¿Se puede aplazar la muerte?

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Nadie sabe muy bien lo que podría pasar si la población empezara de pronto a vivir eternamente. Un fenómeno ansiado por la sociedad, pero absolutamente contrario a las normas de la vida, que provocaría un desafío demográfico difícil de administrar. Así lo retrató José Saramago en “Las intermitencias de la muerte”, una novela en la que un primero de año en un país imaginario, la Muerte deja temporalmente aparcada su guadaña y los humanos dejan de morir.

Según el científico alemán Klaus Sames, el sueño milenario de la inmortalidad, sobre el que Saramago reflexiona con humor y sarcasmo en su novela, se hará realidad en unos 150 años. En este tiempo, los investigadores encontrarán la forma de “revivir” células congeladas. Además, el científico, que ha estudiado el proceso, denominado “criopreservación", durante 18 años, confía que los cuerpos serán devueltos a la vida sin fallos orgánicos.

Por increíble que parezca, la aspiración de Sames se traduce en un negocio multimillonario que amenaza con interferir en el avance normal de la ciencia. Aunque mientras tanto, los principales grupos de investigación en Estados Undios y Rusia se enzarzan en una polémica con tintes agrios sobre el verdadero sustento de este proceso, que hasta el momento promete beneficios no demostrados.

¿CIENCIA-FICCIÓN?

Francisco Roldán, socio fundador del Instituto Europeo de Criopreservación (Iecrion), una sociedad limitada que tiene como objetivo crear en España el primer centro de investigación de criopreservación, así como el primer cementerio humano de cadáveres congelados, ha asegurado en una entrevista con Efe que hoy es "imposible" devolver a la vida a personas que han fallecido, pero considera que, con las “evidencias científicas” que existen, el día de mañana sí puede ser posible.

El método consiste en bajar la temperatura del cuerpo hasta los -130 grados, extraer la sangre e introducir en su lugar un líquido criogénico, "una especie de anticongelante", aclara el socio fundador. Así, se evita que se formen cristales de hielo que rompan las “estructuras celulares”.

Finalmente, el cuerpo se introduce en una cápsula especial llena de nitrógeno líquido, donde queda vitrificado o “cristalizado” en tres dimensiones: “Una imagen mucho más agradable que un cadáver lleno de gusanos”, apunta Roldán.

Para ser criopreservado es imprescindible que el fallecimiento se produzca por muerte natural o por enfermedad, pues este procedimiento no es posible en caso de accidente grave, cuando el cuerpo queda muy dañado, o en aquellos casos en los que se requiera practicar una autopsia.

Porque, según el socio de Iecrion, las personas se “despertarán” en perfectas condiciones psicofísicas: “Si una persona ha fallecido con 90 años en la cama sin poder moverse, cuando se recupere, habrá rejuvenecido”.

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