“Me emocionan. Son juegos que me mantienen despierta porque son sorpresivos, no predecibles (…) La musicalización te atrapa y el diseño de los personajes, aunque sean
virtuales, me siento acompañada y apoyada. Sé que la violencia no es buena, pero es algo fantasioso; además, los personajes contra los que peleo en el juego realmente los odio, pareciera que realmente los odio y eso hace que quiera matarlos”, comenta Tania, estudiante de 22 años de edad.
—¿Qué tanto te afectaría si desaparecieran los videojuegos en tu vida? —se le pregunta a Aldo, ingeniero en sistemas, de 25 años de edad.
—Me pongo a hacer otra cosa, me pondría con una pistola a disparar a la gente; no, no te creas, no a esos extremos —responde en tono de broma.
—¿Te gustan los videojuegos violentos?
—A veces, no sé (…) Cuando le traes rabia a un compañero y dices: “Ah, quiero matarlo, pero en el videojuego mejor”. Lo eliges para desestresar, pues sí —añade.
Alejandro, un empleado de 25 años de edad, considera que entre los juegos más violentos está Grand Theft Auto por la temática que maneja. “Nunca lo he jugado, nunca me ha llamado la atención, dicen que los gráficos no son tan buenos, pero el tipo de juego maneja un personaje en una ciudad y haces lo que quieras, digo, si voy a jugar, voy a jugar preferentemente algo que no pueda hacer en la vida real; caminas por la calle, puedes golpear y matar y eso puede repercutir en ideas no muy buenas, y a mí no se me hace muy divertido porque tienes que huir de la policía, se me hace un juego que no vale la pena jugar”.
—¿Podríamos decir que los videojuegos que te gustan son los violentos? —se le pregunta a Alejandro.
—Sí, me gustan los violentos ficticios. Ninja Gaiden no es un juego muy tranquilo, le cortas la cabeza a otro ninja, le haces esto y le haces lo otro, pero siento que hay una línea divisoria entre agresivo ficticio y agresivo potencialmente real, esa es la diferencia, siento yo.
Andrea, una enfermera de 23 años de edad, argumenta: “No es que me guste la violencia o sea fanática de ella; de hecho, por eso juego videojuegos violentos, porque no es algo real; la violencia que se ve ahí es falsa, es solo un juego, por eso me gusta, porque no es algo que pudiera pasar. Me gusta porque es algo que no pudiera experimentarlo de otra forma. Sale de lo común de mi vida diaria, es algo extraordinario lo que en el juego pasa y además yo lo controlo, soy parte de eso; de ser una enfermera en la vida real, paso a ser una guerrera, una espía o una sobreviviente en el juego y eso me emociona”.
Estas expresiones forman parte de las respuestas ofrecidas por jóvenes de Acapulco, Guerrero, y la zona conurbada Colima-Villa de Álvarez, en el estado de Colima, quienes fueron algunos de los informantes en la investigación académica “Joven y videojuego: análisis de la significación de la violencia”, con la que Omar Constantino Pérez Vázquez obtuvo en enero de este año el grado de doctor en ciencias sociales por la Universidad de Colima (Ucol).
Durante la elaboración de su trabajo, el autor llegó a la conclusión de que no es una regla que las personas consumidoras de videojuegos violentos se hacen violentas; sin embargo, encontró que los usuarios de videojuegos son propensos a insensibilizarse ante la violencia, pues se produce una legitimación de este fenómeno.