Reúne singulares personalidades el Museo Grévin

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A finales del Siglo XIX, época en la que la prensa escrita empleaba poco la fotografía, el periodista Arthur Meyer, fundador del diario “Le Gaulois”, anhelaba ilustrar en tres dimensiones a los personajes que protagonizaban los hechos del momento. Incitado por su entusiasmo de reportero, acudió al escultor, diseñador y sastre Alfred Grévin, quien desbordó sus talentos

en erigir representaciones en cera de la gente sobresaliente en su actividad profesional, contando además con la decoración estilo barroco patrocinada por el financiero Gabriel Thomas. El éxito fue rotundo desde la apertura del museo en 1882.

Actualmente, la deslumbrante creatividad de los sucesores de Grévin ha logrado reunir una colección de 600 figuras ordenadas en escenas; esta institución ha recogido significativos episodios históricos, y momentos de la popularidad efímera de aquellos ligados a la diversión, y la política; así como los hechos culturales y científicos transcendentales que van desde la historia de Francia hasta la contemporaneidad, su acervo total es de tres mil efigies.

Una de las muchas celebridades que se encuentran en este museo de cer, es el filósofo Jean Paul Sartre, quien en vida escribió: “El existencialismo es optimista, el destino de cada uno de nosotros está en nuestra mano, el héroe no nace héroe, se hace héroe. El hombre es responsable de si mismo y de todos los hombres, lo que somos depende de lo que hemos querido ser, no de un destino divino”.

Yo, Manuel Peñafiel, al escribir esto, ratifico estar de acuerdo con Sartre, agregando que la mayoría de los seres humanos no aceptan su responsabilidad en cada acto de su vida, delegando el acontecer de los sucesos a inexistentes divinidades imaginadas por mitologías religiosas. A la mayoría de los seres humanos les aterra la soledad, por lo tanto, se consuelan pensando que allá arriba en el cielo vive un padre omnipotente y protector. La libertad del pensamiento es doloroso trofeo, pero bien vale la pena luchar para conseguirlo, pocos son los que se atreven a cavar hacia el interior del laberíntico razonamiento, para después de la interna lucha, disfrutar la pulida gema autónoma repelente al cautiverio que imponen las religiones, y la prejuiciosa sociedad.

Ernest Hemingway también se encuentra representado en el Museo Grévin; este escritor estadounidense solía decir: “Mi psicoanalista es mi máquina de escribir. Se necesitan dos años para aprender a hablar y 60 para callar”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Hemingway participó como chofer de ambulancia y corresponsal de prensa, vio a la muerte desmembrar a civiles y a soldados. Él mismo estuvo a punto de morir en la Guerra Civil Española. Después de esa masacre perpetrada por Francisco Franco a la aspiración republicana, Hemingway escribió el libro “Por quién doblan las campanas”, con el cual intentó demostrar que la pérdida de libertad en cualquier parte del mundo, es señal de que la libertad se encuentra en peligro en todas partes.

El Museo Grévin está dividido en distintas épocas históricas. Las tortuosidades de la historia me condujeron a las mazmorras de la Santa Inquisición. En dicha época, los lamentos de los cautivos desgarraron la decencia humana. A lo largo de la historia, la religión católica ha torturado y asesinado a incontables inocentes con el propósito de mantener su poderío económico y político. Sin embargo, los incultos feligreses rechazan ilustrarse en la enciclopedia de la sangre. Millones de católicos son siervos al servicio de la malignidad oculta tras el incienso de rapiña. ¡Cantar en el altar y violar niños en la sacristía, repugnante hipocresía!

Para alejar de mi mente a la amargura representada por la Edad Media en el Museo Grévin, me dirigí hacia la estatua de Leonardo Da Vinci, aquel luminoso protagonista del Renacimiento, periodo durante el cual, la curiosidad humana y el anhelo de progreso se despojaron del yugo religioso. Leonardo Da Vinci, pintor, hombre de ciencia y escultor, fue además inventor y teórico en proyectos aerodinámicos. Acompaño esta narración con la fotografía que le tomé a la efigie de este genio con blanca barba.

Yo pienso que la Cultura es el sendero hacia el progreso. Con honesta hospitalidad se podría construir el hogar, donde bien podría caber toda la Humanidad despojada de codicia y egoísmo. La mente es un intrincado bosque, la vereda hacia el verdor depende de nosotros mismos. Autoconfianza es invencible mariposa, no permitas que dudas y angustiantes pensamientos perturben su vuelo. La auténtica libertad es poseer alas sin tener la necesidad de desplegarlas para huir de la realidad consumiendo alcohol o estupefacientes; al final de tan nebuloso vuelo se caerá quebrando la brúj

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