¿A quién no le ha ocurrido en alguna ocasión?: Te encuentras con alguien que te habla con gran familiaridad, sabes que le conoces,pero no consegues ubicarle. ¿Un compañero de trabajo tal vez? ¿Alguien del gimnasio? La sensación es muy incómoda... Tratas de extraer pistas de la conversación, pero nada... En ocasiones no queda más remedio que comentar, “perdona, pero no consigo ubicarte”. Otras veces, por cortesía, poner cara de póquer y tratar de salir del paso.
Este es uno de los ejemplos más típicos de “paramnesia” cotidiana, es decir, distorsiones de la memoria. El término paramnesia fue introducido por el médico alemán Emil Kraepelin, considerado el fundador de la psiquatría moderna. Esta incapacidad para ubicar a una persona que conocemos pero que vemos fuera del lugar habitual con el que normalmente la asociamos es una paranmesia de reconocimiento sin recuerdo.
A estos errores aparentemente sin importancia, Sigmund Freud los denominaba parapraxias y forman parte de la “Psicopatología de la vida cotidiana”, una obra que publicó en 1901. El padre del psicoanálisis denominaba actos fallidos a estas experiencias, que considera frutos de deseos ocultos, o de traiciones del “inconsciente”.