ARGENTINA, 5 de septiembre 2021.-- Directora de icónicos filmes propagandísticos como “El triunfo de la voluntad” y “Olimpia”, logró no ser enjuiciada y
seguir trabajando a pesar de su colaboracionismo del que siempre se defendió
Hace un siglo, Adolf Hitler se erigía en líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y ya profería sus inflamados discursos, había proclamado los 25 puntos de un programa que empollaba el huevo de la serpiente y entre 1925 y 1926, tiempo de cárcel luego del Putsch de Munich (o de la Cervecería), escribía el envenenado manifiesto Mein Kampf. En 1932 conquistaba el puesto de canciller marcando la culminación de ese irresistible ascenso que tan brillantemente supo ridiculizar Bertold Brecht en su Arturo Ui (1941), ubicando su pieza teatral en el Chicago de los años 1920 (entre otras representaciones locales, en 1997 se ofreció una puesta alucinante de Heiner Müller y el Berliner Ensemble, con una actuación espeluznante de Martin Wuttke). Un siglo pasó desde la irrupción del liderazgo de Hitler, y la fascinación respecto a esa etapa del fascismo en Alemania -muy por encima de la de Mussolini en Italia o la de Franco en España- no decae, sea para estudiarla y condenarla, sea para festejar su estética o inspirar agrupaciones neonazis.
En estos días, se está volviendo un éxito de ventas en Francia un polémico libro: Historizar el mal, una edición crítica de Mein Kampf. Apareció en junio pasado, no se expone en vidrieras ni se puede comprar en librerías y su precio es de 100 euros (los beneficios son para la Fundación Auschwitz-Birkenau, a cargo de la preservación del sitio del campo de concentración). La última (mediocre) traducción al francés databa de 1934 y, aunque circulaban ediciones piratas incompletas, ese manifiesto político con una primera parte autobiográfica, estaba prohibido desde 1945.
Algunos historiadores comprometidos con el emprendimiento que acaba de salir a la luz, decidieron abandonar durante el curso del arduo trabajo que requirió, en total, 10 años. Al frente permaneció Olivier Mannoni, traductor del alemán, idioma que aprendió con su padre que no entendía cómo Alemania había podido dar un Rilke y un Goethe, y también la barbarie nazi. Quizás la lectura del tremendo cuento Deustsches Requiem de Borges acercaría una respuesta… Muy joven, Olivier descubrió en la biblioteca familiar un pequeño álbum con fotos de Auschwitz y quedó marcado para siempre por un sentimiento de horror indecible: esa fue la razón por la que aceptó la propuesta de Ediciones Fayard. Alternando con otros trabajos, dos años le llevó hacer esta versión al francés. Historizar el mal… propone una advertencia a los lectores: “Para saber adónde se va, es indispensable comprender de dónde se viene. Estamos convencidos de que el trabajo de los historiadores es necesario para luchar contra el oscurantismo, el conspirativismo y el rechazo de la ciencia y el saber en tiempos turbulentos, marcados por el alza de los populismos”.
ofrece 27 instrucciones al comenzar los capítulos y 2800 notas adaptadas de la edición alemana, aceptada por el Instituto de Historia Contemporánea de Münich. En vez de cancelar, Fayard y los hacedores de este libro -especialistas en nazismo, en la Shoah y en la historia de los judíos- brindan una puesta en contexto mediante análisis, críticas, una deconstrucción línea por línea del siniestro pasquín.
Aunque bien diferentes entre sí, dos documentales estrenados este año tocan la temática de los nazis y el Holocausto. Más específicamente, The Meaning of Hitler, actualmente en salas de cine europeas, dirigido por Petra Epperlin (alemana) y Michael Tucker (estadounidense), intenta trazar un paralelo entre el nazismo y los tiempos actuales, partiendo del libro del mismo título de Sebastián Haffner, publicado en 1978. Tucker ha comentado que materiales como los que cita este documental, no deberían ofrecerse sin contexto porque podrían contribuir a propagar ideas extremadamente peligrosas.
