Perú, 27 de febrero de 2022.- A pesar de ser conocida por los indígenas de un poblado peruano de la Amazonia, la rana danta –con nariz similar a la del tapir– había pasado desapercibida a la comunidad científica. Gracias a la ayuda de guías locales, un equipo de biólogos ha podido encontrar este diminuto y esquivo anfibio, protagonista del #Cienciaalobestia, a través del pitido que emite como llamada.
A los habitantes de la Comunidad Nativa Tres Esquinas en la Amazonia peruana les era familiar desde hace tiempo una pequeña rana excavadora con un largo hocico y a la que denominaron, por la alargada forma de su nariz, rana danta, nombre con el que se conoce también al tapir mesoamericano, un mamífero terrestre de gran tamaño.
Al ser tan esquivas, los biólogos no habían logrado dar con estas ranas hasta ahora, cuando orientados por guías locales, las han descubierto por fin en la cuenca de Putomayo en la Amazonia peruana. “Estas ranas son realmente difíciles de encontrar, y eso hace que estén poco estudiadas”, dice Michelle Thompson, investigadora del Centro de Acción Científica Keller del Museo Field de Chicago en EE UU y coautora del estudio publicado en la revista Evolutionary Systematics.
Aunque están repartidas por toda la Amazonia, estos anfibios, bautizados como Synapturanus danta, viven bajo tierra y sus áreas de distribución quedan muy limitadas al no desplazarse mucho mientras cavan. De hecho, en el caso de esta nueva especie, hallada en los humedales ácidos del Amazonas ricos en nutrientes y hechos de materia vegetal en descomposición, conocidos como turberas, los científicos creen que podría estar restringida a ese entorno.
“La forma de su cuerpo y su aspecto general parecen estar adaptados al suelo blando de la turbera, en lugar de la forma robusta y más ancha de las especies de otros ambientes”, afirma Germán Chávez, investigador del Instituto Peruano de Herpetología y primer autor del trabajo.
Así es la nueva especie, pequeña, esquiva y ruidosa
El aspecto de la rana tapir sorprendió a los científicos: “Parece una caricatura de un tapir, porque tiene un cuerpo grande y abultado con una pequeña cabeza puntiaguda”, describe Thompson. A pesar de ser llamativa, era muy difícil de encontrar por su pequeño tamaño –no más grande que una moneda de 25 céntimos– y su color amarronado que se confundía con la tierra.
“Están bajo tierra y son rápidas. Sabes que están en algún lugar debajo, pero no las ves saltando”, comenta la experta. Pero aunque son difíciles de ver, sí se las podía oír. En la búsqueda de ejemplares en las turberas, el equipo escuchó un pitido procedente del subsuelo y se esperó a la noche, cuando los anfibios son más activos, para encontrarlos.
“Ya habíamos capturado un juvenil en nuestra primera noche en las turberas, pero a las 2 o 3h de la madrugada estábamos cansados. Decidimos volver a ese lugar nuestra última noche, después de tres buscando ranas y serpientes, para ir a localizar esas ranas que habíamos oído al principio”, recuerda Chávez.
Tras varias horas excavando y persiguiendo las llamadas en forma de pitidos –que fueron grabando a medida que buscaban–, por fin esa noche lograron capturar a otro ejemplar, esta vez adulto. Gracias a los especímenes de las ranas, las grabaciones de sus llamadas y un análisis de ADN, los biólogos pudieron confirmar que se trataba de una nueva especie.
“Nuestros análisis genéticos muestran que esta nueva especie pertenece a un grupo que evolucionó en el oeste de la Amazonia, donde la influencia de paisajes prehistóricos como el lago de Pebas podría haber creado diferentes humedales, que originaron la diversidad que vemos en Synapturanus hoy en día”, explica Chávez.
Al necesitar madrigueras para ocultarse, las turberas se han convertido en un hábitat perfecto para estos animales: “Forman parte del ecosistema subterráneo. Se mueven, comen y ponen sus huevos ahí abajo. Contribuyen al ciclo de los nutrientes y a cambiar la estructura del suelo”, declara Thompson, para quien además las ranas podrían ser un indicador de la salud de estos ecosistemas en una región que necesita ser conservada.
El hallazgo de este anfibio demuestra la necesidad de que científicos y población local trabajen juntos para proteger esta región. “Es un ejemplo de la diversidad oculta del Amazonas, y es importante documentarlo para entender la importancia del funcionamiento de este ecosistema”, concluye la investigadora.