Editores mexicanos participaron en el seminario “El idioma, cosa de todos”, que arrancó ayer con una discusión sobre la pertinencia de su labor en la era digital, en la que, coincidieron, es un filtro necesario para un medio como Internet donde todo se puede y todo se vale.
“Si no hay mediadores que legitimen intelectual o culturalmente lo que se publica, lo que se genera es que se lanzan sistemáticamente botellas al mar”, ejemplificó Ricardo Cayuela Gally, director de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
En su intervención, Cayuela recordó que “vivimos una acelerada transición y que la era Gutenberg está entrando en conflicto con la era digital. A esto hay que agregar -dijo- que siempre somos malos para entender el presente y comprender las consecuencias de lo que vivimos”.
En su opinión, así como Gutenberg fue el responsable de una transformación absoluta en el paradigma de la cultura y de la historia de la humanidad, con la era de Internet “estamos viviendo un proceso parecido, no sabemos los alcances que pueda tener el acceder al conocimiento humano a un ‘click’ de distancia”, insistió el funcionario.
La industria editorial, explicó, se ha basado en una suerte de sistema de mecenazgo, pues cuando se construye un catálogo nadie puede saber qué libro va a tener éxito, pero los que más éxito tienen subsidian al resto de los autores, y eso no es algo que se suela considerar pero que es necesario para el equilibrio en un catálogo editorial.
Con internet, precisó, ese equilibrio, que es frágil y permite tener acceso a visiones del mundo particulares -eso es la construcción de un catálogo- entra en crisis porque los autores que más venden pueden tener la tentación –y de hecho la están teniendo— de no querer subsidiar a otros autores y auto publicarse para tener mayores ganancias.
El otro riesgo es que los jóvenes escritores que han crecido en la era de Internet no están dispuestos a someterse a ningún tipo de intermediación. El problema de este razonamiento es que la mayoría de estos trabajos están destinados al anonimato, pues la auto-publicación, salvo rarísimas excepciones, genera silencio.
Para Cayuela, un buen editor es aquel que dice NO y contadísimas excepciones SÍ y con ese SÍ construye su catálogo, mientras que Internet es exactamente lo contrario.
En su oportunidad, detalla el Conaculta en un comunicado, Tomás Granados, gerente editorial del Fondo de Cultura Económica, puso énfasis en que el editor debe ser alguien que debe leer cada rincón con cuidado, emitir comentarios con profundidad y total franqueza, y sugerir cambios donde juzgue deseables o esenciales.
Es un primer lector que tiene que adecuar su sensibilidad, sea literaria, intelectual, pedagógica, a la sensibilidad que debería tener en el futuro el libro en cuestión.
Ramón Córdoba, editor ejecutivo de Alfaguara, dijo que la misión de todo texto, sea o no literario, es no ser estándar.
“La definición de estilo pasa por el conocimiento estrictamente personal que tenemos cada uno de nosotros del lenguaje y que ponemos en práctica mediante la escritura. Es una de las fronteras del respeto del editor, una frontera que es totalmente imprecisa”.
El seminario “El idioma, cosa de todos”, que se realiza como parte de la primera edición de Expo Publica, feria de libros y revistas que se lleva a cabo del 25 de abril al 4 de mayo, en el World Trade Center de la Ciudad de México.
Su propósito de propiciar la reflexión en torno a la importancia del idioma en el papel de los editores.