En el yacimiento de Laetoli (Tanzania) se encontró hace cuatro décadas la prueba más antigua de la marcha bípeda de los humanos, pero allí había otras huellas, algunas de las cuales se consideró que fueron obra de un oso, sin embargo, un nuevo análisis las atribuye también a un homínido.
La confirmación de que aquellas cinco pisadas consecutivas fueron de un pie humano y no de un plantígrado aporta pruebas concluyentes de que múltiples especies de homínidos coexistieron en aquel yacimiento, según un estudio que publica Nature encabezado por el Dartmouth College (Estados Unidos).
La paleontóloga Mary Leakey descubrió en 1978 unas senda de huellas bípedas datadas hace 3,7 millones de años, que generalmente se aceptan como de Australopithecus afarensis y son la prueba más antigua de la marcha erguida.
El yacimiento de Laetoli está compuesto de varios lugares y aquellas pisadas fundamentales están distantes de las
encontradas en el llamado sitio A, que se empezaron a excavar dos años antes, pero se desestimaron al considerar que podían ser las pezuñas de un oso joven caminando erguido.
La investigación que se publica ahora está basada en una nueva excavación de aquellas cinco pisadas y, tras un detallado análisis comparativo, los autores han concluido que fueron realizadas por un humano primitivo y bípedo.
En esas marcas fósiles se puede apreciar una gran impresión del talón, del dedo gordo del pie y de un segundo dígito más pequeño. La diferencia de tamaño entre los dos dedos era similar a la de los humanos y los chimpancés, pero no a la de los osos negros.
Los expertos también lograron huellas de osos negros jóvenes en un centro estadounidense de rescate y rehabilitación, además de unas 50 horas de grabaciones de estos plantígrados en estado salvaje.
En aquellas imágenes los osos caminaban sobre las patas traseras menos de un 1 % del tiempo, por lo que el equipo considera poco probable que las huellas de Laetoli sean de ese animal porque, además, no se encontraron marcas a cuatro patas.
Cuando los osos caminan, dan pasos muy amplios, tambaleándose de un lado a otro, son “incapaces de caminar con una marcha similar a la de las huellas del sitio A”. La musculatura de la cadera y la forma de la rodilla no lo permiten, según el autor Jeremy DeSilva, de Dartmouth.
Los talones de los osos se estrechan y sus dedos y pies tienen forma de abanico, mientras que los pies de los primeros humanos son cuadrados y tienen un dedo gordo prominente.
Las huellas de sitio A registran a un homínido cruzando una pierna sobre la otra al caminar, lo que se denomina "paso cruzado", que no suele ser típico humano, pero es un movimiento que puede producirse cuando se intenta restablecer el equilibrio.
Estas marcas de paso cruzado “pueden haber sido el resultado de un homínido caminando por una zona que era una superficie desnivelada”, teorizó la autora del estudio Ellison McNutt, de la Universidad de Ohio (Estados Unidos).
Las huellas descubiertas en el sitio A son además distintas de las del Australopithecus afarensis, lo que para DeSilva es prueba “concluyente” de que hubo distintas especies de homínidos que caminaban de forma bípeda, pero “de diferentes maneras con diferentes pies".