La inauguración de Javier Marín. Corpus, se realizará el jueves 19 de noviembre a las 20:00 horas en Justo Sierra 16, Centro Histórico y estará abierta al público hasta el 20 de marzo de 2016
La Universidad Nacional Autónoma de México, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Gobierno de la Ciudad de México y el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en colaboración con la Fundación Javier Marín, presentan la muestra Javier Marín. Corpus, una revisión de dos décadas de la producción creativa de uno de los artistas mexicanos más relevantes y reconocidos en los ámbitos nacional e internacional de la actualidad.
La exposición Javier Marín. Corpus, curada por el Maestro Ery Camara, Coordinador de Exposiciones del Antiguo Colegio de San Ildefonso, retoma el concepto de proceso como eje discursivo. Desde esta aproximación, la muestra invita al espectador a detener su mirada no sólo en la obra terminada, sino en los pasos intermedios entre la concepción y la realización de la misma; aspectos que delatan la técnica, la utilización de distintos materiales y, sobre todo, la idea del artista.
La muestra reúne una cuidadosa selección de 48 obras, producidas de 1998 a 2015. Esculturas e instalaciones de distintas dimensiones y materiales como el bronce, la madera, la resina de poliéster y mezclas de materiales orgánicos e inorgánicos, que reinterpretan la figura humana y revelan el gusto de Javier Marín por la experimentación.
Distribuida en siete salas de la planta baja y los patios de acceso del Antiguo Colegio de San Ildefonso, las obras de Marín conviven con la arquitectura civil barroca novohispana de este recinto que aún conserva la impronta del muralismo mexicano. De esta forma, las esculturas de Javier provocan en su recorrido pausas que revelan a los visitantes orígenes, recuerdos y destinos, sin la intención de prescribir un itinerario fijo, porque se extienden a la mirada del observador como una invitación a descubrirse, entre parajes poblados de ensueños y figuras, convulsionados por los caudales desenfrenados de la imaginación, que guían la secuencia de esta exposición.
Por su parte, Ery Camara, curador de Corpus, señaló que el “elemento esencial de su discurso estético, la figura humana encarnada en barro, bronce, resinas y madera con una originalidad deslumbrante constituye un léxico irreductible a las formas o al estilo. Estos cuerpos trabajados atraen enigmas, tentaciones y hondas especulaciones intelectuales pero se resisten a clasificaciones o atribuciones precipitadas. Su anatomía intervenida aglutina y dilata singularmente la energía incontenible que libera su elocuencia. Son obras que registran las evidencias de un proceso intenso de gestación que con audacia asimila y trastoca la figuración como un lenguaje potencialmente contemporáneo. Con una determinación consciente, el artista transgrede las proporciones, los acabados y los cánones que lo ligan a alguna escuela a pesar de que comparta con el pasado o el presente referencias ineludibles”.
“Las características intrínsecas de su obra la hacen única. Javier Marín prescinde de cualquier intento de representar o imitar y así logra obras en las que se asoma la belleza de lo imperfecto. Pasar de técnicas tradicionales a la robótica o intervenir lo digital con pinturas al óleo en su bidimensional y otras combinaciones tecnológicas refrendan el hecho de que el conocimiento y la sensibilidad encuentran en estas exploraciones una revitalización y un dinamismo que no deben pasar desapercibidos en cuanto a estrategia discursiva de Javier Marín. La exposición Corpus es una oportunidad excepcional para redimensionar el lenguaje y la escultura de Javier Marín en el contexto contemporáneo”.
En tanto, Javier Marín se dijo interesado en el vehículo que la escultura representa para acercarme a la gente que va a escuchar o tratar de entender o apreciar lo que yo hago. La figura humana es mi mejor aliado en eso. Creo que es una de las formas más identificables para cualquiera. Ejercer la libertad al máximo, la libertad que me da este trabajo que depende de mí, tiene que ver con tener la libertad de crear estos personajes que a lo mejor pertenecen a una raza fantástica.
“Yo aspiro a un lenguaje muy simple, sin tanta erudición, sin tanto –conocimiento-, un lenguaje accesible que vaya directo a esa parte que tiene que ver más con lo intuitivo que con lo razonado. Prefiero que la obra sea algo abierto, abierto hasta el punto de que no esté completa sin el que la interpreta, la capta, la recibe, la reelabora y la vuelve a dejar libre”, dijo.
Señaló que el modelo en la obra es un modelo vivo como la Academia lo entendería. No hay un modelo físico delante de mí, porque no me motiva la representación de la naturaleza. Creo que mi modelo es el hombre cuando intenta representarse a sí mismo hoy, ayer y en el futuro.
Hacer escultura se ha vuelto una herramienta más o menos inmediata. Después de tanta práctica, la idea de dominar la técnica dejó de ser una preocupación y esto permitió que otras cosas fluyan. Trabajo mucho por el disfrute, por el placer. Trabajar para mí es un acto absolutamente íntimo que me da más placer que cualquier otra cosa. La parte técnica no deja de ser un atorón que hay que brincar, agregó.
Mi primera experiencia con la escultura fue en el taller de Gerda Gruber, que tenía fama de ser una maestra “terrible”, de ella, se contaba que si no le gustaba el trabajo te sacaba del taller. En mi caso nunca hubo ningún tipo de cuestionamiento, cosa que le agradezco porque a mí me frustraba mucho que la escuela quisiera someter todas las intenciones a un razonamiento lógico o teórico. Tuve la libertad de hacer lo que yo quisiera: bueno, malo, mal planteado, bien, anacrónico. Lo que tú quisieras pero con la mejor calidad. Y ahí me reencontré con el placer de crear con volumen, y empecé a trabajar con el barro, que me apasionó porque en él había un matiz de sensualidad en la técnica que me sigue gustando muchísimo. Es lo más próximo a nuestra piel cuando lo modelas con las manos, finalizaó.