“Crear una ciudad feliz empieza por imaginarla”,
Guillermo Peñalosa, Fundador de Ciudades 8-80
Las ciudades felices son aquellas que cuentan con la organización, la infraestructura y los servicios necesarios para brindar bienestar a sus habitantes. Crear una ciudad feliz nos lleva a pensar en beneficios de los que gozará toda la comunidad: espacios de recreación, transporte óptimo, sustentabilidad, buena salud física y mental, así como una economía sólida.
La movilidad es uno de los principales elementos para tener en cuenta al construir una ciudad feliz. Sabemos que, si algo incrementa el bienestar de los ciudadanos, es una buena conectividad, transporte público eficiente y sustentable y contar con el suficiente espacio recreativo para construir comunidad.
Por ejemplo, Barcelona tiene el objetivo de aumentar 66% sus áreas peatonales. En Copenhague 41 de cada 100 viajes se realizan en bicicleta, y Portland está dejando de construir autopistas para hacer más parques. Las tres están en camino a convertirse en ciudades felices.
En México vamos por una vía distinta. El Índice de Movilidad Urbana 2019 reporta que, en 2015, la mayoría de las 20 ciudades más importantes de México invirtieron 2% de su presupuesto en transporte público, pero dedicaron 38% a la infraestructura vehicular. Enrique Peñalosa, exalcalde de Bogotá e impulsor de ciudades felices, afirma que una ciudad exitosa no es donde los pobres tienen auto, sino donde los ricos utilizan el transporte público.
Para ahondar en estas reflexiones y buscar solución a la problemática de las ciudades, es primordial abrir espacios de diálogo constructivo, como el Foro Internacional de la Felicidad 360º, del Instituto de Ciencias de la Felicidad, evento en el que especialistas en el tema transmiten sus conocimientos a la comunidad estudiantil e intercambian ideas para concebir proyectos que contribuyan al bienestar de los ciudadanos. El Foro, que tiene como uno de sus pilares a las Ciudades Felices, está organizado por Universidad Tecmilenio, la primera institución educativa que ofrece un modelo de enseñanza-aprendizaje único sustentado en la Psicología Positiva.
Otra característica inherente a las ciudades felices es la resiliencia. Al igual que las personas, las ciudades pueden ser resilientes, es decir, tener la capacidad de afrontar las crisis y recobrarse de ellas de manera eficaz.
A lo largo de su historia, una ciudad tendrá que afrontar diversas incidencias provocadas por la naturaleza o el hombre. Ante la emergencia por COVID-19, muchas metrópolis han enfrentado —entre otros— el reto de adaptar sus sistemas de salud para brindar cobertura médica a los afectados por la pandemia.
ONU-Habitat, el programa de las Naciones Unidas que promueve el desarrollo de asentamientos sostenibles redactó el Plan de Respuesta al COVID-19 en el que establece algunas sugerencias para
la modificación de espacios públicos en la nueva normalidad, donde el distanciamiento físico es necesario:
1. Expansión de calles para que los peatones mantengan sana distancia. Algunas ciudades están reasignando el espacio vial de los automóviles para que circulen ciclistas y caminantes, otras están ampliando sus banquetas.
2. Adaptar espacios públicos, por ejemplo, establecer mercados temporales en estacionamientos para descongestionar los mercados existentes. O instalar centros de distribución de alimentos en espacios de los vecindarios.
3. Facilitar el uso compartido de calles para vendedores ambulantes y realización de actividades de ocio, como clases de ejercicio o ver películas.
4. Instalación en espacios abiertos de servicios esenciales, como baños y agua corriente para lavarse las manos, en las comunidades más vulnerables.
Estas acciones cambian el paisaje urbano, lo vuelven más accesible a la comunidad y propician la resiliencia de la ciudad. Pero es necesaria la colaboración de ciudadanos y autoridades para hacer realidad una ciudad segura, con cultura de confianza, transparencia y solidaridad.