América

LA VIDA ES RETRO

Cristóbal Colón partió del Puerto de Palos al mando de tres carabelas: la Pinta, la Niña y la Santa María, en busca de las Indias, el mundo de las especias.

Todo lo anterior está documentado en el Archivo General de Indias y en otros receptáculos culturales, incluida nuestra memoria escolar básica.

Escribir sobre el descubrimiento de nuestro continente no contiene muchas novedades.

Lo nuevo sería pensar que, sin menospreciar las primeras experiencias expedicionarias como la de los homínidos que se separaron de los simios africanos y exploraron tierras ignotas de Europa, o la de Marco Polo en su ruta de la seda, Cristóbal Colón ha sido el viajero más valiente de la historia. Fue la hazaña más grande de la aventura del hombre.

Quienes siguieron a Colón en viajes por el mundo sabían que la Tierra era redonda y que no caerían al vacío al final del horizonte. Cualquiera diría que los hombres que llegaron a la Luna tuvieron el mayor reto de la humanidad; pero no, ellos tenían conocimiento de a donde iban, tenían un soporte en la Tierra y los cálculos matemáticos que los llevaron eran casi perfectos.

El navegante genovés salió de un territorio semibárbaro que aún no estaba integrado a Europa. De hecho, su tripulación era supersticiosa y en más de una ocasión exigió el retorno ante el temor de ser tragada por monstruos desconocidos o caer al precipicio que estaba más allá de donde alcanzaba la vista.   

La incultura de su pueblo y el obscurantismo de su religión contrastaban con el progreso que se vislumbraba en los pueblos del continente por descubrir. En religión habría un empate técnico, pues los peninsulares expulsaron a los moros a sangre y fuego y a los judíos como raza indeseable mientras que el potro y la hoguera de la Inquisición sembraron muerte. En el Imperio Azteca sacrificaban a los prisioneros de guerra (cosa que hacen las potencias modernas) en honor de Huitzilopochtli, mientras que los iberos poniendo a salvo a Jesucristo. El náhuatl, como idioma, estaba mejor estructurado que el castizo de esos tiempos y de haber descubierto los amerindios la rueda y manejado la polea otra sería la historia.

Además, de retrasarse el viaje de Colón medio siglo, los europeos hubieran visto llegar a las grandes canoas indias hasta su tierra. Sus barcas habían conquistado ya las islas del Caribe y la astronomía y las matemáticas eran superiores a las de ellos. Los aztecas eran más altos, mejor alimentados y educados que los hispanos, etcétera.

La imposición de la Cruz por la espada costó un holocausto amerindio de más de 50 millones de seres y la destrucción –en algunos casos hasta los cimientos- de templos y culturas. El aislamiento de los españoles de esa época creó mentes ajenas al pensamiento matemático y al aprendizaje de idiomas lo que fue heredado por la población americolatina.

Como todo en la historia, y en la vida misma, no podemos dar marcha atrás. Al almirante genovés tócale descubrir nuevas tierras, aunque no las que esperaba, y eso habrá que celebrarlo cada 12 de octubre. 

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