dicho suicidio fue la consecuencia de trabajar en Pemex?
La Ley Federal del Trabajo establece que un *accidente de trabajo” -Artículo 474-
“es toda lesión orgánica o perturbación funcional, inmediata o posterior, la muerte o la desaparición derivada de un acto delincuencial, producida repentinamente en ejercicio o con motivo del trabajo, cualesquiera que sean el lugar y el tiempo en que se preste.”
El Artículo 475 dice: “Enfermedad de trabajo es todo estado patológico derivado de la acción continuada de una causa que tenga su origen o motivo en el trabajo o en el medio en que el trabajador se vea obligado a prestar sus servicios.”
Considerando estos dos artículos, ¿no es el suicidio la forma más emblemática y extrema de “lesión orgánica” y “muerte” descritas en el 474 y 475 como “accidente de trabajo” o “enfermedad de trabajo”? -ésto siempre y cuando el suicidio hubiera sido efectivamente causado por presiones de trabajo.
Dado que Márquez Padilla no se suicidó en su casa, ni en un bosque, ni arrojándose a las vías del Metro, ni desde lo alto de la Torre Latino, sino desde su oficina en uno de los edificios de Pemex, en horas laborales, se puede al menos considerar que su suicicio fue causado probablemente por algo relacionado con su trabajo.
E incluso existe el “Suicidio Inucido”. Lo describe el artículo 312 del Código Penal Federal: “El que prestare auxilio o indujere a otro para que se suicide, será castigado con la pena de uno a cinco años de prisión”. Es decir: si Carlos Fernando Márquez se hubiera suicidado inducido por presiones insoportables por parte de alguien en su trabajo, ese “alguien” quizás debería estar hoy en la cárcel. ¿Pero quién?
Cuando Carlos Fernando Márquez Padilla García *voluntariamente* se arrojó por la ventana, ¿lo hizo realmente como un acto de su puro libre albedrío, para quitarse la vida? ¿O lo hizo como consecuencia de las presiones inconmensurables que apenas podemos imaginar, y que tenían que ver con lo que él estaba trabajando en esos momentos en Pemex?
¿Cómo encajan en esto los papeles con los que Márquez se lanzó al vacío, los que se dispersaron en el suelo segundos después de que él cayó? ¿Qué decían?
¿Tendrían también qué ver con la supuesta llamada que recibió esa mañana, si es que realmente ocurrió?
Cómo podemos ver, se va volviendo más y más importante el saber qué estaba pasando en la mente de Carlos Fernando hace casi 20 años: ¿qué podía haberlo preocupado tanto –o deprimido tanto- como para decidir tirarse?
En el Dictamen se establece que familiares de finado indicaron que acaba de separarse de María Amparo Casar, y que ello sin duda lo tenía en un estado de ánimo decaído. ¿Fue por ella que se suicidó? ¿Fue acaso un motivo personal-familiar el que lo llevó a matarse?
El apartado 39 dice que el testigo Juan Rebolledo Gout, destacado historiador e intelectual, “manifestó que le parecía, que su cuñado […] no se había suicidado, ya que [aunque] sí estaba triste por haberse separado de su esposa, pero no con depresión profunda […]”.
Otros familiares entrevistados para dicho Dictamen negaron que Márquez Padilla García fuera alguien que estuviera en condiciones para suicidarse; que no tenía problemas económicos y que no estaba tan deprimido como para hacer algo así.
El artículo de Alberto Nájar en La jornada decía desde aquél tiempo algo algo perturbador: el misterio de la tarjeta con los teléfonos en la mano de Carlos Fernando.
El Dictamen indica que se encontró una tarjeta o pedazo de papel que contenía una serie de números, números telefónicos –en algún momento alguien propuso que se trataba en realidad de cuentas bancarias-. El informe indica que dichos números telefónicos correspondían a sus familiares y conocidos más cercanos, y que entre ellos estaba alguien que le estaba vendiendo un terreno en Coyoacán.
