Cientos, quizá miles, de “catrinas” y “catrines” desfilaron desde el Hemiciclo a Juárez en la Alameda Central rumbo al Zócalo de la Ciudad de México hasta llegar a donde se encuentra la megaofrenda diseñada por el artista plástico mexicano Felipe Ehrenberg.
El ambiente festivo fue la constante en el bullicioso desfile.
Para festejar y honrar el Día de Muertos, el gobierno capitalino preparó para este fin de semana un ambicioso programa de actividades artísticas que comenzó al mediodía en el Centro Cultural José Martí, localizado a un costado de la Alameda Central, hasta donde llegaron familias completas para ser maquilladas a la usanza de estas fechas.
Para ello las autoridades culturales de la capital del país convocaron a la población para que participara portando disfraces y caracterizaciones que evocaran a los personajes que tanta fama granjearon al grabador mexicano José Guadalupe Posada, como “La Catrina”, “El Catrín” y otros con los que criticó a la sociedad pudiente de principios del Siglo XX.
Quienes decidieron sumarse a esta celebración arribaron alrededor de las 18:00 horas al Hemiciclo a Juárez, ya maquillados (gratuitamente o por su cuenta).
A las 19:00 horas en punto el río de “catrinas”, “catrines” y otros personajes arrancados a famosos filmes de Hollywood, así como alebrijes grandes y chicos, con luz y sin ella, iniciaron la marcha. Recorrieron Avenida Juárez para entrar por la calle del 5 de Mayo.
Por ahí siguieron y en su camino arrastraron a más personas disfrazadas de los personajes más variados.
Lo mismo pasaron Frida Khalo y Salvador Dalí; el robot “Arturito” (R2-D2) y “Freddy Krueger”; “Frankenstein” y “Homero Simpson”. Lo importante fue pedir prestada una personalidad.
Alebrijes iluminados del Museo de Arte Popular (MAP) acompañaron a las “catrinas” y a los “catrines” en su recorrido hacia el Zócalo.
Al llegar a la gran plancha, los personajes rodearon la “Magna ofrenda 1985-2015. Treinta años de memorias”, que fue inaugurada con una ceremonia con concheros como símbolo de las danzas que dieron origen al país.
Además de quienes integraron el largo desfile, un nutrido público asistió tanto al periplo como a la verbena popular que se armó en el Zócalo.
Los no disfrazados se inclinaron por tomarse la foto del recuerdo con las “catrinas”. A los ojos del público, las calacas lucieron bastante atractivas, adecuadamente vestidas y aún mejor maquilladas.
El desfile y la llegada a la Plaza de la Constitución fueron amenizados por bien afinadas bandas musicales, a cuyo compás bailaron los 10 alebrijes monumentales y 10 luminosos del Museo de Arte Popular.
Bastó que el contingente pisara el Zócalo para que 600 concheros, hombres, mujeres, niñas y niños, hicieran el ancestral ritual de inauguración de la magna ofrenda.
Una legión de amantes de las tradiciones endémicas de México esperó al desfile. Mientras aguardaba su llegada, la gente observaba con sumo interés la ofrenda que fue diseñada por Ehrenberg.
El día 26 comenzó a montarse la megaofrenda, en la que predomina el blanco y negro y dentro de la cual se proyecta un encantador video alusivo en 3D.
La megaofrenda contiene, además, gigantescos tzompantlis (hileras de cráneos con un significado ritual, religioso y bélico) y coloridos tapetes de aserrín elaborados por la red de Fábricas de Artes y Oficios y varios de sus colectivos, como el llamado “Ultima hora”, donde el arte, el ingenio y el conocimiento histórico se advierte pronto.
La bienvenida a la ofrenda se da con arcos hechos con flores. Lucen frescos, alegres, con vida propia y al mismo tiempo evocan el acto de abandonar este mundo terrenal para ir al más allá. Fueron elaborados por artesanos de Xochimilco y coronan las ofrendas y tapetes de aserrín.
Hasta entrada la noche de este sábado la celebración a la muerte seguía viva.