Detrás del gran villano de «Star Wars» había un tipo apacible y amable. Azote de jedis y de rebeldes galácticos, el actor David Prowse (Brístol, 1935) se echó encima el pesado traje del sith más poderoso del Imperio. Grabó los diálogos con el mismo ímpetu que combatía a los maestros de la Fuerza, pero cuando el inicio de la primera trilogía se estrenó, se percató de que quien hablaba no era él, sino James Earl Jones, con una voz más grave y del gusto de George Lucas.
Fue la primera traición del padre de la saga a Prowse, pero no la única. En una de las escenas más representativas del universo ideado por el alumno aventajado de Coppola, llegó la segunda. Era la redención del villano, que halló la luz escondida entre tanta oscuridad gracias a su hijo. Maltrecho y a punto de morir, le confiesa a Luke Skywalker que es su padre. Pero bajo la máscara de Darth Vader, entre un samurái y una escafandra gótica, tampoco estaba Prowse, sino Sebastian Shaw. Una humillación de la que el actor, fallecido el pasado sábado a los 85 años, se enteró también durante el estreno del «Episodio VI: El retorno de Jedi». Tenía tanta fama de «bocazas», por sus revelaciones a la prensa, que ni siquiera le confesaron su verdadero papel en la franquicia: ser un autómata, una marioneta sin cara ni voz.
Antiguo campeón de halterofilia, Lucas solo quería al actor por su cuerpo. Medía dos metros y pesaba 118 kilos, envergadura que lo hacía imponente y temible, motivo por el que movió a un remendado Frankenstein en su debut y también por el que lo contrató Stanley Kubrick para hacer de matón en «La naranja mecánica». Pero más allá de su filmografía, repleta de monstruos, como el minotauro al que dio vida en la serie «The Who», Prowse era un tipo bonachón. Afable por naturaleza, tardó años en vengarse de su «padre». Lo hizo en el documental «The people Vs. George Lucas» (2010), de Alexandre O. Philippe, donde contó los escarnios a los que el cineasta, un genio, pero también un tirano con piel de cordero, le sometió durante años. Como si no fuera suficiente castigo el que le impuso el director californiano, Prowse reconoció que nunca cobró la parte del dinero pactada por Lucasfilm por el sexto episodio de la saga. Le correspondía un porcentaje de la recaudación en taquilla de la película, un éxito millonario, pero Lucas alegó que no hubo beneficios.
Alejado del cine a partir de entonces, prestó su voz y rostro a una causa mucho más noble. Se convirtió en el popular personaje Green Cross Code Man, dedicándose a hacer campañas de seguridad vial y demás obras benéficas, que le valieron el reconocimiento de la Orden del Imperio Británico hace una década. George Lucas no lo quería, pero para el resto de cinéfilos y admiradores de la saga galáctica, David Prowse siempre será el verdadero Darth Vader.