Integrantes de la comunidad Cruz Blanda, Ixhuatlán de Madero, Veracruz, crearon una vivienda tamaño real, en cuyo interior se colocó el altar de muertos, a fin de que sea "como lo hacemos en casa", expresaron.
Bajo el título "Ngo Dü. Día de Muertos en Cruz Blanca, Ixhuatlán de Madero, Veracruz", el patio central del Museo
Nacional de Antropología (MNA) alberga un altar otomí, colocado por 33 integrantes de esa comunidad.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), integrantes de la comunidad Cruz Blanda, Ixhuatlán de Madero, Veracruz, crearon una vivienda tamaño real, en cuyo interior se colocó el altar de muertos, a fin de que sea "como lo hacemos en casa", expresaron.
Con la ceremonia para inaugurar la ofrenda, en la cual participó el curandero otomí Don Mauro Santiago, también se clausuró el XVI Coloquio Internacional sobre Otopames, informó Antonio Saborit, director del recinto.
En el ritual se interpretaron sones de "santos" a cargo de músicos de costumbre, una guitarra o jarana, un bajo sexto y el violín amenizaban la presentación con piezas dedicadas a la memoria de los difuntos y se improvisó una calavera dirigida al MNA.
Nancy Marel Santiago Salazar, integrante de la comunidad, indicó que los materiales y productos con los que se hizo el altar fueron traídos desde su lugar de origen, donde en lengua otomí "Ngo Dü" significa "Fiesta de muertos".
Frutas como plátano, limas, naranjas, camotes llamados perritos que sólo se dan en esa región, chayotes, yuca que se prepara en conserva con dulce hecho con piloncillo, elaborado en la comunidad, calabazas, pipitorias o dulces de leche, chocolate en atole, tamales y mole, decoran la ofrenda que permanecerá hasta el 9 de noviembre.
Lourdes Báez, especialista del INAH, detalló que las imágenes religiosas se colocan bajo un arco hecho de otates, varas para armar la curvatura, jonote y palo de anona pepecocka, forrado con flores de cempasúchil y terciopelo, asemejando un portal entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
La presencia de las imágenes religiosas en el altar es para sacralizar el espacio, pues sus difuntos viven con esas deidades, según sus creencias, en tanto, fuera de la casa se instala una pequeña mesa con algunos elementos del altar, pero más sencillo, para los difuntos que no tienen dónde llegar.
Además de la Fiesta de Muertos, que tiene lugar del 31 de octubre al 2 de noviembre, en Cruz Blanca el 18 de octubre, día de San Lucas, se recuerda a aquellos que murieron de forma violenta, y aunque el retorno de estos difuntos es temido por la carga emocional y espiritual de su fallecimiento, se deben realizar los mismos rituales.
A los difuntos se les hace un camino con pétalos de cempasúchil, cáscaras de cacao y pepita o pipián, que inicia desde el camino principal de su calle hasta la puerta de la casa donde está la ofrenda, de ahí al hogar del fallecido, si esta se ubica cerca, para demostrarles que la ofrenda está lista.
Otros elementos tradicionales de la ofrenda son las imágenes de los difuntos, para materializaros, panes de dulce, velas o ceras, bebidas como cerveza, aguardiente de caña, refrescos, aguas de frutas, entre otros alimentos.
Para los otomíes del norte de Veracruz, el mundo está dividido en dos partes: la superior, en la que habitan los hombres y está regido por el Sol, y la inferior, el inframundo, lugar de los dioses y seres inmortales.
El inframundo también es un espacio dedicado para quienes han fallecido, que se convierten en ancestros para retornar al mundo de los vivos y nuevamente convivir con ellos el Día de Muertos, a través del altar, que en esta localidad se monta sólo para 12 difuntos, aunque tengan más.
Los niños fallecidos llegan un día antes, el 31 de octubre a media noche, los angelitos, como se les llama en la localidad, disfrutan de fruta y dulces. A partir del mediodía del 1 hasta la noche del 2, las almas de los adultos reemplazan las almas de los infantes, quienes se desvanecen.