La respuesta inmune en COVID-19: ¿aliada o enemiga? 

 En pacientes con neumonía, entre más grave sea el cuadro, menos células inmunes tienen para combatir al SARS-CoV-2 causante del COVID-19.

 En casos graves, el SARS-CoV-2 aterriza en los pulmones, convirtiéndolos en la zona cero de una larga cadena infecciosa por todo nuestro cuerpo pues además de ocasionar problemas respiratorios, también puede dañar el corazón, el riñón, los vasos sanguíneos, y el sistema nervioso. Aunque hay varias teorías que podrían explicar el porqué de este deterioro en cadena, los científicos apuntan a que nuestro sistema inmune podría estar jugando en nuestra contra.

De acuerdo con el doctor Rafael Bojalil Parra, investigador del Departamento de Atención a la Salud de la UAM-Xochimilco, el SARS-CoV-2 puede generar una enfermedad multiorgánica en un ambiente hiperinflamatorio. Hay tres motivos por los que nuestro cuerpo se inflama: una infección (en este caso por coronavirus), el daño a las células y/o tejidos, así como los trastornos funcionales en estos. Estas tres características las tenemos en pacientes graves infectados por SARS-CoV-2, es decir, “tenemos todo para tener un ambiente súper inflamado”.

Esta hiperinflamación es una respuesta de nuestro sistema inmune para tratar de protegernos, pero en este caso con efectos adversos, lo cual podría indicar que la mortalidad de esta enfermedad en parte podría explicarse por esta respuesta inflamatoria extrema ante el virus.

Las respuestas inmune e inflamatoria, dependen en gran medida de la carga genética pero también de ciertas condiciones presentes al momento de la infección (como diabetes o hipertensión), lo que lleva por ejemplo a que “haya casos reportados donde los pulmones de los pacientes desarrollan cicatrices (fibrosis pulmonar) de tal manera que los pulmones no pueden ejercer su actividad de forma adecuada y esto afecta la recuperación de los pacientes”.

Cómo funciona nuestro sistema inmune

A pesar de que el SARS-CoV-2 es un coronavirus nuevo en el mundo, los humanos, no estamos completamente vulnerables ya que nuestro sistema inmune nos protege de alguna forma, es decir, “la mayoría de las personas parece desarrollar una respuesta inmune protectora pero no sabemos aún cuánto dura”.

La respuesta inmune es una respuesta que se activa en presencia de amenazas potenciales. Nuestra primera línea de defensa, la inmunidad innata, es un tipo de inmunidad basada en la memoria evolutiva que se ha construido a lo largo de nuestra historia enfrentando patógenos. Esa primera línea de defensa del sistema está compuesta por macrófagos encargados de comerse a los virus o atraparlos y procesarlos, mientras que los linfocitos NK reconocen a las células modificadas por infecciones virales y las destruyen, incluyendo su material genético. En esta primera línea también encontramos mensajeros que viajan a lugares cercanos o lejanos, llamados citocinas. Algunas alertan a todo el vecindario de que hay un intruso, otras de estas moléculas son capaces de inhibir o activar o generar toda una serie de fenómenos intracelulares que contiendan con el virus.

En la segunda línea de defensa, llamada inmunidad adaptativa, encontramos que las células dendríticas activan a los linfocitos T de tipo “CD4” que son conocidos como facilitadores o ayudadores porque activan a otras poblaciones celulares. También se activan los linfocitos T “CD8” que son citotóxicos y reconocen los antígenos virales (las partes de los virus que están expresados en la superficie de nuestras células) y, al igual que las células NK, les dan el “beso de la muerte”, haciendo que las células infectadas se suiciden. En esta etapa de la respuesta también es cuando se producen los anticuerpos que reconocen y actúan en contra de los virus.

Pero aún con todo este armamento, los pacientes graves que tienen neumonía por COVID-19 tienen menos linfocitos: totales, ayudadores, citotóxicos y células NK.

“Se ha observado en algunos pacientes que tienen neumonía por COVID-19 que entre más grave sea el cuadro menos células inmunes tienen los pacientes. Por si fuera poco, a mayor inflamación, hay menos linfocitos que ataquen el virus. Esto es muy importante porque perdemos capacidad de respuesta en contra del virus”, dijo el inmunólogo durante su charla La respuesta inmune en COVID-19: ¿aliada o enemiga?, para la sección Conversaciones con los científicos en la página del Foro Consultivo Científico y Tecnológico A.C. “La ciencia y el coronavirus”. Aquí puedes consultar la charla completa:

https://www.youtube.com/watch?v=UyH3LH2h8o4&feature=emb_logo

Las personas asintomáticas y su sistema inmune

De acuerdo con los datos que arrojaron las pruebas rápidas que analizaron los científicos en la Universidad de California en San Francisco, Estados Unidos, el 10% de los pacientes con síntomas produce anticuerpos en los primeros cinco días después de que iniciaron sus síntomas, pero solo hasta después de 20 días se encuentran anticuerpos en 90% o más de los pacientes. “El efecto más importante de los anticuerpos es el efecto neutralizante para que este virus no logre unirse al receptor llamado ACE2. En este sentido, sabemos que la producción de anticuerpos es menor en individuos asintomáticos”, comentó.

Aún con estos datos hay cosas aún no quedan claras: por ejemplo, qué tan importante es un ataque directo del virus al endotelio de los vasos sanguíneos o a los riñones que son ricos en esta enzima ACE2, o qué tan efectivo es controlar la tormenta de citocinas generada por un proceso de hiperinflamación. En todo caso, muestra que la ciencia avanza paso a paso y cada descubrimiento va generando más preguntas.

Pie de foto: La producción de anticuerpos es menor en individuos asintomáticos. Foto: FCCyT.

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