"Para mí la poesía y el pensamiento son un sistema de vasos comunicantes. La fuente de ambos es mi vida: escribo sobre lo que he vivido y vivo", decía Octavio Paz en el prólogo de "La llama doble", una idea que resume a este intelectual total del siglo XX que el próximo día 31 hubiera cumplido cien años.
Porque para Paz, un torrente de palabras e ideas, una figura oceánica cuya prolífica obra, tanto en prosa como en verso, está más viva que nunca por su constante modernidad, su experimentación, su transcendencia, su idea del tiempo y del presente o su discurso sobre el diálogo y la tolerancia, todas las artes y experiencias estéticas van a dar a la poesía.
Y es que este creador nacido en Mixcoac (México) en 1914 y muerto en la capital azteca en 1998, que ganó premios como el Nobel de Literatura, el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el Jerusalem o el Internacional Menéndez Pelayo, entre otros muchos, es un gran clásico moderno que indagó en todos los caminos, que experimentó en las vanguardias y que descubrió las culturas india y oriental para muchas generaciones, sin perder el diálogo con la tradición.
Hijo de un abogado que trabajó para Emiliano Zapata y de Josefina Lozano, descendiente de españoles gaditanos, Paz comenzó a escribir desde muy temprano y en 1937, tras finalizar sus estudios de Derecho en la Universidad Autónoma de México, viajó a España para apoyar la República y participó en Valencia en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas.
En él conoció a muchos poetas de la generación del 27 y de la revista "Hora de España". El viaje lo hizo con su primera mujer, la escritora y periodista mexicana Elena Garró, con la que tuvo su única hija, Elena, y de la que se divorció en 1959.
Después se uniría a Bonna Tibertelli y, en 1965, cuando ya era embajador de México en la India, se casaría con Marie-José Tramini, su compañera hasta el final de su vida.
A su vuelta a México fundó la revista "Taller", donde dio cuenta de una nueva sensibilidad literaria, y en 1943 se trasladó becado a Estados Unidos. En 1945 ingresó en el Cuerpo Diplomático de Estados Unidos y fue destinado a Francia, donde comenzó su relación con las vanguardias, con los surrealistas, con Bretón a la cabeza, y donde descubrió el amor y la libertad como alimentos para su poesía.
En París escribió "El laberinto de la soledad", uno de sus más simbólicos y reconocidos ensayos junto con "El arco y la lira" (donde teoriza sobre la poesía como forma de vida), en el que habla de la identidad mexicana.
Fue embajador en París, Tokio y Nueva Delhi, destino en el que se encontraba en 1968 cuando en su país se produjo la matanza de Tlatelolco contra el movimiento estudiantil, por orden del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Paz dimitió de su cargo por solidaridad con las víctimas y desde ese momento se dedicó de lleno a su obra.
Fundo dos revistas fundamentales: "Plural" (1971-1976) y "Vuelta" (1976-1998) con la idea de renovar el panorama cultural mexicano, de hacerlo más abierto y dar cabida a la poesía, la crítica literaria, la filosofía y el ensayo.
Transgresor, cosmopolita, enciclopédico, hondo, los temas de Paz abarcan todo. El pasado prehispánico de México, el lenguaje, la soledad, el tiempo, el erotismo, el amor y la poesía como vehículos para la transcendencia del hombre, ocupan su pensamiento y su cosmovisión.
Pero la India, donde pasó seis años, marcó un antes y un después en la vida y obra del intelectual mexicano, que hizo también incursiones por Ceilán, Afganistán o Pakistán y escribió tres libros de poesía, narración y ensayo: "Ladera este", "El mono gramático" y "Vislumbres de la India".
"En esos poemas procuré expresar -escribe Paz- las impresiones, observaciones, emociones y sentimientos de un poeta de lengua española ante un mundo o, más bien, mundos desconocidos...Mundos de afuera y también de adentro: mi vida misma, con mis pasiones, obsesiones, titubeos y sentimientos".
"Viajes en el espacio exterior y en el interior -continúa-, realidades que vemos alternativamente con los ojos abiertos y con los ojos cerrados, paisajes nunca vistos y paisajes siempre vistos: la extrañeza de la India se fundió con mi propia extrañeza, es decir, con mi vida".
La figura de Octavio Paz es la de un poeta e intelectual mundial, el historiador Enrique Krauze le define como "hombre de su siglo". Sus Obras Completas están editadas en Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Su poesía se recoge en "Obra poética" (1935-1998).
Y de su labor en prosa destacan, además de "El laberinto y la soledad" y "El arco y la lira", "Las peras del olmo", "Puertas al campo", "Claude Lévi-Strauss", "Corriente alterna", "Conjunciones y disyunciones", "El ogro filantrópico", "Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe", "Hombres en su siglo" o "La llama doble"