En todo el mundo, las mujeres son las principales cuidadoras del género humano: se hacen cargo de sus propios hijos en el hogar, pero también de familiares, amigos y conocidos enfermos. Por otra parte, el cuidado informal se feminiza cada vez más, en
lugar de volverse un fenómeno más equitativo entre los sexos.
La responsabilidad de cuidar tanto a los hijos como a miembros enfermos de la familia en el hogar es un importante factor de riesgo a la exposición a virus respiratorios, entre éstos, el de la influenza.
Un estudio realizado en los EE.UU. sobre más de 5.300 casos a lo largo de 11 años demostró que las mujeres contraen más virus respiratorios que los hombres y, dentro de este grupo, son más vulnerables aquellas que realizan tareas de cuidado en sus propios hogares que las que trabajan fuera de sus casas.
Esto sugiere que tareas como cuidar a un niño o a un enfermo desempeñan un rol importante en la adquisición y diseminación de enfermedades virales. Un factor igualmente importante es que las cuidadoras a menudo no buscan un tratamiento adecuado u oportuno debido al tiempo que les consumen esas responsabilidades. 3
La importancia de la vacunación con perspectiva de género: el caso de las cuidadoras
La vacunación es una de las medidas de salud pública más eficaces en cuanto a costos y de mayor éxito en prevención. Además, no benefician únicamente a los niños: los efectos de la vacunación se extienden cada vez más a todo el ciclo de la vida, hasta incluir a adolescentes y adultos, a quienes brinda protección contra enfermedades potencialmente mortales, como la influenza o la meningitis, por ejemplo.
Las mujeres reciben indicaciones específicas de vacunación durante su primera infancia a través de los calendarios nacionales de inmunizaciones para ambos sexos. Al llegar a la pubertad, son inmunizadas contra el virus del papiloma humano (con posibilidad de revacunación entre los 19 y 26 años), y, en caso de embarazarse, con las vacunas indicadas durante la gestación (influenza, tos ferina, tétanos, difteria).
A las puérperas (mujeres en post parto) no vacunadas durante el embarazo, se les recomienda vacunarse contra influenza y pertussis para proteger al bebé. Pero fuera de esas consideraciones, no son tomadas como un grupo de riesgo. Forman parte de los “adultos de 19 años en adelante” y eventualmente se les recomienda requerir consejo médico para decidir o no vacunarse contra una u otra enfermedad.
Las indicaciones de vacunación entre adultos considerados “grupos de riesgo” son para personas de ambos sexos con enfermedades de base -como inmunodeficiencias, problemas cardiovasculares, hepáticos, respiratorios, adicciones, diabetes- o para mayores de 65 años. Estos grupos, así como también los trabajadores de salud y otros grupos que por la naturaleza de su tarea conviven en ambientes cerrados (por ejemplo, los miembros de las fuerzas armadas) generalmente tienen cobertura vacunal a través de los programas oficiales de inmunizaciones.
En EU, el Programa de Apoyo a los Cuidadores Familiares sugiere inmunizarse contra la influenza, la enfermedad neumocócica y el tétanos, y lo hace apelando “a la responsabilidad, ansias de hacer lo correcto y de mostrar reciprocidad hacia las personas que lo cuidaron en algún momento” bajo el título: “Sea prudente: vacúnese”.
El Centro de Control de Enfermedades de los EE.UU (CDC) recomienda la inmunización de cuidadores de niños pequeños, que se sabe son en su mayoría llevado a cabo por mujeres, contra la influenza y enfatiza que los adultos en contacto con bebés menores de 6 meses (que aún no pueden ser inmunizados contra esta enfermedad respiratoria) deben extremar cuidados para evitar transmitirles el virus.
Asimismo, también se recomienda que aquellos adultos a cargo del cuidado infantil estén inmunizados contra el tétanos/ difteria/ tos ferina; sarampión/paperas/rubeola (SPR o MMR en inglés); hepatitis A y B y varicela.
Género, cuidados y salud
El rol de cuidadora se caracteriza por una limitación de intereses (no tener tiempo de cuidarse o de dedicarse a sí misma) que se une, en muchos casos, al de ama de casa. Así, los efectos desfavorables para la salud y la calidad de vida de ambos roles se potencian.
Muy a menudo estas mujeres ven cercenada la posibilidad de atravesar un envejecimiento saludable o pleno como consecuencia de la carga física y mental que involucra el cuidado de una persona dependiente.
Es por eso que una mayor expectativa de vida femenina no conlleva a menudo un buen estado de salud: ellas viven más pero sufren más enfermedades crónicas y degenerativas, y tienen más dificultades de acceso a la atención de su salud. [14]