Guardan osamentas con antigüedad de 12 mil años en Tulum

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Cavernas inundadas, cenotes abiertos -que simulan lagunas- o cerrados, poco profundos o con distancias abismal, con estalactitas y estalagmitas, son parte de la oferta del parque donde pájaros como el Toh o Péndulo, por tener una cola que mueve como si fuera un péndulo, habitan sin temor a la presencia humana

Como fiel testigo de la prehistoria de América, el Parque Ecoturístico Dos Ojos guarda, en su selva mediana subperennifolia y en su río subterráneo, numerosas osamentas de especies animales que vivieron en esta región hace 12 mil años, entre ellas las del propio hombre.

Individuos de diversas razas y culturas que dieron forma a México, como los mayas, son hoy los encargados del cuidado de este sitio, celosos cuando se trata de evitar el saqueo de sus cenotes y cuevas inundables, pero también para con el entorno natural, amenazado por el interés económico.

Y este lugar, en el cual se ubican al menos nueve cenotes explotados con fines comerciales por los ejidatarios –11 más aun no han sido explotados- está la osamenta de “Naia” una joven de entre 15 a 16 años que murió dentro de una de sus cuevas y cuyo grupo étnico habría venido de Siberia a América.

Para llegar a Dos Ojos, sitio en el que se encuentra el cenote “Hoyo Negro” como le han llamados investigadores e instituciones, pero que los pobladores denominan “Cenote Profundo” o Cenote “Pit”, hay que recorrer unos 12 kilómetros de la cabecera municipal de Tulum rumbo a Playa del Carmen.

Un modesto letrero anuncia la proximidad de Dos Ojos, lo que contrasta con banderolas y anuncios espectaculares de que a 500 metros más se ubica el complejo turístico de Xel-Ha.

El visitante avanza unos cuantos metros de la carretera para poder realizar el pago de una cuota, y de quererlo, contratar el servicio de un guía, de accesorios como chalecos y snorkel, de transportación, entre otros.

Al avanzar unos 30 metros más, sobre un camino de terracería se aprecia un moderno edificio que alberga el llamado “Museo de la Era del Hielo”, el cual contiene réplicas de piezas de animales extraídas en el sitio, así como “otros hallazgos” que han podido quedarse. La figura de un mastodonte da la bienvenida.

En bicicleta, go car, mototaxi o en vehículos particulares, habrá de recorrerse unos dos kilómetros de terracería en buen estado hasta llegar a los cenotes de Dos Ojos, proyecto “Padre” con el que los ejidatarios iniciaron este parque ecoturístico hace 25 años y hoy es fuente de ingreso para 173 familias ejidales.

El canto de las iguanas y de las cigarras acompasa el avance del visitante, quien puede maravillarse la vista con una selva bien conservada, plagada de diversas especies vegetales, de árboles con más de ocho metros de altura, entre los que destacan ceibas y chacás.

Cavernas inundadas, cenotes abiertos -que simulan lagunas- o cerrados, poco profundos o con distancias abismal, con estalactitas y estalagmitas, son parte de la oferta del parque donde pájaros como el Toh o Péndulo, por tener una cola que mueve como si fuera un péndulo, habitan sin temor a la presencia humana.

Para llegar al Cenote Profundo habrá que avanzar cuatro kilómetros más y decidir visitarlo –si se es un buen nadador-, debido a su profundidad que se estima tiene más de 250 metros, razón por la cual prácticamente llegan a éste sólo buzos.

Juan Jaime Castro Martínez, administrador de este parque, advierte que toda persona que pretenda bucear en el sitio deberá contar con un permiso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y contratar los servicios de buzos acreditados por la institución y certificados, a fin de evitar accidentes.

Una figura cuadrangular de seis metros de ancho y 16 de largo es la entrada superior al sitio, sin embargo, para quienes carecen de los arrojos de tirarse desde esta apertura al espejo de agua –unos siete metros- se han colocado escaleras laterales.

“Hay que ser valientes, yo ni me acerco al cenote, pero muchos se tiran desde la boca del cenote hasta el espejo de agua que tiene una caída de más de 150 metros de profundidad. La verdad nadie sabe cuál es profundidad total, pues la presión del agua es muy fuerte, pero se dice hay 100 metros más abajo”, añade Castro Martínez.

El agua, agrega, es cristalina, lo que nos dice que es un río en constante movimiento, un mismo río que conecta todos los cenotes de este parque y en una de sus cavernas se encuentra la osamenta de esta muchacha, pero también de especies como el mamut y de un oso perezoso que se dice era muy grande.

A diferencia de antaño, ahora se cuenta con velador y guías que impiden la presencia de personas ajenas a lugar tras la hora del cierre –de 7:00 a 19:00 horas- o que pudieran llevarse vestigios, como buzos y empresas diversas que lo hicieron con antelación.

Escaleras y puentes de madera, senderos de grava fina, palmas, helechos y orquídeas, casas mayas de paja, agregan al panorama en Dos Ojos, que se complementan con letreros de la Profepa que advierten del cuidado de la flora y fauna, así como del INAH de preservar el patrimonio arqueológico e histórico nacional.

Tras 20 años de trabajar como administrador en una rentadora de autos, Juan Jaime resume el porqué dejar su trabajo y dedicarse a administrar el parque: “me duele que algo le pase o suceda al parque, por ello estoy cuidándolo, porque además es el patrimonio de mis hijos”.

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