Pero, como Alberto Nájar indicaba entonces, los médicos inicialmente revisaron el cuerpo y no vieron que tuviera en sus manos nada. Posteriormente los investigadores encontraron la tarjeta entre los dedos del finado –entre el dedo anular y medio de la mano derecha.
Dice Nájar: “En su declaración ministerial los médicos afirmaron que no había un solo papel en el cuerpo, pero cuando arribaron los peritos de la PGJDF la tarjeta ya estaba en la mano del fallecido. [...] Curioso. Alrededor del cuerpo quedó desperdigada una decena de papeles similares, además de la agenda personal de Márquez-Padilla, los restos de su teléfono celular [despedazado], un bolígrafo y un zapato que se desprendió con la caída de 30 metros, que incluyó un golpe con las ventanas del segundo piso. Pero la tarjeta permaneció intacta, sin una sola arruga, entre los dedos del funcionario. […] ¿Cómo pudo mantenerse allí? [...] No se supo quién se la colocó, ni mucho menos las razones para hacerlo. Pero la Fiscalía de Miguel Hidalgo concluyó que nada raro había en ese hecho [...] Tampoco se supo quién y por qué sembró la tarjeta con números en el cuerpo de Márquez-Padilla […] con una celeridad inusual en la PGJDF, se cerró el caso.”
Se podría proponer que la colocación repentina de la tarjeta entre los dedos del finado fuera simplemente un error de procedimiento sin dolo alguno –por ejemplo: el médico le había sacado la cartera para ver su identificación y saber quién era, y luego la colocó de vuelta en su abdomen.
Pero también es razonable hacerse la pregunta de si alguien colocó la tarjeta con algún propósito. Según el Dictamen, en su punto 38, José Ignacio, cuñado del difunto, al ver el pedazo de papel certificó que la caligrafía era la de Carlos Fernando Márquez Padilla.
La pregunta que todos tenemos que hacernos es la siguiente:
¿Qué preocupaciones estaban consumiendo en aquellos instantes a Carlos Fernando Márquez Padilla? ¿Eran problemas delicados? ¿Eran importantes? ¿Lo ponían en peligro a él, o a la institución, o a sus jefes? ¿O a México?
Los asuntos críticos en que Carlos Fernando estaba participando en esa semana eran básicamente tres: la iniciativa para despedir a cinco mil trabajadores –en el Programa de Retiro Voluntario-; la revisión del Contrato Colectivo con el STPRM y el tema de “Oceanografía”.
En cuanto al STPRM, Alberto Nájar lo describió así: “[Aguilar Valenzuela – jefe de Carlos Fernando Márquez Padilla – y su equipo] fueron transferidos […] a Pemex, justo a la oficina encargada de negociar el contrato colectivo de trabajo con el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), encabezado por el ex diputado Carlos Romero Deschamps. […] El último incidente en que se ha visto envuelta esta oficina es el convenio firmado entre Pemex y el STPRM para entregar a éste un apoyo económico de 7 mil 700 millones de pesos. El acuerdo, que no fue avalado por la Dirección de Administración, ha provocado severas críticas al director de la paraestatal, Raúl Muñoz Leos.”
Se trata del polémico convenio 10275/04 STPRM entre el líder sindical Carlos Romero Deschamps y la administración de Pemex de aquél entonces, que de acuerdo con Nájar, “no fue avalado por la Dirección de Administración”, es decir, por el jefe de Carlos Fernando Márquez Padilla.
En 2007 –tres años después de la muerte de Márquez Padilla-, la Redacción de Proceso constató que “la Secretaría de la Función Pública anunció […] que investigará a exdirectores de Pemex en relación con la firma del convenio 10275/04, el cual obligó a la paraestatal a entregar millonarios recursos al sindicato petrolero […] encabezado por Carlos Romero Deschamps”.
Para 2010, “Petróleos Mexicanos (Pemex) declaró la inexistencia de documentos que prueben el depósito a la Tesorería de la Federación de más de mil 580 millones de pesos por parte del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), para restaurar daños al patrimonio de la paraestatal causados a partir del convenio 10275/04, el cual dio origen a la sanción contra el ex director de la petrolera Raúl Muñoz Leos.” (Elízabeth Velasco C. / La Jornada / “Pemex declara inexistente información solicitada”).
