El conocimiento ancestral mesoamericano que proviene de la observación del cielo, que aun está presente en algunos elementos de nuestra vida cotidiana, rigió el desarrollo de las culturas originales de nuestro continente, explicó el doctor José Franco, coordinador general del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, durante la conferencia “Cosmovisión en Mesoamérica”, que impartió en la ceremonia de clausura del 3er. Encuentro universitario de mejores prácticas de uso de las TIC´s en la educación.
En la charla que se llevó a cabo en la Escuela Nacional de Trabajo Social de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el astrofísico resaltó que los edificios arquitectónicos de las culturas antiguas -desde los olmecas hasta los aztecas- fueron instrumentos de precisión que marcaban eventos cósmicos con gran certeza y claridad.
“La pirámide de Chichen Itzá, es quizá el ícono más conocido de este conocimiento, en dónde los días de los equinoccios de primavera y otoño, pueden apreciarse en el monumento, lo que pareciera la sombra de una serpiente que baja hasta el inicio de la escalinata, esto gracias a un efecto de sombra que se produce con la esquina del poliedro, lo que deja ver el esplendor arquitectónico de la época, creando un monumento que es un excelente instrumento de precisión que marca momentos de gran trascendencia en el recorrido aparente del Sol.
“También está el templo de las Siete Muñecas en Dzibilchaltun, cerca de Mérida, que en el amanecer del equinoccio de primavera la orientación del edificio hace que el Sol pueda verse a través de sus dos puertas. Dzibilchaltun, Chichen Itzá y muchas ciudades de Mesoamérica, tienen marcadores específicos que señalaban diferentes eventos cósmicos”, expuso el exdirector del Instituto de Astronomía de la UNAM.
Estos marcadores del tiempo cósmico están asociados a calendarios muy precisos, entre los más relevantes están el ritual de 260 días y el solar de 365 días, denominados Tonalpohualli y Xiuhpohualli por los mexicas. Cada 52 años coincidían ambos calendarios y se celebraba la ceremonia del Fuego Nuevo, que representa la búsqueda del equilibrio y orden del Universo en un nuevo ciclo. En esta ceremonia se renovaban las imágenes, objetos de culto, junto con los enseres domésticos.
“Esta celebración vive hasta nuestros días, en la montaña de las estrellas (Citlaltepetl), mejor conocida como Pico de Orizaba, la celebración del Fuego Nuevo fue registrada en una fotografía de Esteban Castro en 2004, premiada por el Instituto de Astronomía, que muestra peregrinos que llevan antorchas en medio de la noche y que van subiendo hasta lo más alto de la montaña para continuar dándole vida al rito. Este amor por las estrellas, ahora también lo reflejamos los mexicanos cada año en la Noche de las Estrellas, que ha reunido a más de un millón y medio de participantes a lo largo de ocho ediciones”, narró el astrofísico.
La cosmovisión de las culturas de Mesoamérica era muy diferente a la de las culturas en Europa. Las percepciones del espacio y el tiempo eran muy contrastantes. Para los europeos los conceptos estaban definidos por una cultura dominada por el cristianismo, donde el espacio era inmutable y perfecto, y el tiempo corría de manera lineal, del Génesis al final con el Apocalipsis.
En el caso de Mesoamérica, se conocían perfectamente los ciclos del Sol, la Luna, Venus, Marte, Júpiter y posiblemente Saturno; sabían que en el cielo se repetían una y otra vez estos ciclos. Es así que consideraban el espacio como algo que cambiaba continuamente y que el tiempo estaba regido por ciclos que se repetían constantemente, como el ciclo del Fuego Nuevo que se repite cada 52 años, donde el mundo se vuelve a recrear.
Otro de los ritos que contrastan entre la cultura mesoamericana y la occidental es el día de muertos. “En Europa es una fecha triste y lúgubre, hay una relación apesadumbrada con los muertos, pero en México el ritual es totalmente diferente, la gente pone los altares, comida, música y bebida a los que murieron, va a los cementerios a convivir con los antepasados y no existe esa percepción de tragedia que hay en Europa. Para los mesoamericanos, la muerte no es otra cosa más que el término de un ciclo, recordar a los muertos es abrazar a la vida, les hacemos un reconocimiento, porque somos lo que ellos fueron pero en un nuevo ciclo”, concluyó el doctor Franco.