Como un hombre de gran bagaje que supo hacernos ver, a través de su obra, todo el cúmulo de circunstancias por las que atravesó el hombre contemporáneo, fue calificado el pintor José Clemente Orozco, al ser recordado a 66 años de su fallecimiento.
Laura González Matute, investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap) del Instituto Nacional de Bellas Artes, recordó a Orozco, como uno de los tres pilares del muralismo mexicano y uno de los artistas más importantes de México en el siglo pasado,
En declaraciones al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), en ocasión de su aniversario luctuoso que se cumple este lunes, la especialista hizo énfasis en que si bien su obra aborda la época que le tocó vivir (la Revolución y la Cristiada) ésta trasciende los límites nacionales.
Tuvo la virtud de volverse un pintor universal que toca, de manera creativa y crítica, la condición del hombre y problemas como la guerra, los desastres humanos, el ser en la tierra o la religiosidad.
El primer pintor en ingresar al Colegio Nacional, fue un hombre que atravesó el siglo XX con todo este bagaje de conocimientos, vivencias, problemáticas bélicas y revolucionarias ideológicas que fueron transformando el país.
El director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, Renato González Mello, resaltó la vigencia de Orozco en temas relacionados con la libertad, el autoritarismo de los estados y las ideologías.
El historiador Jonatán Sánchez, coordinador del área de voluntariado de servicios al público del Antiguo Colegio de San Ildefonso, consideró por su parte que hablar de José Clemente Orozco por su formación, el contexto en el que desarrollo su obra y experimentación es referirse a un artista completo, que siempre buscó la manera de crear con base en la experimentación, la formación y rigor profesional.
Por todo ello, retomó González Matute, al Premio Nacional de Artes 1946 se le debe recordar como un gran hombre, artista, pintor, ideológico y pensador, quien hizo ver una realidad, ubicando a México como un país que tiene un lugar muy importante dentro de la historia universal, y que trascendió los límites nacionales para ser reconocido en el internacional.
Sobre el carácter complejo de su obra, González Mello recordó el interés de Orozco en la historia de México y que apostó a incidir o intervenir en las representaciones de la historia nacional.
José Clemente Orozco Flores (Zapotlán el Grande -hoy Ciudad Guzmán-, Jalisco, 23 de noviembre, 1883 – Ciudad de México, 7 de septiembre, 1949), fue uno de los cuatro hijos del matrimonio de Irineo Orozco Vázquez y Rosa Juliana Flores Navarro; cuando tenía dos años de edad su familia se trasladó a Guadalajara, para después de cinco años llegar a la capital de la República Mexicana en 1890, año en que ingresó a la escuela primaria anexa a la Normal de Profesores.
Cuentan sus biógrafos que tomó algunas clases nocturnas de dibujo en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, que estaba a dos cuadras de la Escuela Normal, y tiempo después, en 1897, su familia lo envió a estudiar por tres años la carrera de perito agrícola en la Escuela de Agricultura de San Jacinto.
En 1904, Orozco perdió su mano izquierda, a raíz de un accidente con pólvora, este hecho habría influido en su personalidad, mostrándose como una persona retraída y tímida, que puede identificarse con una paleta de colores sombría, triste de alguna manera y un tanto melancólica.
Al suscitarse el renacimiento de la pintura mural en 1922 con patrocinio estatal, Orozco se reservó las paredes del patio grande de la Escuela Nacional Preparatoria, antiguo colegio jesuita de San Ildefonso.
Interrumpiendo estas obras en 1925 para pintar “Omnisciencia”, un mural en la Casa de los Azulejos; y en 1926, para realizar otro (una interpretación del periodo postrevolucionario) en la Escuela Industrial de Orizaba.
Su obra mural que puede ser admirada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico), la Escuela Nacional Preparatoria, en La katharsis (1934), en el Palacio de Bellas Artes, Estados Unidos, en Guadalajara, en los muros del foro del paraninfo de la Universidad, la escalera del Palacio de Gobierno y la capilla del Hospicio Cabañas.
Renato González Mello recordó que Orozco también hizo pintura de caballete, pero que se le recuerda más por su obra mural porque en ella fue más crítico, ambicioso y agresivo.
Para los tres investigadores existe una deuda con el pintor pues es el menos estudiado de los tres (Orozco, Rivera y Siqueiros).
El pintor José Clemente Orozco murió en la Ciudad de México el 7 de septiembre de 1949. Fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres, honor que por primera vez en México se dio a un artista, quien consideraba que la pintura no debía ser “un comentario sino el hecho mismo; no un reflejo, sino la luz misma; no una interpretación, sino la misma cosa por interpretar”.