Europa, la misteriosa luna helada de Júpiter, considerada por muchos investigadores como uno de los mejores lugares del Sistema Solar para encontrar vida más allá de nuestro planeta, puede albergar gigantescas placas tectónicas como las de la Tierra que se mueven en su superficie.
Esto convertiría a este satélite en el único mundo del Sistema Solar junto al nuestro con esta estructura, por la cual una serie de bloques rígidos flota sobre otras capas más viscosas y calientes en el interior del cuerpo, con la diferencia de que, en este caso, en vez de ser rocosos son de hielo. El descubrimiento hace que este mundo sea aún más interesante en la búsqueda de vida extraterrestre, ya que el movimiento de las placas supondría un intercambio de elementos químicos entre la superficie y el océano que se esconde bajo la capa helada de la luna.
Simon Kattenhorn, geólogo previamente en la Universidad de Idaho en Moscow, y Louise Prockter, científica planetaria del Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins en Laurel, Maryland, hicieron el descubrimiento a través de imágenes de la nave espacial Galileo de la NASA, que orbitó Júpiter desde 1995 a 2003. La mayoría de sus imágenes de Europa son bastante borrosas, pero Kattenhorn y Prockter escudriñaron una de las pocas regiones de la luna de las que existen imágenes de alta resolución.
Una placa succionada
Los investigadores trataron las fotografías como si fueran piezas de un rompecabezas geológico gigante. «Cuando pusimos todas las piezas juntas de nuevo, había un gran agujero en la reconstrucción, una especie de espacio en blanco», dice Kattenhorn. La parte que faltaba, del tamaño de Israel, tenía que estar en alguna parte, así que los científicos creen que debe haber sido succionada hacia abajo en el interior de Europa, un proceso parecido a la subducción en la Tierra, por el cual la corteza oceánica se cae debajo de una placa continental.
Si este proceso resulta ser común, podría significar que Europa es capaz de albergar un ciclo de compuestos amigables para la vida entre la superficie y el interior, lo que aumenta considerablemente la posibilidad de que su océano subterráneo sea habitable.