PORTUGAL, 16 DE ENERO 2024--El 8 de diciembre de 2023 se recibió un primer aviso de que el carguero Toconao
había sufrido un accidente frente a las costas de Portugal, liberando una parte importante de su carga de pélets de polietileno.
Estos pélets, de tamaño milimétrico y de un aspecto que se confunde en la arena, flotan en el agua, son difíciles de retirar y, aunque no sean tóxicos per se, pueden producir efectos deletéreos por sus propiedades físicas y por la naturaleza química de algunos de los aditivos que liberan.
::: ¿Qué son y para qué se utilizan?
Los pélets de plástico -técnicamente conocidos como granza-, son bolitas de tamaño milimétrico que se utilizan como producto de partida para el moldeado de los múltiples objetos que todos utilizamos. Estos pélets se funden, produciendo un líquido viscoso y homogéneo (imaginemos el comportamiento de la miel) que se inyecta, o vierte, en moldes adecuados para que, tras enfriarse y endurecerse, adopte la forma final del producto que se quiera obtener.
A escala mundial, se producen anualmente cientos de millones de toneladas de estos pélets, que deben ser transportados a las correspondientes fábricas. Dado su tamaño y propiedades físicas, los pélets de este vertido no solo flotan en el agua marina, y pueden ser arrastrados por las corrientes, sino que el propio viento puede desplazarlos.
::: ¿Son biodegradables los plásticos?
Los conocimientos sobre la degradación biosostenible de los diversos plásticos son escasos. El tereftalato de polietileno, por ejemplo, es el principal componente de muchas fibras sintéticas y botellas de agua. El poliestireno (el “corcho blanco”) es uno de los plásticos más utilizados para fabricar multitud de objetos. La poliamida es la base del nailon que se usa para fabricar tejidos. El poliuretano se usa sobre todo como parte de revestimientos de aislamiento o impermeabilización.
Pero el plástico más producido, cuyas diferentes variantes se utilizan en todo tipo de productos, es el polietileno. Por desgracia, todavía no se conocen otros materiales alternativos que puedan competir con las numerosas ventajas que ofrecen los plásticos, tan difícilmente degradables. El polietileno es, además, uno de los más resistentes.
::: ¿Cuál es la composición de los pélets de esta marea blanca?
El polietileno se obtiene de la polimerización del etileno, un compuesto muy volátil que, a la vez, es un derivado del petróleo y una hormona volátil imprescindible para la maduración de la fruta. Es uno de los plásticos más comunes por su bajo precio y la simplicidad de su fabricación. Se generan aproximadamente 80 millones de toneladas anuales en todo el mundo.
Los pélets contienen además toda una serie de aditivos, de distinta naturaleza y potencial toxicidad, que contribuyen a mejorar sus propiedades y estabilidad. Suelen ser pigmentos, antioxidantes, retardadores de llama o filtros ultravioleta.
El reciente informe elaborado por los investigadores del QANAP de la Universidad de la Coruña confirma que, efectivamente, los pélets del vertido son de polietileno, con un fotoestabilizador mayoritario, poco soluble en agua, de nombre comercial Tinuvin 622. En mucha menor proporción, también se han identificado otros tres fotoestabilizadores y once productos orgánicos más. Todos se utilizan habitualmente en la industria del plástico.
::: ¿Qué riesgo tiene este vertido para seres humanos y otros seres vivos?
El polietileno es un plástico seguro por su baja reactividad química. Al ser tan inerte, se usa mucho en sectores delicados desde el punto de vista de la salud, como la alimentación o la medicina. Aparentemente, los aditivos hasta ahora detectados también cumplen con las características de seguridad de la legislación vigente y no se liberan fácilmente de los pélets que los contienen. Constituyen, por tanto, un material que, debidamente manejado, es seguro.
Sin embargo, es justamente esta falta de reactividad química y sus particulares propiedades físicas (pequeño tamaño, ausencia de color y baja densidad) las que los convierten en un potencial peligro ambiental a medio y largo plazo. Su retirada, tanto del agua, como de las playas, es dificultosa porque tienen un tamaño que coincide con el de muchos organismos marinos. Además, se mimetizan con la arena.
Precisamente por su resistencia química, tienen grandes posibilidades de ir disminuyendo poco a poco de tamaño, por la natural erosión ambiental, y contribuir al conjunto de los nanoplásticos que ya pueblan los océanos.
Si bien, en principio, no ocasionarán daños a personas, sí podrían afectar a los sistemas digestivos de muchos peces, provocando su muerte o, al menos, interfiriendo en su desarrollo y reproducción. Muchos de los aditivos, algunos insolubles en agua, contribuirán a alterar los ecosistemas de microorganismos marinos, afectando especialmente a aquellos que son fotosintéticos, que son los que contribuyen a captar el CO2.