Madrid, 3 de septiembre 2023— En tiempos de prisas y aviones que “teletransportan” a precios de chollo,
el viaje lento -las esperas en andenes, los enlaces en estaciones desconocidas, la transición entre los paisajes por la ventana- había quedado relegado a la nostalgia de otra generación; pero este verano más de 915.000 jóvenes han podido explorar esta otra forma de desplazarse sin el impacto climático de volar.
A Mallorca no llegan trenes ni autobuses, pero Aina Mateu, una mallorquina de 20 años residente en Madrid, va y viene de su isla sin coger apenas aviones para evitar la huella de carbono asociada: “Los vuelos son supercontaminantes y me da rabia que sean tan baratos”, señala a EFE esta estudiante.
Muchas veces, aunque volar de Mallorca a Madrid le resulta más barato que solo el viaje en tren desde Barcelona a la capital, decide cruzar primero el Mediterráneo en ferry hasta Barcelona o Valencia y a partir de ahí moverse en autobús, coche compartido o tren, como ha hecho todo este verano.
En estos momentos recorre Bilbao, lugar al que fue desde Madrid en autobús por 3 euros, dice, gracias al abono “Verano Joven“, un descuento que desde el 15 de junio han disfrutado más 915.000 personas entre 18 y 30 años en España, según el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, y que logra rebajas hasta el 90 % en billetes de bus y tren.
El 58 % de los trayectos realizados entre el 15 de junio y el 15 de agosto se han hecho en ferrocarril y el resto por carretera, precisa el ministerio, que asegura que “el 56 % de los viajeros únicos han priorizado el tren para moverse por España”.
El madrileño Carlos Bellido (28) no solía usar el tren para desplazarse en vacaciones, pero este verano ha sido su medio elegido para ir a Alicante y a Málaga varias veces.
En total, los jóvenes españoles han realizado 2,6 millones de trayectos en tren y autobús haciendo uso del descuento, y el 60 % de estos han tenido su origen o destino en Andalucía, Valencia, Cataluña y Madrid.
A Ana Beltrán, una fotógrafa de 29 años también residente en la capital, este abono le ha permitido visitar a su familia, que vive en Benicarló (Castellón), más veces este verano que ninguno de los anteriores, celebra.
“Como soy autónoma, a veces no puedo planificar con mucho tiempo de antelación”, lo que se traduce en precios de entre 70 y 90 euros para viajar en tren desde Madrid, estima Beltrán en base a lo que se gastaba el año pasado de media por cada trayecto.
Con el descuento, en pleno agosto -es decir, en temporada alta-, el mismo viaje le ha costado menos de 30 euros.
Aunque puede conducir, no tiene coche, señala, y además no es un viaje que le parezca tan agradable como el tren, donde puede ir tranquila, leyendo y trabajando, argumenta.
Mateu comparte esta opinión, y recalca que muchos de sus amigos y conocidos optan por volar porque a menudo sale más barato que otras opciones menos dañinas para el clima pero también porque se tarda mucho más en tren, barco o autobús.
Ella, sin embargo, valora precisamente eso: la lentitud del viaje, la desconexión que ofrece de un mundo atrapado en las prisas: “Es una forma de imponerme desconectar, en el barco no hay cobertura, son seis horas de estar ahí leyendo, tumbada al sol y con el viento y el mar”, comenta.
Viajar en avión, en cambio, es como “teletransportarse”, añade, “es mucho menos notable el cambio de sitio, el proceso de transición”.
::: Un cambio de mentalidad :::
Aunque a Mateu le gusta que jóvenes como ella hayan podido disfrutar de esta otra forma de moverse, mientras que las redes sociales alientan el viaje de bajo coste y lo más lejos y rápido posible, sostiene que los precios de desplazarse por tierra deberían rebajarse para todos, ya que el cambio cultural debe darse también en otras franjas de edad.
“La generación de mis padres sigue viajando mucho en avión y usando el coche más que el tren o que el bus”, alega, en parte por la “asociación que hacemos de que si tienes una cierta edad tienes que tener vehículo propio, y que ir en bus es de pobres”, abunda.