Innova y mejora producción de biofármacos contra el cáncer

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En una época donde alcanzar las metas es algo que se proponen todos, Andrea Bedoya López, del Laboratorio Nacional de Citometría de Flujo en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es ejemplo de que la

perseverancia es la clave, y por ello obtuvo el primer lugar del Premio Fundación UNAM a la Innovación Farmacéutica 2017.

La joven investigadora trabajó con ahínco desde que realizaba la maestría y el doctorado en el Laboratorio de Bioprocesos, del Instituto de Investigaciones Biomédicas, con la doctora Norma Valdez Cruz, combinando los estudios en el laboratorio con la educación de su pequeña hija, hoy de 10 años.

En algunas ocasiones, cuando le tocaba realizar trabajos hasta altas horas de la noche, su pareja y la pequeña la visitaban para acompañarla y apoyarla en sus estudios transcriptómicos (sobre los conjuntos de ácido ribonucleico mensajeros o transcriptos presentes en una célula) y proteómicos (estudios a gran escala de proteínas) en un tipo particular de células llamadas CHO, productoras de glicoproteínas recombinantes, las cuales son moléculas formadas por proteínas y azúcares creadas con instrucciones genéticas de células diferentes.

“Le ha tocado todo el proceso de maestría y doctorado, acompañarme y trasnochar además. Eventualmente cuando tenía experimentos largos me acompañaban un momento y le daba curiosidad por ver las células, esos momentos fueron muy importantes para mí”, comentó en entrevista para el Foro Consultivo Científico y Tecnológico la joven investigadora.

Impacto farmacológico
Bedoya López realizó estudios genéticos de líneas celulares comúnmente llamadas CHO (acrónimo de Chinese Hámster Ovary), altamente valiosas en la industria farmacéutica, pues son utilizadas en la producción de proteínas recombinantes.

“Las proteínas recombinantes son importantes porque muchos de los medicamentos biofarmacéuticos se producen en esas líneas celulares y la única forma de producirlas son estos cultivos, por lo que sale carísimo fabricar este tipo de medicamentos”, explicó Bedoya López.

La doctora desarrolló una técnica, basada en hipotermia moderada, con la cual es posible obtener una mayor cantidad de proteínas recombinantes, además de que ubicó una serie de genes que son clave para producir una mayor cantidad de estas sustancias.

La idea es que aplicando esta metodología e ingeniería genética las farmacéuticas puedan, a mediano plazo, reducir a la mitad el costo de producción, lo que impactará favorablemente al consumidor final, que son los pacientes.

Las proteínas recombinantes se utilizan para identificar ciertos tipos de cáncer, por ejemplo, un fármaco biosimilar llamado rituximab se “fabrica” utilizando estas líneas celulares.

Estos compuestos no se pueden producir químicamente de la forma tradicional pues son proteínas humanas que se le han puesto al hámster para que éste las produzca como si fueran humanas.

En este caso, Bedoya López se dio a la tarea de producir en las células CHO una proteína llamada Activador de Plasminógeno Tisular o tPA (por sus siglas en inglés), que es clave para ayudar a personas que han sufrido un accidente cerebrovascular.

“Cuando una persona tiene trombos y se están formando coágulos necesita mucha de esta proteína para disolverlos y no perder una pierna o evitar un mayor daño en el tejido. Cuando existe un accidente cerebrovascular lo que se hace es aplicar una gran cantidad de esta proteína para que el cuerpo disuelva los trombos y el daño sea menor”, ejemplificó la investigadora.

Adicionalmente, la joven investigadora revisó la cadena del ácido ribonucleico de estas células (RNA mensajero) para determinar cuáles eran los genes clave para mejorar la producción de proteínas.

Identificó cerca de 3 mil genes importantes con los cuales es posible realizar ingeniería genética en la célula para obtener una sobreproducción del compuesto en las células CHO.

También para el trabajo, se aprovechó una técnica conocida como hipotermia moderada que, de hecho, se utiliza como un tratamiento para los pacientes con trombos, pues se ha documentado que permite a las células producir más tPA.

“De esos, identificamos siete genes que, potencialmente, pueden producir el doble o más de las proteínas, que actúan en hipotermia moderada y con los que es factible trabajar”, precisó la especialista.

El trabajo con combinaciones de estos genes en las líneas celulares CHO y en condiciones de hipotermia moderada continúa en el Laboratorio de Bioprocesos del IIB, pues es susceptible de patentamiento, aclaró.

Actualmente, Bedoya López trabaja además en la implementación de protocolos para ofrecer servicios a empresas para la evaluación de biofármacos a nivel industrial, además de establecer protocolos de investigación que ayuden en la detección oportuna de leucemias utilizando técnicas de citometría de flujo, para disminuir la tasa de muerte que es bastante alta en el país.

“Del 100 por ciento de los niños que fallecen por leucemia en México, 95 por ciento pudieron haberse salvado de contar con un diagnóstico temprano y eficiente”, finalizó la investigadora.


PIE DE FOTO: Andrea Bedoya López trabaja en el Laboratorio Nacional de Citometría de Flujo en la UNAM. (Foto: IIB/UNAM).

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