Conocido como un pueblo guerrero, que acostumbraba los sacrificios humanos, el imperio azteca también se dedicó a las artes, a la poesía, a la vida, como queda demostrado en la exposición “Xochipilli. Entre luces canta y
llega el Sol”, que a partir de hoy se exhibe en el Museo del Templo Mayor.
Se trata de la exhibición de 80 piezas de la Ofrenda 78, hallada en 1978 en el Templo Rojo Sur del recinto ceremonial de Tenochtitlán, construido alrededor de 1500 d.C., dedicado al dios Macuilxóchitl Xochipilli, al que se asocia a la alegría, a la poesía, el arte, la procreación, el maíz tierno y el verano.
Durante un recorrido para la prensa, la directora del Museo del Templo Mayor, Patricia Ledesma Bouchan, subrayó que con esta muestra el público afianzará su conocimiento sobre el lado sublime de la cultura mexica, conocida como guerrera y sanguinaria, pues en gran parte las piezas mostradas son instrumentos musicales.
Además, anotó, la exposición será acompañada por un ciclo de conferencias sabatinas, que inician el 8 de agosto y durarán todo el mes, en las que se ahondará en el tema, como la plática “La música tradicional indígena y la labor de la Fonoteca en su salvaguardia”, que ofrecerá el especialista Benjamín Muratalla.
Añadió que, además, en la muestra se proyectarán dos videos en los que se habla de Xochipilli, “Sol Niño”, su asociación con el amanecer y atardecer, y por ello con el color rojo, con el ave cojolita, que canta al amanecer, y a quien se le dedicaban oraciones, poemas que se recitaban al nacer el día.
Acotó que por ser un dios identificado con la fertilidad, el verano, el renacer de la vida en las plantas y flores, los cantos dedicados a él se prestaban más a lo lírico, a lo sublime, si bien todos los dioses del panteón azteca tenían sus plegarias.
Por ello es que los ejes de la exposición son la alegría y la esperanza, pues Xochipilli habitaba el Tamoanchan (inframundo) y aparecía tras la lucha entre la noche y el Sol, en el que éste salía vencedor, y con ello la vida, de ahí que el cielo amanecía “manchado” de rojo.
Se integra de 80 piezas de la ofrenda hallada en 1978 por la arqueóloga Mercedes Gómez Mont, el cual estaba cubierto de pigmento rojo de hamatita, lo que con seguridad simbolizaba la sangre de los sacrificados que fertiliza la tierra y al Tamoanchan.
Una característica de la Ofrenda 78 son las réplicas en miniatura de instrumentos musicales que contenía, así como tres cuchillos monumentales de aproximadamente un metro, que tienen en la faz la representación del rostro de Xochipilli, también llamado “Sol Niño” o “Dueño del Rojo Crepúsculo”, todo ello en exhibición.
La exhibición está dividida en cuatro subtemas: “La ofrenda en el contexto mesoamericano”, “La lucha solar”, “El culto al dios Xochipilli-Macuilxóchitl” y “La protección del patrimonio cultural tangible e intangible”.
Y se compone de piezas como minúsculos tambores, flautas, sonajas, mangos de abanico, ollas-tambor y cascabeles de cobre, entre otros instrumentos que se plasmaron en los códices durante fiestas y bailes nahuas.
Los tres cuchillos de tamaño monumental que se exhiben presentan los atavíos del dios Macuilxóchitl-Xochipilli: una mano de color impresa alrededor de sus labios; rostro pintado de rojo fino; un gorro de plumas finas y cresta de pájaro. En la espalda porta su abanico, con la bandera solar con remate de quetzal.