A lo largo de nuestra era, cuatro han sido las peores pandemias que han matado de 50 a 200 millones de personas.
A lo largo de la historia a medida que los humanos se extendieron por todo el mundo, las enfermedades infecciosas han sido un compañero constante, incluso en esta era moderna. El COVID-19 fue oficialmente declarado como pandemia el 12 de marzo de 2020 y a la fecha ha causado 49 mil 180 muertes (al 2 de abril, 9 hrs., Universidad Johns Hopkins); hace mil ochocientos años, la pandemia Antonina, ocurrida en el año 165, ocasionó la muerte de 5 millones de personas.
Y es que a medida que los humanos sofisticaron su adaptación al mundo, los virus también hicieron lo suyo, es decir, evolucionaron con nosotros. Los virus como el coronavirus se originan en animales como los murciélagos. Cuando saltan a los humanos, inicialmente se adaptan mal a sus nuevos anfitriones. Al replicarse en los humanos, los virus ocasionalmente sufren mutaciones.
La mayoría de las mutaciones son inofensivas. Pero de vez en cuando una mutación hace que el virus sea más infeccioso o más resistente al sistema inmunológico humano, y esta cepa mutante del virus se propagará rápidamente por la población humana. Dado que una sola persona puede albergar trillones de partículas de virus que se replican constantemente, cada persona infectada le da al virus trillones de oportunidades para adaptarse mejor a los humanos. Cada portador humano es como una máquina que le da al virus billones de billetes de lotería, y el virus necesita un solo billete ganador para propagarse mejor.
A lo largo de nuestra era cuatro han sido las peores pandemias: la peste bubónica que arrasó con 200 millones de personas, la viruela ocasionó la muerte de 56 millones, la gripe española hizo lo mismo con 50 millones y la Plaga de Justiniano mató entre 30 y 50 millones de personas. Es decir, nuestra lucha contra los virus ha sido extensa.
Sin embargo, a pesar de la persistencia de enfermedades y pandemias a lo largo de la historia, hay una tendencia constante en el tiempo: una reducción gradual de la tasa de mortalidad. Las mejoras en la atención médica y la comprensión de los factores que incuban las pandemias han sido herramientas poderosas para mitigar su impacto.
Por el contrario, la falta de conocimiento científico a menudo condujo en el pasado a respuestas desastrosas, por ejemplo: la peste de Justiniano se propagó por 255 años alrededor de África y mató al menos a la mitad de pobladores en Europa, lo que contribuyó al debilitamiento del Imperio bizantino en formas políticas y económicas. A medida que la enfermedad se extendió por todo el mundo mediterráneo, la capacidad del imperio que era liderado por Justiniano para resistir a sus enemigos se debilitó. Con esta caída se marcó el inicio de la Edad Media.
Una característica de los virus es su velocidad de contagio que solo puede ser frenada con una inmunización controlada, es decir, vacunas. El sarampión encabeza la lista de los virus más contagiosos, una sola persona puede infectar, en promedio, de 12 a 18 personas en una población no vacunada. En comparación, con el coronavirus se puede infectar a 4 personas en promedio. Lo que resulta importante resaltar es que las vacunas ayudan a nuestro cuerpo a crear defensas para combatir a estos virus, y aunque por ahora no existe una vacuna contra el coronavirus, los científicos en el mundo, ya se encuentran trabajando en ello y colaborando de manera ejemplar, intercambiando resultados.
Con información de Yuval Noah Harari, “En la batalla contra el Coronavirus hace falta liderazgo a nivel mundial", publicado el pasado 15 de marzo en la revista Time; y “Visualizando la historia de las pandemias”, publicado el 14 de marzo en Visual Capitalist.
Pie de foto: A pesar de la persistencia de enfermedades y pandemias a lo largo de la historia, hay una tendencia constante en el tiempo: una reducción gradual de la tasa de mortalidad. Foto: Visual capitalist (https://www.visualcapitalist.com/history-of-pandemics-deadliest/).