La edad cronológica, no es sinónimo de enfermedad, discapacidad o dependencia; la forma de envejecer es distinta para cada individuo de acuerdo con su estilo de vida. Los factores genéticos, la red de apoyo y el medio también son factores importantes en la forma de envejecer de las personas adultas mayores.
De acuerdo con una evaluación del Inapam, se deben tener presentes los siguientes aspectos para atender la dependencia: prevención y promoción integral de la salud, control de las enfermedades crónicas no transmisibles, servicios sanitarios eficientes, y cambios en favor de un buen estilo de vida.
El envejecimiento poblacional está marcado por una mortalidad asociada con enfermedades crónicas no transmisibles, como fragilidad, discapacidad y demencias, lo que ocasiona mayor dependencia en este grupo, y cuya atención y seguimiento, son un reto para las instituciones gubernamentales federales, estatales y municipales.
Se calcula que el 85 por ciento de las personas de entre 60 y 75 años, son independientes en sus actividades cotidianas; tienen buena salud y la mayoría contribuye con la economía familiar.
Asimismo, un 45 por ciento de las personas mayores de 76 años necesitan algún tipo de asistencia. El tiempo de vida funcional e independiente para personas de entre 65 y 69 años es de un decenio, en tanto que entre sujetos de entre 80 y 84 años, es de 4.7 años. Para los mayores de 85 años, es de 2.9 años más de funcionalidad.
En cuanto a la esperanza de vida, las mujeres muestran una mayor longevidad. Sin embargo, tienen mayor deterioro funcional, y pese a eso, son ellas quienes apoyan a las personas adultas mayores en sus actividades diarias.
Preocupado por esta morbilidad de dependencia en el país, el Inapam promueve acciones de política pública, encaminadas a su atención. La transición a una situación de dependencia funcional motivada por la longevidad, implica cambios en las condiciones de salud, lo que desemboca en una mayor vulnerabilidad.
Es fundamental centrar la atención en la dependencia y su impacto en las enfermedades crónicas y en la funcionalidad de las personas. Por tanto, urge generar políticas públicas y programas que ayuden a evitar y reducir la carga que ocasiona la discapacidad en la vejez.
Esto implica, formar y capacitar cuidadores y personal profesional, por medio de programas y protocolos para su atención domiciliaria, o bien, programas de estancias de día, con servicios adecuados, y generar modelos opcionales para atender esa dependencia.