*Ofrece México técnicos expertos
Edmundo Olivares Alcalá
El soplado de vidrio científico es un arte que ha perdurado por casi un siglo en México. Más allá de requerir complicadas herramientas para moldearlo, es necesario que los expertos cuenten con habilidad manual, buenos pulmones y agudeza visual.
Esta especialidad se encarga de fabricar y reparar equipo y material de vidrio de uso frecuente en laboratorios de enseñanza y de investigación.
Convertirse en un soplador no sólo requiere años de experiencia, sino también el contacto con diversos campos de la ciencia. Al menos debe pasar una década en ese entorno para que alguien sea considerado máster.
Aunque sólo en países europeos existen programas educativos que preparan a profesionales en la especialidad, en México, particularmente en la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, se cuenta con técnicos expertos, formados en el trabajo diario, en el Taller de Soplado de Vidrio.
Ahí se elaboran piezas de calidad, equiparables a las producidas por empresas externas, incluso las más prestigiadas del mundo. Se fabrican y reparan matraces, refrigerantes, pipetas, probetas, buretas, vasos de precipitado, líneas de destilación y de alto vacío, entre otros instrumentos, además de equipo de uso frecuente en laboratorio.
También, se manufacturan aquellas que por ser sumamente especializadas no se consiguen en el mercado, por lo que es necesario hacer prototipos sobre diseño.
La tarea profesional que realiza el personal de ese espacio lo ha llevado a ser parte complementaria de las actividades de investigación de la FQ. Brindan servicio a académicos y estudiantes de la misma, pero también a otras instancias universitarias, del sector salud y a compañías externas.
Más de 43 años de experiencia respaldan su trabajo, cuya materia prima es el tubo de vidrio borosilicato 3.3, que se caracteriza por su elevada resistencia al choque térmico, eso lo convierte en el material ideal para uso en laboratorio y en las grandes plantas industriales, explicó Antonio Zarco Reséndiz, jefe del área y uno de los mejores sopladores científicos en México.
Cada año, en el sótano del edificio B de la FQ el taller procesa, en promedio, de 900 a mil solicitudes, que van desde la reparación o elaboración de una pieza, hasta de 30 ó 40 instrumentos por petición. Cada una es atendida en un máximo de 20 días, en caso de ser complejas.
Respecto a la reparación de instrumental, la mayoría puede recuperarse. “Del total, 95 por ciento tiene solución si se respetan las características propias del mismo”, explicó Zarco Reséndiz, con 34 años de experiencia en la materia –cinco de ellos en la Facultad–, habilidad que aprendió en la industria privada y que ahora comparte con sus compañeros de área.
A diferencia del soplado de vidrio artesanal, oficio en el que se utiliza un tubo a través del cual se sopla para dar forma a elementos de ornato, la técnica científica requiere del calentamiento por soplete, a temperaturas de mil 260 grados centígrados o más (como en el caso del cuarzo, al alcanzar los dos mil 100 grados) para moldear tubos, capilares o varillas de vidrio de diferentes diámetros, provenientes de Estados Unidos y Europa.
Las flamas a altas temperaturas son necesarias para que la materia prima se torne cristalina, a fin de trabajar con facilidad, ello no sería posible si el vidrio es muy líquido o viscoso.
Para el fundido, soplado, moldeado y corte de los tubos (desde tres milímetros hasta 140 milímetros), los expertos cuentan con un torno especial, donde fabrican piezas grandes, o bien, lo hacen en forma manual una vez que el vidrio se ha suavizado con el soplete, en especial si se trata de reparaciones.
Además del torno mecánico para soplado, disco para corte, horno para templado y sopletes con diferentes boquillas y tamaños, que funcionan con oxígeno industrial y gas butano, los universitarios emplean herramientas de fabricación propia, útiles en sus tareas.
Para proporcionar los servicios, se cuenta con dos técnicos en soplado de vidrio: Marco Antonio Badillo Cruz y Víctor Javier Díaz Vázquez. También, colaboran Olivia Torres Moreno, técnica en apoyo genérico y María del Socorro Mora García, oficial administrativo.
Los integrantes del taller relataron que esta área se fundó bajo la administración de José Francisco Herrán Arellano (1970-1978), que trajo a un especialista suizo, a quien todos conocían como Frey, para que pusiera en marcha esta técnica.