A casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar se eleva el Volcán de Colima; localizado en los límites de Jalisco y Colima, este coloso es considerado el volcán
más activo del país y debido a su actividad está en constante monitoreo para evitar que ocurran tragedias.
El doctor Carlos Suárez Plascencia, jefe del Departamento de Geografía y Ordenamiento Territorial de la Universidad de Guadalajara (UdeG), explica que desde esa institución se realiza una serie de monitoreos de la actividad volcánica y de las características del Volcán de Colima para así trazar estrategias junto con las autoridades para disminuir los riesgos.
El investigador detalla que desde 1987 se trabaja en el monitoreo del volcán, en el que participan estudiantes de posgrado y científicos de Colima y Jalisco; a través de estos estudios se elaboran mapas de riesgos para que se apoyen las autoridades al crear estrategias de prevención y evacuación para las poblaciones aledañas al coloso.
Por otra parte, se realiza un monitoreo constante de las estaciones sísmicas instaladas alrededor del volcán, y también se sobrevuela el cráter para conocer las características del volcán y así detallar las condiciones en que se encuentra.
“El objetivo es ver la morfología en el cráter, ver si hay cambios, agrietamientos, nuevos domos, fumarolas, se vigila toda la estructura también para encontrar indicios de daños estructurales o fracturamiento en el edificio volcánico, que pueda representar otro tipo de riesgo”, detalla el investigador.
Suárez Plascencia explica que en el pasado, la formación de volcanes en la zona trajo consigo el derrumbe de la estructura de los volcanes, como el Volcán Nevado de Colima, que llegó a colapsar para terminar con su actividad y dar pie al nacimiento del Volcán de Paleofuego, que también se apagó y lanzó material que llegó hasta Colima.
Monitoreo para prevenir catástrofes
Este tipo de trabajos, señala el investigador, son útiles para evitar episodios como ese, ya que el Volcán de Colima es el más activo de México y existe un registro para 20 mil habitantes que viven en el polígono de 15 kilómetros, que es considerada la zona más vulnerable en caso de que haya una explosión.
“Elaboramos informes para Protección Civil de Jalisco y Colima y se envía al Cenapred (Centro Nacional de Prevención de Desastres) para que conozcan el estado. También se observan las barrancas para ver su estado sobre el material depositado en ellas, como arena o rocas, porque en temporal de lluvia son fácilmente removibles y provocan los lahares”.
Los lahares son una mezcla de fragmentos de rocas y agua que caen por las pendientes, valles o barrancas de un volcán; el doctor Suárez Plascencia agrega que estos episodios han afectado a las poblaciones de la parte baja del coloso, por lo que también se trabaja en identificar zonas de riesgo e implementar medidas para evitar pérdidas materiales y humanas.
El investigador relata que en 2011 en la barranca de Atenquique, al este del Volcán de Colima, se observó un incendio y se advirtió a las autoridades sobre un posible riesgo de caída de lahares, por lo que se amplió el cauce de un arroyo cercano a las poblaciones y se avisó a la ciudadanía sobre el riesgo de inundaciones, lo que derivó solo en pérdidas materiales.
El latido del volcán
Además del monitoreo visual que se realiza con sobrevuelos y a pie en el volcán, también se elabora un diagnóstico con base en la información obtenida de las estaciones sísmicas que ha colocado la Universidad de Colima y la UdeG alrededor del Volcán de Colima. El investigador detalla que cada institución tiene alrededor de siete estaciones instaladas en la región.
“Esas estaciones están sintiendo el ‘latir’ del volcán. Ellas revisan la actividad que existe en la cámara magmática y el ascenso de material, entonces se puede analizar la posibilidad de un evento eruptivo, de qué magnitud sería y con días de antelación, con esa información Protección Civil puede implementar sus planes operativos”.
El profesor investigador del Centro de Sismología y Vulcanología de Occidente, del Centro Universitario de la Costa (CUCosta) de la UdeG, Francisco Javier Núñez Cornú, menciona que desde hace 20 años se trabajó en instalar una red sísmica en el estado, con 25 estaciones instaladas en los litorales de Jalisco, así como ocho más en los alrededores del volcán.
“Tenemos cuatro estaciones en el edificio volcánico y otras cuatro rodeándolo, vamos a instalar otra más en el norte, ya tenemos los equipos listos, solo faltan los enlaces telemétricos; de esa forma, tendremos nueve estaciones que por un lado estudian el volcán y la sismicidad de Colima, que es grave porque ahí se han originado muchos terremotos históricos”.
Núñez Cornú señala que con el uso de instrumentos y estaciones se pueden conocer cuáles son los eventos o actividades previas a un episodio explosivo, lo que permite llevar a cabo estrategias de evacuación para evitar pérdidas.
Un coloso con historia
Suárez Plascencia detalla que junto con el Popocatépetl, el Colima es uno de los volcanes más activos y está en constante actividad desde 1960, además, presentó su último episodio explosivo el 20 de enero de 1913, con una columna eruptiva de 21 kilómetros de altura y flujos piroclásticos que alcanzaron más de 15 kilómetros de distancia.
