Alemania, 22 de octubre 2023—Salman Rushdie se presentará en la Feria del Libro de Fráncfort, luego de
ser brutalmente atacado en agosto de 2022 y posteriormente perder la vista de un ojo. El autor de las obras ganadoras del Premio Booker Los hijos de la medianoche (1981) y Los versos satánicos (1988), la cual desencadenó una sentencia de muerte por parte del entonces ayatolá iraní, está en la feria para hablar de su última novela Ciudad Victoria y recibirá el 22 de octubre el el Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán. DW habló con él sobre su recuperación y el poder de la literatura.
DW: El Premio de la Paz del Librero Alemán no sólo se concede por el trabajo artístico, sino también por entendimiento internacional, y en su caso por su compromiso con la libertad en el mundo. ¿Qué significa este premio para usted?
Salman Rushdie: Es muy importante. Creo que todos los que estamos en este mundo literario estamos familiarizados con este premio. Y una lista notable de personas lo tiene. Así que estoy muy agradecido de que mi nombre se agregue a esa lista.
¿Cómo se encuentra hoy, sólo 14 meses después de haber sido atacado y gravemente herido?
Como ve, me siento muy recuperado. Es decir, estoy un poco golpeado, pero estoy bien.
En una entrevista con "The New Yorker" en febrero, usted dijo que ha estado sufriendo un bloqueo como escritor desde el atentado. Pero hace unos días, su editor anunció que la próxima primavera publicará un nuevo libro, en el que abordará el ataque y sus consecuencias. ¿Cómo encontró el camino de regreso a la escritura?
Simplemente volvió. Creo que poco después de hablar con The New Yorker y de esa entrevista, descubrí que todo empezó a fluir de nuevo. Así que estoy feliz de haber podido escribir este libro, que aparecerá en primavera.
¿Hubo algo que le ayudó?
Simplemente la práctica. Llevo mucho tiempo haciendo este trabajo. Al final, eso es lo que te hace volver a él.
Hablemos de su libro actual, "Ciudad Victoria", que se publicó este año. Es un relato ficticio del auge y caída de la ciudad medieval de Bisnaga, en el sur de India, donde hombres y mujeres de diversas creencias debían ser iguales. Pero el imperio perece al final porque abandona todos sus ideales. ¿Es este un comentario sobre el mundo actual?
Bueno, si escribes sobre historia, hasta cierto punto también escribes sobre la actualidad, porque cuando miramos al pasado, vemos lo que nos interesa, nuestras propias preocupaciones reflejadas en épocas anteriores.
Pero realmente quería crear un mundo propio. Hay muchos escritores que han hecho esto, ya sea William Faulkner con su Yoknapatawpha, García Márquez con Macondo o el escritor indio R. K. Narayan con Malgudi. Quería un pequeño mundo propio y esta saga se convirtió en ese mundo.
Algunos críticos han dicho que el libro es una novela feminista. ¿Era esa su intención?
Una de las cosas que me interesó al realizar la investigación para el libro fue que es realmente cierto que en este período tan lejano (estamos hablando de los siglos XIV y XV) el lugar de la mujer en la sociedad era muy avanzado en muchos aspectos. Se prestó mucha atención a la educación de las niñas, con casi tantas escuelas para niñas como para niños. Las mujeres trabajaban en todos los ámbitos de la vida: en el ejército, la profesión jurídica, como comerciantes, etcétera.
Eso era cierto, pero por supuesto lo que pasa con la historia es que nada es cierto. Y la propia vida de mi personaje Pampa Kampana, que de alguna manera está contando la historia que estoy contando, tiene altibajos. Hay momentos en los que es reina y otros en los que es una exiliada en la selva.
Y creo que lo mismo ocurre con los valores de la sociedad. Hay momentos en que es liberal, tolerante y abierta, y otros en que se vuelve antiliberal e intolerante. Supongo que la vida humana es así.
La fatua que se le impuso hace más de 34 años casi le cuesta la vida en el ataque del año pasado. ¿Por qué los autócratas, las dictaduras y los poderosos tienen tanto miedo de las historias literarias?
En muchas partes del mundo los dictadores siempre han temido a los poetas. Y es muy extraño, porque los escritores no tienen ejércitos.
¿Cuál es su explicación?
Creo que temen las versiones alternativas del mundo. Una de las cosas que tienen los regímenes autoritarios es que también imponen su propia versión del mundo, excluyendo todas las demás. Por supuesto, todos los escritores tienen su propia versión de él y a veces esta no gusta a la gente en el poder, por lo que intentan silenciarla.
En medio de la actual guerra entre el grupo terrorista Hamás e Israel, ¿qué puede hacer la literatura para ayudar?
Muy poco. Siempre intento no exagerar el poder de la literatura. Lo que los escritores pueden hacer -y lo que están haciendo- es tratar de articular el increíble dolor que mucha gente siente en estos momentos y llamar la atención del mundo sobre ello. Creo que los escritores de todo el mundo lo están haciendo y eso es probablemente lo mejor que podemos hacer: articular la naturaleza del problema.
¿Está diciendo que en esta situación las palabras pierden su poder?
Simplemente creo que hay cosas que las palabras no pueden hacer, y lo que no pueden hacer es detener las guerras.
Una de las primeras víctimas de la guerra suele ser la verdad, porque la gente empieza a presentar su propia versión propagandística de los hechos. Y eso es muy difícil cuando no puedes distinguir la realidad de la ficción en una zona de guerra.
Así que creo que el problema al que se enfrentan ahora los reporteros y periodistas es cómo establecer los hechos. Y si el periodismo puede hacerlo, estará prestando un servicio muy valioso.