La raíz de la Guelaguetza se halla en los antiguos zapotecas y las ofrendas que
realizaban a los dioses agrícolas en agradecimiento por sus cosechas.
El ambiente festivo, lleno de baile, música, comida, artesanías, exposiciones y vestimentas de gala, es el que caracteriza a la Guelaguetza, una celebración anual que se instauró oficialmente en Oaxaca en 1932 a manera de “homenaje racial”.
Esta fiesta muestra las expresiones artísticas de las ocho regiones de Oaxaca; es decir, La Costa, Cañada, Tuxtepec, Mixteca, Sierra Sur, Sierra Norte, Valles Centrales e Istmo. Esto hace de ella un mosaico cultural que congrega las costumbres y tradiciones de todas las comunidades del estado, razón por la que ha alcanzado un importante reconocimiento internacional.
“Guelaguetza”, mote impuesto a este convite en la década de los 30 del siglo pasado, es de origen prehispánico y se tomó del nombre de una de las instituciones de “ayuda mutua” de los pueblos originarios de Oaxaca que hace latente su sentido de comunidad.
El término hace alusión en zapoteco a las ideas de “cooperar” y “reciprocidad”; además, hace referencia a los “obsequios de cortesía” que se intercambian entre las familias de una comunidad y tiene profundos sentidos de respeto y colaboración.
Existen registros relativamente cercanos que dan cuenta de una tradición festiva de la que la Guelaguetza y su oficialización forman parte y dan continuidad. Sin embargo, algunas investigaciones históricas sugieren que los orígenes más lejanos de esta fiesta se encuentran en la época prehispánica.
De acuerdo con estas teorías, la raíz de la Guelaguetza se halla en los antiguos zapotecas y las ofrendas que realizaban a los dioses agrícolas Pitao Cocijo y Pitao Cozobi en agradecimiento por sus cosechas.
El lugar en el que se hacían estos ofrecimientos era el Dani Lao Nayaalaoni, lugar sagrado para los zapotecas que también es conocido como el cerro de Bella Vista. Las ofrendas se desarrollaban a mediados de julio e incluían música, danza, alimentos y la compartición de los primeros frutos de la siembra en la comunidad.
Los festejos honraban a Centéotl, Chicomecóatl o Xilonen e Ilamatecuhtli –deidades representantes del maíz impuestas a los zapotecas en el predominio mexica–, pero tras la llegada de los españoles, las costumbres de los antiguos pobladores pasaron por la imposición del catolicismo y con el tiempo este ritual involucró la veneración a la Virgen del Carmen, celebrada el 16 de julio.
Los festejos a la virgen implicaban un gran jolgorio y con el pasar de los años fueron conocidos como Los lunes del cerro, pues, tal como lo indicaba la tradición católica, si la festividad no caía en domingo se realizaba el lunes siguiente con una segunda celebración a los ocho días posteriores.
De esta manera, la algarabía pasó a efectuarse todos los lunes del mes en el cerro del Fortín, nombre con el que actualmente se identifica al Dani Lao Nayaalaoni.
Durante años la tradición tuvo mucha fuerza; sin embargo, para la segunda mitad del siglo XIX su práctica decayó considerablemente hasta que en 1932, con motivo de la celebración de los 400 años de la ciudad de Oaxaca y como una estrategia posrevolucionaria de reafirmación de la identidad nacional de México, el gobierno estatal organizó un programa con elementos tradicionales de cada una de las regiones.
Este programa fue bautizado como Guelaguetza y desde entonces diversas delegaciones de comunidades indígenas del estado participan año con año. Así esta tradición se convirtió en un espectáculo cultural que despliega hermosas y únicas expresiones que forman parte de la identidad cultural de los pueblos indígenas de Oaxaca.
La Guelaguetza, tal como la conocemos actualmente, se realiza en La rotonda de la Azucena en el cerro del Fortín los dos lunes posteriores al 16 de julio. Es una plataforma de difusión de las acciones culturales del estado de Oaxaca y está conformada por un amplio programa que integra música, danza, arte y gastronomía.