La autonomía de las universidades no es un hecho consumado sino una condición inacabada: Martucelli y Leyva.
La conquista de la autonomía universitaria fue producto de la lucha por la libertad de pensamiento y expresión, contra la sumisión y el autoritarismo académico, la cátedra vitalicia, contra la educación elitista, contra el dogmatismo que apartaba a la universidad de la ciencia, por la elección de autoridades universitarias; en síntesis, fue la conquista de la libertad de cátedra y de investigación, así como de la democratización de la vida universitaria, aseveraron Jaime Martuscelli Quintana y Carlos Martínez Leyva en su artículo “La importancia de la autonomía”, publicado en el último número de la revista Forum, del Foro Consultivo Científico y Tecnológico A.C.
Hoy, la autonomía de la universidad se ha convertido en una fortaleza para el ejercicio de la libertad y la razón ante las amenazas de imponer o prohibir a la investigación temas u objetos de estudio o inhibir importantes desarrollos que han tenido la ciencia y la tecnología. “El reto actual para las universidades consiste en fortalecer permanentemente las condiciones necesarias para su desarrollo: libertad y autonomía”, se lee en el artículo de la revista del mes de febrero.
La autonomía ha facilitado el crecimiento institucional en la medida en que ha permitido adaptarse a la dinámica de la ciencia y la tecnología, generando nuevos objetos de estudio, nuevos espacios de interés, nuevos campos profesionales y en la medida de lo posible, nuevos desarrollos académicos. Porque la autonomía brinda el marco necesario para que la universidad cumpla su objetivo principal de: investigar y enseñar.
En el caso de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la autonomía lograda hace 90 años le ha permitido llegar a ser una de las principales instituciones de educación superior en Iberoamérica. Gracias a su carácter de institución pública, laica y gratuita es un referente de la libertad de conciencia, de responsabilidad y transparencia en el manejo de recursos, de ser puntal de la investigación en ciencias y humanidades, coadyuvando con ello en la solución de los grandes problemas nacionales.
No obstante, aunque se incluye en el artículo 3ero. Constitucional una fracción que garantiza y define los alcances de la autonomía, la norma jurídica no avala su respeto de parte de los poderes públicos y demás fuerzas sociales, políticas o religiosas que no comprenden la lógica académica de sus funciones sustantivas.
La autonomía de las universidades no es un hecho consumado sino una condición inacabada que requiere de una renovación constante y una vigilancia permanente de los nuevos retos y desafíos de una sociedad cambiante, advierten los autores de la Coordinación de Proyectos Académicos de la Máxima Casa de estudios.
Recientemente, coinciden Jaime Martuscelli y Carlos Martínez, la Universidad Autónoma de Nayarit y Universidad Autónoma de Hidalgo han visto en riesgo su capacidad de auto gobernanza por iniciativa del poder ejecutivo local, esto muestra que la autonomía, como se observa, no deja de ser incómoda para algunas esferas del poder; por tanto, la autonomía tiene que reforzarse y defenderse permanentemente, concluyen.
Pie de foto: La autonomía, como se observa, no deja de ser incómoda para algunas esferas del poder, por tanto, la autonomía tiene que reforzarse y defenderse permanentemente. Foto: Archivo.