El día que murió John Lennon

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En 1963, cuando yo tenía 15 años de edad, apareció el primer disco en acetato de larga duración “With The Beatles”, cuya portada me pareció magnífica. Desde entonces yo ya estaba enamorado de la fotografía, así que en aquella habitación de poco uso, donde mis padres Ricardo y Renée me dieron permiso para instalar mis rudimentarios laboratorio y estudio fotográficos, coloqué las lámparas para emular la iluminación de Robert Freeman, quien fotografió al Cuarteto de Liverpool para dicho álbum. Así que después de encender las luces y montar la cámara sobre el trípode, me dije a mí mismo: Manuel Peñafiel realiza aquí tu primer autorretrato. La imagen que acompaña esta narración es el fotomontaje que elaboré con mi rostro al lado de los músicos ingleses.

Los años transcurrieron, The Beatles se disolvieron, pero yo continué escuchando las protestas musicales de John Lennon. Eran los inicios de la década de los años setenta, y alrededor del mundo nos enterábamos de la acertada crítica que él hacía del presidente Richard M. Nixon por su guerra criminal en contra de Vietnan; Nixon intentó deportar a Lennon, y al no lograrlo, temí que sus agentes o algún tipejo manipulado por el gobierno belicista de Washington, tratara de callarlo.

Los asesinos solitarios raramente existen, por lo general son complots maquinados por aquellos que ejercen el poder económico, político y religioso. El sistema gubernamental no olvida, así que cuando tiempo después John Lennon fue asesinado mis temores se hicieron reales. El 8 de diciembre de 1980, John Lennon se levantó despreocupado, a las dos de la tarde llegaría a su departamento Annie Leibovitz para realizar una sesión de fotografías para la revista “Rolling Stone”. Ella comenzó a retratarlo individualmente, nadie quería la imagen de él junto a Yoko Ono para la portada, pero Lennon insistió en que los fotografiaran juntos.

Después de posar ante la cámara, el músico británico concedió una entrevista al DJ de San Francisco Dave Sholin. Ya eran las cinco de la tarde cuando Lennon y Ono partieron hacia el Record Plant Studio. Antes de subir a la limusina, John saludó a sus admiradores, entre ellos estaba Mark David Chapman de 25 años de edad, proveniente de Honolulu, Hawai, quien en silencio, le extendió la funda del disco “Double Fantasy”. Lennon, después de obsequiarle su autógrafo, le preguntó:

¿Esto es todo lo que quieres?, Chapman asintió sonriente. Él había esperado el encuentro desde la mañana, inclusive ya había saludado a Sean, el pequeño hijo de John y Yoko, cuando éste regresaba de un paseo por el Parque Central de Nueva York, acompañado de su nana Helen Seaman. El matrimonio permaneció en el estudio de grabación hasta cerca de las once de la noche. John no quiso ir a cenar, sino hasta después de volver a casa para darle las buenas noches a su hijo Sean de cinco años. Al llegar a la entrada del Edificio Dakota, donde vivía, bajó apresuradamente del vehículo, sin esperar a que el chofer lo introdujera al estacionamiento, quería besar a su niño antes de que se durmiera.

Mark David Chapman, un Cristiano Renacido, permanecía oculto en las sombras, cuando John lo pasó de largo, el asesino le apuntó por atrás con un revólver calibre .38, la primera bala pasó arriba de la cabeza de Lennon, estrellándose contra una ventana. Desgraciadamente, los siguientes proyectiles sí lo alcanzaron, dos se incrustaron en el lado izquierdo de su espalda, y el segundo par se alojó en su hombro. De esta manera el creativo músico inglés fue atacado mezquinamente por aquel fanático religioso. Aquellos disparos castigaron severamente el frágil cuerpo del pacifista, sin embargo, fueron dos los que resultaron fatales, una bala se alojó en su pulmón izquierdo, y la otra violó a la aorta. John Lennon letalmente desgarrado y arrojando sangre por la boca, aún tuvo fuerzas para subir cinco escalones hasta llegar al escritorio de recepción donde desparramó las cintas que había grabado en el estudio. El conserje Jay Hastings, en su desesperación, trató de hacerle un torniquete para aminorar la hemorragia, pero al abrirle la camisa empapada, se dio cuenta de la gravedad de las múltiples heridas. Resignado, se despojó del saco de su uniforme para cubrir a su agonizante inquilino, y después de quitarle sus anteojos rojizamente salpicados, llamó a la policía. Mientras tanto, afuera del Dakota Building, el portero José Sanjenis Perdomo ya le había arrebatado la pistola a Chapman, pateándola fuera de su alcance, el turbio hombrecillo para mostrar que no portaba otras armas ocultas se quitó su abrigo y sombrero, alistándose para el inminente arribo de los gendarmes, a quienes aguardó sentado sobre la banqueta. El enfurecido portero, entonces le gritó: ¿Sabes lo que has hecho? Aquel descarriado mequetrefe, calmadamente respondió: Sí, acabo de balacear a John Lennon. Los oficiales Bill Gamble y James Morán, al llegar al sitio, inmediatamente subieron a John Lennon al asiento posterior de la patrulla para trasladarlo velozmente al sanatorio. James Morán, le preguntó: ¿Sabes quién eres? El herido meneó su cabeza en señal afirmativa, trató de hablar, pero sólo se escucharon indescifrables gorgoteos, después su cerebro perdió el conocimiento. Al llegar al Hospital Roosevelt, el moribundo ya no respiraba, ni tenía pulso, el médico Stephan Lynn, y otros dos más le abrieron el pecho para darle masaje manual al corazón, se esforzaron durante más de 20 minutos, pero no pudieron traerlo de vuelta a la vida. John Winston Lennon de apenas cuarenta años de edad fue declarado muerto a las 11:15 la noche del 8 de diciembre de 1980, había perdido el 80% del volumen de su sangre. Sin duda alguna, su asesinato nos desangró el optimismo a muchos.

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