La investigación es realizada de forma remota por especialistas del Cinvestav Monterrey, el CIO y CICY.
Investigadores mexicanos han emprendido un proyecto de investigación para desarrollar un microchip y su instrumentación con los cuales se podrían detectar de forma rápida, confiable y a bajo costo a pacientes que hayan contraído el coronavirus SARS-CoV-2, causante del COVID-19.
Los especialistas ya bosquejan el primer prototipo. “Se tratará de un dispositivo portátil: imaginemos una cajita a la que abrimos la tapa donde se colocará el microchip, al cual se le pondrá una muestra de sangre o suero del paciente. Al cerrarla se detectarían los anticuerpos generados si da positivo a COVID-19. A su vez el instrumento de operación del chip enviará la información a un dispositivo móvil, como un teléfono celular”.
Por ahora, la investigación se desarrolla con lentitud debido a que para hacer pruebas con COVID-19 requieren de reactivos que se deben importar de EU o China. “Las compañías exportadoras tardan entre cuatro y ocho semanas para en entregar reactivos, lo cual se ha complicado por la pandemia”.
El proyecto es encabezado por José Luis García Cordero, investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) Monterrey, quien se encuentra en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, Suiza, realizando una estancia sabática. En entrevista, señala que cuando inició el brote de COVID-19, analizó con sus estudiantes en Monterrey si podrían realizar un dispositivo que detectara el nuevo coronavirus.
El experto del Cinvestav refiere que en sus proyectos anteriores, el grupo de trabajo desarrolló chips detectando citocinas producidas por las células, sin embargo, ahora con la misma tecnología y biosensores se detectarán los anticuerpos producidos en el suero de una persona infectada.
Ante la urgencia de tener este tipo de pruebas, invitó a sus colegas del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y del Centro de Investigaciones en Óptica (CIO), con quienes colabora desde hace un par de años en un proyecto de ciencia básica financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y cuyos grupos tienen la experiencia en la instrumentación en óptica. Mientras el grupo de Monterrey caracteriza el microdispositivo basado en un inmunoensayo flourescente. En Yucatán y Aguascalientes desarrollan el instrumento para operar el chip y detecte la fluorescencia de los biosensores que empleará. El plan es que una vez que sus colegas terminen el instrumento de control, viajen al Cinvestav Monterrey, en alrededor de un mes, para hacer pruebas con los dispositivos.
Añade que sería fácil de usar, lo cual no sólo facilitaría su empleo en personal de salud, sino incluso podría ser eventualmente en el futuro empleado domésticamente. En el corto plazo, sería empleado en hospitales y clínicas para realizar análisis de hasta 16 pacientes en paralelo.
El académico señala que no ha sido sencillo coordinar la investigación a distancia, no obstante, se mantiene en continuo contacto con sus colegas de los Centros Públicos de Investigación y sus grupos de trabajo, lo cual se ha facilitado por los trabajos previos que han llevado a cabo.
El investigador refiere además que este tipo de microchips ya se utilizan en EU, Europa, Japón, Corea del Sur y China, tanto para COVID-19, como para otras enfermedades. El principio es más o menos el mismo: un paciente enfermo secreta varias proteínas que viajan en el torrente sanguíneo, la idea es que con una gota de sangre se puedan cuantificar y saber si hay una relación con alguna enfermedad. En México, apunta, no se hacen ni comercializan este tipo de dispositivos. Agrega que esta tecnología abarataría los costos para hacer pruebas diagnósticas, que serían, al menos 100 veces menor al de las utilizadas por métodos tradicionales.
García Cordero menciona que este tipo de investigación será un paso importante para desarrollar tecnología propia, no sólo para tener un primer dispositivo de diagnóstico, sino haber logrado la conformación del grupo y ecosistema de expertos para lograrlo. “Es un buen detonante y cuando haya otra emergencia sanitaria podremos estar listos como los chinos o los coreanos”.
Finalmente, el especialista refiere que buscan colaboraciones con otros grupos de investigación y esperan más apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para acelerar el desarrollo y que ayuden en la obtención de reactivos, lo cual ha sido un problema no sólo para esta investigación, sino uno ya bien conocido por los grupos de investigación del país.
Pie de foto: Por ahora, la investigación se desarrolla con lentitud debido a que para hacer pruebas con COVID-19 requieren de reactivos que se deben importar de EU o China. “Las compañías exportadoras tardan entre cuatro y ocho semanas para en entregar reactivos, lo cual se ha complicado por la pandemia”. Foto: José Luis García Cordero.