Medio Oriente, 22 de marzo 2024 :::En Oriente Medio, es difícil escapar del Ramadán, por ello no es raro que
los no musulmanes participen en el mes sagrado musulmán. Es distinto en los países de mayoría cristiana.
Puede parecer extraño que lo diga una musulmana practicante, pero Joloud Jardoum, de 53 años y residente en Irak, lo tiene claro. "No todo el Ramadán tiene que ver necesariamente con la religión", afirma la escritora, afincada en Bagdad. "También tiene que ver con el ambiente y la tradición de gente que se reúne".
Irak es un país de mayoría musulmana, pero en las zonas donde conviven distintas comunidades religiosas, es frecuente encontrar a no musulmanes participando en las celebraciones en torno a la fiesta del Ramadán, que dura un mes. En particular, el "iftar", la comida al atardecer, en la que amigos y familiares se reúnen para romper el ayuno diario, puede ser un momento de encuentro entre musulmanes y no musulmanes.
"A veces, los cristianos preparan postres y los envían a sus vecinos musulmanes", explica Jardoum. "En otras ocasiones, los musulmanes envían comida. O ayunan todos juntos. Es muy agradable compartir estas cosas", prosigue la escritora.
Hay historias similares en otros lugares de Oriente Medio. "Una de mis amigas más antiguas y cercanas es musulmana, así que compartimos algunas costumbres", dice la egipcia Um Amir, de 50 años, residente en Assiut, ciudad al sur de El Cairo. "Por ejemplo, yo ayuno durante el día en Ramadán y luego rompo el ayuno con su familia".
"Soy cristiana, pero, desde que era joven, he tenido muchos amigos musulmanes y nunca he dado mucha importancia a las distintas religiones", explica, por su parte, la libanesa Rita, de 34 años, que también ayuna en Beirut.
::: ¿Más Ramadán en Occidente?
Dado que las tres mujeres viven en países de mayoría musulmana, sus experiencias no sorprenden a quienes viven allí. Al fin y al cabo, es tan difícil para los no musulmanes ignorar el Ramadán como para los musulmanes evitar la Navidad en Europa o Norteamérica.
Sin embargo, el Ramadán también se está convirtiendo gradualmente en una festividad más destacada en los países de mayoría cristiana.
El año pasado, Londres se convirtió en la primera gran ciudad europea en decorar una vía pública importante con luces de Ramadán. Fráncfort del Meno siguió el ejemplo de Londres este año, convirtiéndose en la primera gran ciudad alemana en instalar iluminación de Ramadán.
Esta semana, más de 1.000 personas se reunieron en Austria para celebrar un "iftar abierto" en el estado de Carintia, donde se invita a todos los miembros de la comunidad a romper el ayuno del Ramadán y comer juntos, aunque no sean musulmanes ni hayan ayunado. Los organizadores afirman que el acto atrae a más gente cada año.
"Sin duda, han aumentado los iftars organizados por instituciones estatales, organizaciones benéficas e iglesias para celebrar la diversidad", confirmó Esther-Miriam Wagner, directora del Instituto Woolf de la Universidad de Cambridge, que estudia las relaciones entre judíos, cristianos y musulmanes.
El mayor protagonismo del Ramadán "también tiene mucho que ver con el aumento del reconocimiento político y la igualdad de los musulmanes en el espacio público", argumenta Farid Hafez, investigador principal de Bridge Initiative, un proyecto que investiga la islamofobia con sede en la universidad Georgetown de Washington.
::: Acusación de apropiación cultural
Por supuesto, no todo el mundo está contento. A algunos musulmanes les molesta la comercialización del Ramadán. Clérigos conservadores argumentan que los no musulmanes no deberían participar en absoluto, mientras que los europeos de extrema derecha creen que la práctica conducirá al fin de la civilización tal y como ellos la definen. Por otro lado, algunas personalidades de las redes sociales que ayunaron durante el Ramadán, tratándolo como una especie de reto de salud, han sido denunciadas por apropiación cultural.
Pero ni Hafez ni Wagner creen que opiniones como esta compensen los beneficios de que la gente se sienta cada vez más cómoda con los sistemas de creencias de los demás. Para los musulmanes que crecen en una cultura de mayoría cristiana, puede tratarse de sentirse parte de ella. "Incorporar la fiesta al espacio público es, en cierto modo, reconocer que [el Ramadán] forma parte de la sociedad", argumentó Hafez.
Y para los no musulmanes, puede tratarse de celebrar y gestionar la diversidad, añadió Wagner. "Porque cuando tenemos sociedades diversas, vemos que la diversidad apoya realmente una sociedad próspera y vibrante, y normalmente más justa", concluyó.