El investigador explica que desde 1999 a la fecha, el volcán ha tenido episodios menores de actividad que van alternando entre creación de domos de lava o pequeñas explosiones, un patrón que se observó el siglo pasado durante la última explosión, según documentos de los vulcanólogos Severo Díaz y José María Arreola, quienes estudiaban el volcán en esa época.
“En 2014 también hubo una etapa efusiva importante, que no se había visto desde 1910. El volcán tenía tres frentes de lava y en 2015 tuvo actividad nuevamente, sucedió un evento poco usual: un crecimiento de domo, como es una lava muy espesa, genera una especie de corcho en la cima del cráter que empieza a hacer crecer la presión del conducto volcánico”.
Este tipo de episodios desemboca en explosiones, agrega el investigador. En ese entonces también hubo derrumbes causados por el peso de la lava, con flujos piroclásticos que alcanzaron una distancia de 11 kilómetros, la segunda más larga registrada en ese volcán, solo precedida del récord de 13 kilómetros que se registró en 1913.
Tranquilo pero aún peligroso
Luego del último episodio de actividad en 2015, el Volcán de Colima no ha vuelto a presentar explosiones. El doctor Suárez Plascencia asegura que el coloso se encuentra en una etapa de tranquilidad, pero eso no significa que se haya apagado o extinguido, sino que solamente atraviesa un periodo de inactividad que puede acabar en cualquier momento.
Estos episodios de aparente tranquilidad son aprovechados por los científicos que estudian el volcán para conocer la morfología del coloso. El doctor Suárez Plascencia señala que durante esos periodos se trabaja en actualizar los mapas de riesgo, que abordan dos ejes específicos: peligro y vulnerabilidad.
El peligro es un factor que reporta las principales manifestaciones de riesgos que genera este volcán, como los flujos piroclásticos, domos de lava y lluvia de ceniza, así como la emisión de fumarolas ricas en dióxido de azufre que, combinadas con la humedad del aire, provocan lluvia ácida, como ocurrió en 2016, relata el investigador.
El otro factor que se mide es la vulnerabilidad, que implica el número de personas en riesgo, actividades económicas por posibles afectaciones o la infraestructura dañada en ciudades que son afectadas por el volcán.
“En todo el mundo los volcanes son nichos ecológicos que generan vida, captan lluvia, tienen valles fértiles y suelos volcánicos ricos en nutrientes, así como un buen clima, humedad y altura, por lo que resulta atractivo para que la gente empiece a cultivar en esas zonas”.
El investigador indica que el aumento en la producción de la zona complica que los mapas de riesgo estén actualizados, pues el ingreso de nuevos empleados a esas regiones aumenta la población, provocando que se generen asentamientos en partes que no son consideradas dentro de las rutas de evacuación establecidas.
Sánchez Plascencia explica que según sus mapas de riesgo, alrededor del volcán existe un reporte de 20 mil personas que estarían en peligro si ocurriera una explosión, abarcando un perímetro de 15 kilómetros alrededor del cráter; de ese total 16 mil se ubican en Jalisco y el resto en Colima.
“En la primera área de riesgo en Jalisco hay 120 personas, en la comunidad de Juan Barragán, a 7.5 kilómetros del cráter. Después viene el segundo perímetro, de 7.5 a 10.5 kilómetros, donde hay 400 personas, y el tercer perímetro de 10.5 a 15 kilómetros hay poco menos de 16 mil personas”.
Cuerpos alerta
Los operativos que implementan las autoridades de Protección Civil en Colima y Jalisco se aplican según los estudios que comparten los investigadores. El comandante regional de Protección Civil, Estación Ciudad Guzmán, Alfredo Hernández Rodríguez, menciona que desde esa institución se busca capacitar constantemente a la población para evitar que haya pérdidas en caso de que ocurra un evento explosivo.
Los informes de esta dependencia estatal se nutren con la información que comparten los investigadores; no obstante, Hernández Rodríguez detalla que desde Protección Civil trabajan en actualizar sus cifras para adecuar las estrategias al número de personas que habitan en las zonas de riesgo.
“Personalmente acudimos a cada una de las viviendas de los tres municipios con más riesgo para tener actualizado cuántos hombres, mujeres, menores de edad o bebés hay. Esto nos sirve para ver la cantidad de refugios temporales que debemos de destinar en los operativos y cuántas personas tendrían problemas de desplazamiento para poder acercar ambulancias o personal especializado”.
El comandante explica que también actualizan constantemente los semáforos volcánicos, a través de los cuales se informa de manera sencilla el estado que presentan las actividades del volcán. Además, colocan señalamientos en las comunidades vulnerables para que las personas en tránsito conozcan rutas de evacuación y demás investigaciones.
“Todo el tiempo estamos revisando los registros sísmicos y si vemos algo anormal, inmediatamente se reporta a los investigadores, ellos hacen el análisis y dan la pauta para que sigamos trabajando”.