La rabia o hidrofobia es una enfermedad del sistema nervioso central causada por un virus perteneciente a la familia Rhabdoviridae, que afecta a los mamíferos tanto domésticos como silvestres, incluidos los seres humanos. Este virus se encuentra en la saliva de animales infectados y se inocula en las personas u otros
animales susceptibles si aquéllos les ocasionan una lesión por mordedura.
Entre la fauna "no doméstica" ocurre lo que se conoce como "rabia silvestre", que está bajo un control constante con las campañas de prevención que realiza la Dirección General de Salud Animal de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) en el país.
“Se basan en tres ejes: informar a la comunidad, sobre todo la ganadera, de las características y mecanismos de transmisión de la enfermedad; capacitar a personal para que lleve a cabo la vacunación de animales susceptibles de contraerla y controlar la población de murciélagos hematófagos”, explicó Raúl Vargas García, investigador del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.
Por cierto, el académico aclaró que es falsa la creencia popular que dice que las ratas, los ratones y las ardillas pueden transmitir el virus de la rabia a los seres humanos.
“En primer lugar, si padecen rabia avanzada, los roedores cursan un cuadro paralítico, lo que hace imposible la transmisión del virus, pues no son capaces de tener la movilidad suficiente para agredir. Además, poseen glándulas salivales rudimentarias, lo que les impide secretar el virus en cantidades y condiciones de madurez suficientes para que su transmisión sea eficaz”, afirmó.
En México se ha identificado a los murciélagos hematófagos (que se alimentan de sangre) como los más frecuentes transmisores. “Lo hacen con facilidad y consiguen que su circulación se mantenga en el ambiente. Muerden prácticamente a todos los miembros de la fauna silvestre, como los coyotes, las serpientes, los armadillos, los venados y el ganado que vive en lugares cercanos a las selvas o donde aquéllos tienen su nicho ecológico”.
Otros animales silvestres como los mapaches, zorros y zorrillos representan un alto riesgo porque son particularmente agresivos y su mordedura es profunda, con lo que pueden pasar, sin dificultad, el virus a los domésticos e, incluso, a los seres humanos.
Las zonas tropicales presentan una mayor incidencia de casos de rabia silvestre porque allí se localizan los nichos ecológicos de los murciélagos hematófagos (es decir, las áreas selváticas de lluvia constante con temperaturas relativamente altas, de entre 26 y 30 grados centígrados, en promedio) y porque, asimismo, allí reside una mayor densidad de animales silvestres, incluidos los de ganado.
Uno de los estados del país donde se registran más casos de este padecimiento es Chiapas, por las particularidades de su ecosistema. Sin embargo, en otros como Tamaulipas, Hidalgo, San Luis Potosí y Yucatán, también ha habido brotes.
Se ha visto que si el ganado es desplazado hacia lugares alternativos para desarrollar la ganadería mixta, los murciélagos hematófagos lo siguen, pues constituye su principal fuente de alimentación.
“Así, por ejemplo, hay casos de rabia paralítica bovina (o derriengue) transmitida por esos animales en el Valle del Mezquital, Hidalgo y en localidades de San Luis Potosí”, comentó el investigador.
Además de la rabia silvestre en sí, las mordeduras de los murciélagos hematófagos impactan a la economía ganadera: los animales agredidos se hallan en un estado de permanente estrés, no tienen un buen aprovechamiento del forraje y, por lo tanto, no lo transforman en la cantidad de carne deseada.
“Por si fuera poco, la piel pierde su valor económico porque sufre un daño por las mordeduras y si los animales llegan a morir, la pérdida económica se incrementa”.
Según Vargas García, en 2012 las muertes en el país por derriengue fueron de 935 cabezas y representaron, en números redondos, pérdidas económicas por más de siete mil 500 millones de pesos (en este recuento no se consideró la pérdida de peso de los animales ni el daño a sus pieles, pues no están del todo documentados).
Con respecto a los animales que el año pasado fueron inoculados con el virus de la rabia silvestre en zonas rurales por murciélagos hematófagos y otros animales silvestres, informó que los caballos representaron cinco por ciento, los bovinos dos por ciento y los ovinos 1.2 por ciento.
“Recientemente se propuso en el Comité de Zoonosis del Consejo Técnico Consultivo Nacional de Sanidad Animal (CONASA), emprender un estudio más profundo del impacto del derriengue en la ganadería, en el que se incluya tanto el ocasionado en el peso como el daño a las pieles, lo que finalmente redundará en un mejor conocimiento de las pérdidas absolutas para los ganaderos y el país”.