La evidencia es concluyente: consumir pescados es bueno para tu salud. No solo es un alimento de fácil digestión y bajo en calorías, también aporta proteínas y grasas que el organismo necesita para fortalecer las neuronas y para realizar otras funciones esenciales.
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La literatura científica actual muestra que el consumo regular de pescados con alto contenido de Omega-3 (como salmón, atún blanco, trucha o sardina) ayuda a prevenir accidentes cerebrovasculares (también llamados “ataque cerebral”), a mantener un corazón saludable, repercute positivamente en el control de los ataques asma y disminuye (aunque modestamente) el riesgo para desarrollar artritis reumatoide. El pescado también beneficia en la reducción de los triglicéridos, de las arritmias cardiacas, en la presión arterial y en la acumulación de placa en las arterias.
Por si fuera poco, las grasas Omega-3 tienen un efecto antiinflamatorio y pueden ayudar contra el cáncer, la depresión y el trastorno de déficit de atención e hiperactividad.
Si durante el embarazo las mamás consumen pescado, este beneficia el desarrollo neurológico de los bebés y los protege de problemas alérgicos (como asma, sibilancias, eczema y fiebre del heno).
En México la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) es la dependencia encargada de regular las plantas procesadoras de productos de la pesca, pescaderías, ostionerías y restaurantes, a fin de contar con alimentos inocuos.