Cristóbal Colón, el navegante genovés que en un viaje hacia el Lejano Oriente, en nombre del reino de España descubrió el Continente Americano, el 12 de octubre de 1492, nació en 1451, en Génova, Italia.
De acuerdo con sus biógrafos, fue el primogénito del matrimonio formado por Doménico Colombo y Susana Fontanarrosa, familia asentada en Liguria y que tenía una larga historia como trabajadores de la tierra o artesanos sin fortuna.
Tuvo tres hermanos, Bartolomé, Giacomo (Diego de España) y Bianchinetta, y desde su infancia secundó los diferentes oficios que practicó su padre, como quesero, tabernero y le acompañó a sus viajes de negocios a Quinto y Savona, por lo que al parecer no obtuvo ningún estudio, aunque es descrito como muy inquieto.
Según el sitio “ecured.cu”, desde entonces su atracción mayor fue por la navegación, las historias de marinos y las embarcaciones y los trabajos que se desarrollaban en ellos, por lo que no tardó en enrolarse en la vida del mar.
Información del portal “britannica.com”, señala que inició su carrera como navegante en la marina mercante de Portugal, sobrevivió a un naufragio en Cabo San Vicente y pronto se le vio en empresas mercantiles en Islandia, Irlanda y África.
En esta época, en 1479, conoció a Felipa Perestrello e Moniz, integrante de una familia de nobles que había venido a menos y caída en la pobreza, y con quien tuvo a su primer hijo, Diego, un año después. Sin embargo, ella murió en 1485.
De acuerdo con la página electrónica “biografiasyvidas.com”, posteriormente se entusiasmó por estudiar los mapas y formarse de manera autodidacta, incluso aprendió lenguas clásicas que le permitieron conocer las ideas antiguas de la Tierra como una esfera.
Igualmente tuvo contacto con algunos de los más destacados geógrafos de su época, como Toscanelli, por lo que construyó la idea de que podría llegar a Japón si viajaba al oeste por dos mil 400 millas marinas, aunque este cálculo estaba erróneo.
Con esta idea mercantil bajo el brazo, muy atractiva para la época pues el comercio con el Extremo Oriente era muy importante por el traslado de especias y de artículos suntuarios, pero acaparado por los árabes, Colón se dispuso venderla a los reinos europeos.
Primero se lo propuso al rey Juan II de Portugal, quien tras someterla a estudio de sus expertos, la aceptó pero puso como condición que no se partiera de las Islas Canarias, como estaba planeado, por temor a que España reclamara las tierras conquistadas por el Tratado de Alcacobas.
Sin embargo, el navegante desconfiaba partir de Madeiras, pues sus cálculos los había trazado a partir de las Canarias, y entonces ofertó su plan a los Reyes Católicos de España, quienes al inicio lo rechazaron pero después, por insistencia de la reina Isabel, lo aceptaron.
En 1492 otorgó las “Capitulaciones de Santa Fe”, que concedía varios privilegios a Colón en caso de alcanzar el éxito en su empresa, para la que dispuso de tres carabelas: “La Pinta”, “La Niña” y “La Santa María”, con las que Colón partió del puerto de Palos el 3 de agosto de ese año.
Después de un paso por las Islas Canarias y sortear diversas situaciones, la flota tocó tierra americana, sin saberlo, el 12 de octubre de 1492, en la isla de Guanahaní, a la que bautizó como San Salvador, en las actuales Bahamas. Se descubría América.
En este viaje también llegó a Cuba y La Española (Haití y República Dominicana), donde construyó un primer asentamiento español con los restos del naufragio de “La Santa María”, al que bautizó con el nombre de Navidad.
Regresó entonces a España con las dos naves restantes en 1493, convencido de que había alcanzado costas asiáticas. Realizó tres viajes más, y en el segundo (partió en septiembre de 1493) tocó Cuba, Jamaica y Puerto Rico, fundando la ciudad de La Isabela.
De vuelta a España fue obligado a defenderse de las acusaciones sobre la forma que gobernaba a La Española, y en el tercero (enero de 1498) llegó a tierra firme en la desembocadura del río Orinoco. Entonces la población de La Española se sublevó y Colón fue hecho prisionero y llevado a España.
Fue absuelto de los cargos y con todos los privilegios, excepto el poder virreinal, se le permitió el cuarto viaje, que inició en mayo de 1502, aunque se le prohibió pisar La Española. En este recorrió la costa de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
A su regreso a la Península, naufragó en Jamaica, de donde fue rescatado en 1504, y en noviembre de ese año llegó muy enfermo al país ibérico.
Conforme a la biografía de “britannica.com”, Colón pasó sus últimos años luchando porque el reino de España le reconociera sus logros y le compensara por ello, sin lograrlo. Murió el 20 de mayo de 1506, sin saber que había descubierto un nuevo continente.
Sus restos fueron colocados primero en un convento franciscano de Valladolid y posteriormente trasladados al museo familiar en la cartuja monasterio de Las Cuevas, en Sevilla.
Diego, su hijo, dispuso que fueran depositados junto con los suyos en la Catedral de Santo Domingo, La Española (República Dominicana), lo que se hizo en 1542.
Después de que España cediera La Española a Francia, fueron llevados a Cuba en 1795 y en 1898 regresaron a Sevilla. Desde 1992 permanecen en el Faro a Colón (República Dominicana), si bien otras fuentes señalan que al menos parte de los restos están en España y en Cuba.