¿Acaso el jefe de Márquez Padilla –Aguilar Valenzuela- se oponía al convenio con el STPRM, y alguien presionó a su asesor y/o a él mismo desde otro lado?
Pero había otro asunto más en aquél entonces…
En su blog “Yo Elucubro”, Alberto Ruiz Orcí publicó una “elucubración” que merece verificarse o refutarse a veinte años de los acontecimientos, pues de ser cierto lo que a continuación reproduciremos, pertenece al campo de lo *secreto*:
“Tras la “intervención” de Oceanografía por parte de la “autoridad” hacendaria [Oceanografía – empresa ligada a los hijastros del presidente Vicente Fox], hablé con algunos amigos que en algún momento tuvieron (y otros que tienen) alguna intervención en las áreas de adquisiciones (Recursos Materiales) de la paraestatal y/o sus filiales, uno de ellos me dijo que tenía en su poder una transcripción de una conversación entre Alfonso Durazo, Secretario Particular de Vicente Fox y Raúl Muñoz Leos Director General de PEMEX hacia abril de 2004, en la que palabras más o palabras menos, el primero dice a Muñoz “dice el jefe que Tavo (refiriéndose a Octavio Aguilar Valenzuela [el jefe de Carlos Fernando Márquez Padilla]) […] tiene detenido el contrato con Oceanografía y que ya lleva veinte días en revisión, que le apures pues eso urge y además ya saben que hay [que] dárselo a ellos.”
Si este diálogo realmente ocurrió, “Tavo” Aguilar Valenzuela, jefe de Carlos Fernando Márquez Padilla, habría estado “deteniendo” un contrato importante para el presidente de la República [Vicente Fox]; y su secretario particular Alfonso Durazo llamaba al director de Pemex para que éste presionara a “Tavo” –y acaso también, indirectamente, ¿a Márquez?
Es probable que estas conversaciones nunca hayan ocurrido, pero Alberto Ruiz Orci es valiente al poner el tema a escritinio. Ahora sólo podremos saber la verdad si los presuntos participantes hoy aclaran que los diálogos no ocurrieron, que todo es una mentira.
Pero en su momento nadie se molestó en aclarar nada. Simplemente cerraron el caso. Lo sepultaron. Los restos de Carlos Fernando Márquez Padilla fueron procesados en el Panteón Francés de Av. San Joaquín, CDMX, donde fue cremado.
A nadie pareció importarle la causa de su suicidio. ¿Amor? ¿Dinero? ¿Contratos? ¿Presiones? ¿Maltrato? Si el suicidio fue inducido por terceros, o por la institución misma… ¿procederían entonces los pagos de la pensión, por “riesgos de trabajo”, considerando los artículos 474-475 LFT y 312 CPF?
Ahora debe importarnos por qué se suicidó.
Más allá de lo que concierne hoy a la doctora María Amparo Casar y al monto de su pensión, la muerte de su ex esposo merece ser investigada. Todos tenemos que saber por qué decidió matarse lanzándose desde el piso 12. En caso contrario, tenemos un caso más sin resolver en México; uno más entre los alrededor de 100 mil homicidios no aclarados que se van acumulando sin fin: millas de hombres y mujeres niños y cuya muerte nunca fue ni será resuelta, y que coloca a México como un “Refugio Seguro” de la Impunidad.
El suicidio de Márquez Padilla, en caso de ser suicidio, quedó completamente envuelto en el misterio.
El suicidio de Carlos Márquez Padilla debe ser investigado.
Y por cierto, apunta para todos lados.
Leopoldo Mendívil López – autor de Secreto Vaticano, Secreto 1910, Secreto Maximiliano, Secreto Pemex, Secreto Vaticano, Secreto Azteca, Secreto 1929 – y pronto – Secreto Nazi.