Se renovó el arte en México gracias a Saturnino Herrán

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Considerado como uno de los precursores del muralismo mexicano y de los renovadores del arte nacionalista en el país, el pintor Saturnino Herrán nació el 9 de julio de 1887.

Autor de obras como “La leyenda de los volcanes”, el artista que logró posicionarse como una fuerte influencia del arte nacionalista, pues en sus cuadros plasmó el mundo indígena prehispánico y el virreinal, llegó al mundo en el estado de Aguascalientes.

De acuerdo con el portal del gobierno de su estado natal, “aguascalientes.gob.mx”, fue hijo del dramaturgo José Herrán y Bolado y de Josefa Guinchard.

Desde pequeño mostró una fuerte inclinación hacia las bellas artes y a los 14 años ingresó al Instituto de las Ciencias, donde desarrollaría sus habilidades artísticas, lo que se le facilitó pues su padre poseía la única biblioteca de la ciudad.

Tuvo como maestro al paisajista chiapaneco José Inés Tovilla, con quien descubriría su preferencia por las copias al natural.

Según sus datos biográficos, los estudiosos del arte mexicano han calificado la obra del pintor como “modernista-costumbrista”, al plasmar, a diferencia de los artistas de su generación, escenas cotidianas del pueblo.

En 1904, Herrán ingresaría a la Academia de San Carlos, en la Ciudad de México, donde tomó clases de dibujo artístico con el maestro Antonio Fabrés (1854-1936).

El talento del joven artista, un año después, le valió ser premiado por la Inspección de Bellas Artes y Artes Industriales, y en 1906 por la Inspección de la Enseñanza Musical.

La reputación que había logrado hasta el momento le permitió colocarse como dibujante del Museo Nacional, en 1907, y como profesor interino de Dibujo en la Academia de Bellas Artes, en 1909.

En este periodo Herrán encaminó sus obras a ilustrar con toda libertad el desnudo y realizó cuadros como “Criolla con rebozo”.

La evidente inestabilidad económica y política que llegó con la Revolución mexicana, obligó a Herrán a trabajar casi en el anonimato. Sin embargo, en 1914, contrajo matrimonio con Rosario Arellano, con quien tuvo un hijo llamado José Francisco.

Según Fausto Ramírez, conocedor de la obra del pintor, fue ese año que se encontró en su mejor momento, pues “fascinado como todos los modernistas por el decaimiento corporal, Herrán estudió y trabajó con singular ahínco las flácidas carnes de los viejos, transmutables en prodigiosos poemas de la línea y el claroscuro”.

A lo largo de su carrera, Herrán creó un gran número de obras, tales como “Herlinda”, su colección de “Criollas”, “Nuestros dioses”, “Molino de vidrio”, “Vendedoras de ollas”, “La leyenda de los volcanes”, “La cosecha” y “Mujer con calabaza”.

Gracias al gran legado que dejó de sus distintas facetas artísticas, Saturnino Herrán es considerado uno de los pintores de mayor trascendencia en el arte contemporáneo de México, indica el portal “informador.com”.

Fue una fuerte influencia de la Escuela Mexicana de Pintura y su obra es relacionada con el trabajo de Diego Velázquez (1599-1660) y José de Ribera (1591-1652).

Saturnino Herrán murió el 8 de octubre de 1918 en un hospital de la Ciudad de México, a causa de un mal gástrico.

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