Guadalajara, 2 de diciembre 2021.- Ahora hay muchas autoras escribiendo sobre las maternidades, que traen a la mesa la maternidad entendida como algo complejo y no idílico, señaló la uruguaya Fernanda Trías.
La ganadora del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), afirmó que el hecho de poder hablar de ese tema, “de que eso se pueda traer al ruedo va mejorando la situación y también le permite a las lectoras jóvenes entender que hay otro mundo, que hay otra manera posible de ser mujer, que hay otra manera posible de ser madre, que hay una cantidad de emociones que están habilitadas, que sí pueden sentir esa contradicción, que sí pueden sentir ciertas emociones; pueden ser negativas o complejas, respecto a la maternidad”.
Agregó, en conversación con los medios de comunicación durante la edición 35 de la FIL de Guadalajara, que hace poco en twitter dijo: las palabras sí importan porque las palabras sí van construyendo realidad, “el hecho de que podamos utilizar el lenguaje inclusivo está ayudando a cambiar la realidad”. Llegará un punto en que no sea necesario utilizar más el lenguaje inclusivo, “pero en este momento hay una lucha y esa lucha hay que darla”.
Aseveró que desde su primer libro en 2001 todos los personajes son femeninos y fuertes, “son personajes que por un lado son extremamente vulnerables y se podría decir que frágiles mentalmente, pero que luego sacan una fortaleza posiblemente de esa fragilidad, de esa vulnerabilidad para hacer frente a situaciones muy extremas”.
Las maternidades
Respecto al tema de los cuidados, contó, “nosotros sabemos que es un rol que casi siempre recae en las mujeres, un rol no remunerado y no reconocido. Generalmente no se ve que haya un trabajo extra que muchas veces recae en las mujeres y sí me interesaba pensarlo en esta novela, también me interesaba pensar la maternidad en plural, las maternidades, las distintas maneras de maternar”. En su novela Mugre rosa hay varios espejos que están hablando de distintas maneras de ser madre, “no solamente la biológica sino como una maternidad sustituta o tal vez que la maternidad se elige y que los niños también eligen a las personas que finalmente terminan considerando como sus madres más allá de los lazos sanguíneos. Yo sabía que esta era la novela de la madre. Sentía que era el momento de abordar este tema”.
Añadió que los personajes son interesantes en la medida en que pueden tener diversas lecturas y que son complejos. “Yo sí creo que todo lo que he escrito es de literatura de personaje, es decir, que hay un trabajo importante de bucear en el alma humana, en las motivaciones, en eso que nos duele, en eso que necesitamos, que deseamos, siempre es contradictorio. Están estas figuras maternales que son proveedoras y que han estado de alguna manera y que sin embargo no han estado de otras”.
Recibir el premio representa para Fernanda Trías “una alegría muy grande, había recibido otros en mi país, pero no este que es el más importante”.
Piensa que los escritores, “por esa personalidad extraña que tenemos, que suele ser introvertida y solitaria, somos muy dados a la observación. Hay que tener un estado de ánimo que te permita estar contemplando el mundo, observando lo que está pasando y a partir de ahí se van gestando las ficciones. Se va dando natural el proceso. Me han dicho que Mugre rosa es premonitoria de la pandemia, desde cierto ángulo se puede leer de esa manera”.
Creo que una crisis sanitaria como la que hemos estado viviendo era algo que estaba anunciado, acotó, “que estaba latente, que se sabía que podía ocurrir en algún momento por la manera en la que nos estamos relacionando con el medio ambiente. En el centro de esta catástrofe hay una historia que es humana y esa historia era la que más me interesaba narrar”.
Fernanda Trías escribe en su libro Mugre rosa: “Era noviembre, digo, y la epidemia no daba señales de mejorar. Frío y viento y devastación. Aún no habían ordenado evacuar la costa, pero el Ministerio acaba de inaugurar la nueva zona de cuarentena del Clínicas. Vivíamos en estado de constante alerta. Ese día, Max salió a juntar leña, aunque la niebla ya se había levantado y la arena empezaba a picarle las pantorrillas”.