Madrid, España, 22 de noviembre 2020, - Un estudio realizado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC) concluye que los pacientes con infarto de miocardio y COVID-19 presentaban mayor insuficiencia cardiaca a su llegada al hospital. Además, desarrollan mayores complicaciones (trombosis del stent y shock cardiogénico) tras el tratamiento del infarto
Los pacientes que sufren un infarto de miocardio y están infectados por el SARS-CoV-2 presentan una mortalidad cinco veces superior que aquellos pacientes con infarto que no tienen la COVID-19.
Así lo pone de manifiesto el estudio realizado por el Grupo de Trabajo de Código Infarto, de la Asociación de Cardiología Intervencionista de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Esta investigación ha analizado un total de 1 mil 10 pacientes con infarto de miocardio, que acudieron al hospital entre el 14 de marzo y el 30 de abril.
Se trata de una parada o una grave alteración del ritmo de los latidos por una obstrucción de la arteria o arterias correspondientes, explican los expertos.
“Del total de pacientes con infarto de miocardio atendidos, el 10,9 % tenía PCR positiva”, indica el doctor Oriol Rodríguez Leor, primer firmante del estudio.
Según los investigadores, estos pacientes presentaron una mortalidad intrahospitalaria del 23,1 %, mientras que la tasa de mortalidad durante el ingreso en los infartos sin COVID-19 se situó en el 5,7 %.
Desde la SEC puntualizan que, además, los pacientes con coronavirus que llegaban al hospital presentaban más insuficiencia cardiaca y también tuvieron más complicaciones tras el tratamiento del infarto de miocardio.
La trombosis del stent y el shock cardiogénico, aseguran los investigadores, son algunas de las complicaciones más temidas del intervencionismo coronario percutáneo por sus consecuencias catastróficas.
Por una parte, la trombosis del stent (TS) se trata de un infarto agudo de miocardio que se produce tras la implantación de un tubo de malla de metal que se expande en la arteria coronaria. Una complicación que puede llegar a causar la muerte en el 25 % de los pacientes, según los especialistas.
En cuanto al shock cardiogénico (SC), es un estado en el que, como consecuencia de una cardiopatía, la circulación es incapaz de suministrar suficiente oxígeno a los tejidos, dando como resultado una disfunción celular.
Así, “el 31,9 % de los infartados con COVID-19 llegaba a los hospitales con insuficiencia cardiaca frente al 18,4 % de los que no padecían esta enfermedad”, expone el doctor Rodríguez.
El especialista en cardiología detalla también que, “en el grupo de pacientes con coronavirus, el 3,3 % presentó trombosis del stent y el 9,9 % shock cardiogénico tras el tratamiento del infarto”.
El 0,8 % y el 3,8 % de los pacientes sin COVID-19 presentaron respectivamente esas complicaciones.
La SEC indica que la recomendación que hicieron durante la pandemia fue mantener el intervencionismo coronario percutáneo (ICP) o angioplastia primaria “como técnica de elección para el tratamiento de los pacientes con infarto de miocardio”.
De acuerdo con esta recomendación, los expertos observaron que más del 90 % de los pacientes de ambos grupos, con y sin COVID-19 incluidos en el estudio, fueron sometidos a reperfusión mecánica.
En otras palabras, la mayoría de los pacientes fueron sometidos a una intervención con la que se visualiza y resuelve la obstrucción de la arteria responsable del infarto, mediante un cateterismo cardiaco.
“Los retrasos en la reperfusión fueron similares en ambos grupos, pero el tiempo entre el inicio de los síntomas y el primer contacto médico fue más corto en pacientes COVID-19”, precisa el doctor Rodríguez.
Para el doctor Rodríguez, los resultados de la investigación, publicados en EuroIntervention, tienen un gran impacto en la práctica clínica diaria.
“Plantean -añade- que el tratamiento antitrombótico en pacientes con infarto de miocardio debería ser probablemente más agresivo en aquellos pacientes con COVID-19 para prevenir complicaciones”.
El estudio ha objetivado, esclarecen los expertos, una mayor presencia de insuficiencia cardiaca entre los pacientes COVID-19 y, por tanto, un peor escenario clínico.