Exterminate all the Brutes (Exterminen a todos los salvajes: título que cita una línea de Kurtz, el comerciante de marfil en El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad -transformado en el coronel Kurtz por Coppola en Apocalypse Now, 1979-) es una realización del gran documentalista defensor de los derechos humanos Raoul Peck (I Am Not Your Negro, 2016, sobre un texto inédito de James Baldwin, Remember This House). Un haitiano que viene denunciando todo tipo de injusticias a través de sus películas, más allá de la discriminación y exterminio por etnia.
Exterminate… es una serie-ensayo en 4 capítulos de una hora, recientemente estrenada, cuyo reflexivo hilo conductor es pronunciado en off por el propio Peck, amén de la participación de tres expertos en colonialismo y racismo. “El camino a Auschwitz fue pavimentado en los primeros tiempos del cristianismo”, sostiene el realizador que parte de las Cruzadas -supremacía blanca, religión-, sigue con la Santa Inquisición -que además de brujas, persigue a judíos y musulmanes-, el “descubrimiento” del Nuevo Mundo y el consiguiente genocidio de pueblos indígenas; la institución de la esclavitud masiva-particularmente en los Estados Unidos- de africanos secuestrados en su territorio, para finalizar con el Holocausto del siglo XX.
Paralelamente a libros, documentales, ficciones y otras manifestaciones que generaron controversia, en abril de 2021 resurgió la discusión sobre un tapiz que el Louvre oculta celosamente, hecho de seda, lana e hilos de oro. Según los entendidos, carece de valor artístico este objeto enorme (8 metros de altura), fabricado en 1942 por una manufactura alemana para contentar al Führer: en el centro, el águila del III Reich (diseño de Albert Speer), una cruz gamada, una cita de Mein Kampf y las iniciales AH. El debate no surge tanto por la obvia exaltación del régimen como por el posible origen de uno de los materiales empleados. Según The Art Newspaper (1-4-2021) muy probablemente los 3 kilos y medio de hilos de oro provengan de la rapiña a los bienes de las víctimas judías. Un oscuro halo de misterio rodea al tapiz: no está claro cómo llegó al museo, no se expone, no existen fotos en color, apenas se lo considera un elemento histórico…
Ya el propio Louvre, en mayo de 2013, había dado pie a una fuerte controversia respecto de la muestra De l’Allemagne, 1806-1939, de Friedrich a Beckmann, que fuera respaldada por François Hollande y Angela Merkel. No sin razón se criticó la tendenciosidad de algunos textos, que hubiera pocos expresionistas, la ausencia de la Bauhaus, el énfasis puesto en la nostalgia por la antigüedad clásica, el paganismo, la naturaleza imponente. Es decir, clichés caros a la ideología nazi.
Y sí, en la sala del final, estaba ella, la consentida de Hitler, la directora emblemática del régimen nazi, la autora de dos incomparables documentales, la que se las arregló para zafar en los procesos de desnazificación: Leni Riefenstahl, a través de sus fotos y sus films. Pero confrontada con Los hombres del domingo (1930), una valiosa obra colectiva que prefigura el neorrealismo, la Nouvelle Vague, dejando atrás el expresionismo. Una película plena de frescura, sensibilidad, humor, un toque ácida, hecha en decorados naturales. Sus autores, cinco artistas que marcharon al exilio ante los avances del nazismo y que, cada uno en su estilo, hicieron carrera en Estados Unidos, en Francia: fueron sus directores Robert Siodmak y Edgar G. Ulmer; del guion se encargaron Fred Zinnemann, Billy Wilder y el mismo Siodmak; de la fotografía, Eugen Schüfftan, que ya había inventado efectos especiales para Metrópolis (1927), de Fritz Lang. Otro artista que eligió partir, ya separado por razones ideológicas de su talentosa esposa nazi, la escritora y guionista Thea von Harbour quien, como Leni R, optó por quedarse en Alemania.