Como testigos mudos de una época que se ha ido, decenas de fotografías, pinturas, carteles, documentos oficiales y artículos de carácter personal de María Félix, son exhibidos en el museo alamense que lleva su nombre.
Abierto hace poco más de 12 años por la canadiense Lynda Barondes, es considerado uno de los mayores atractivos
de visitar en el Pueblo Mágico de Álamos.
El recinto reúne cerca de 700 piezas que a lo largo de su vida Barondes ha coleccionado y/o recibido en calidad de donación de parte de otros admiradores de la diva del cine mexicano.
Los destinos de la Félix y Barondes se unieron en 1972, de manera casual y hasta un tanto misteriosa, recuerda la mujer que con esmero resguarda este tributo viviente a la hija pródiga de Álamos.
“Estaba en París, Francia, asistía a una carrera de caballos cuando un fotógrafo se acercó a preguntarme si era hija de la actriz que estaba en el primer piso, y a la que según él me parecía demasiado. Le dije que no tenía idea de quién hablaba y me la presentó, para nuestra sorpresa, en efecto había algo de parecido”, comenta Barondes.
Desde entonces, Barondes y Félix, que esa tarde habían conversado un poco, tuvieron otros encuentros casuales, uno de ellos en Italia. No volvió a acordarse de ella.
El destino las volvería a unir, esta vez por iniciativa de Barondes, que buscó a Félix cuando se enteró de que la propiedad que había comprado en Álamos, tras visitar a un amigo, había resultado ser la casa en la que había nacido María Félix (1914-2002).
“No sabía, me sorprendía que la gente pasaba a tomarse fotos y a mirar y a preguntar cosas, cuando me enteré, busqué su teléfono la contacté y la invité a venir al Festival Ortiz Tirado. Ella declinó venir porque en enero hacía mucho frío, quedó de pasar en julio, pero falleció en abril, el día de su cumpleaños”, recuerda Barondes, quien inventarió las cosas que fue adquiriendo, las que encontró en la casa que había comprado y las que la propia doña le envió.
Todas ellas dieron vida en 2002 a la Casa Museo de María Félix , que funcionó allí hasta 2012, cuando decidió vender la propiedad con todo y reliquias. Pero al final, los dueños, unos gringos que vienen dos semanas para disfrutar del festival, le dijeron que no querían nada del museo y le dieron 24 horas para recoger todo.
Había decidido abandonar la empresa, pero la insistencia de la gente la hizo hace poco más de un año retomar el proyecto y volver a instalar el museo, tarea que combina con una clínica de animales que tiene.
Cabe decir que se trata de un recinto sin fines de lucro, cuya entrada tiene un costo de 10 pesos y que los fondos que recauda a veces son donados para causas de beneficencia.
Eso no implica que a Barondes no le disguste el desinterés mostrado por parte de las autoridades locales, que, asegura, se han negado a concederle un registro como museo que le permita acceder a algún apoyo económico para su mantenimiento.
"Me parece tonto que no se apoye un esfuerzo que es uno de los principales atractivos turísticos de Álamos, la gente viene por conocer el museo”, dice mientras recibe a un grupo de 20 turistas que arriban a admirar las fotos en las que María Félix es acompañada por Agustín Lara (1897-1970) y los diversos utensilios domésticos rescatados de su casa y que ahora cuelgan de las paredes del museo.
También hay algo de correspondencia, álbumes de recortes periodísticos sobre la carrera de la actriz, cuadros pintados por artistas locales, como el navajeño Zamacona y documentos como el que prueba que, pese a las versiones que rechaza que haya nacido en Álamos, ella sí fue alamense, aunque a muy temprana edad se mudara a otra ciudad.
También hay diversos carteles de las películas de la doña, esas que refieren la Época de oro del cine mexicano, donde es acompañada por galanes como Emilio Indio Fernández (1904-1986) o Jorge Negrete (1911-1953).
La mujer arquea la ceja y su gesto se vuelve recio cuando habla de lo poco que le interesa al municipio apoyar una mejor conservación del legado de María, un pequeño tributo que recuerda parte de la grandeza de una de las mayores divas del cine nacional, custodiado por una extranjera cuyo parecido con la doña la ha obligado a mantener su legado.