Madrid, España, 2 de febrero 202, .-La llegada de la COVID-19 ha hecho que muchos de los tratamientos que estaban pendientes de realizar, se cancelasen o no se atendiesen correctamente.
Según los expertos, los médicos se vieron en la necesidad de utilizar todos los recursos disponibles para combatir el coronavirus, asimismo, el desplazamiento de la atención de otras enfermedades ajenas a la COVID-19 ha tenido “importantes consecuencias” en términos de mortalidad, añaden.
Enfermedades como el cáncer, respiratorias, cardiológicas y de carácter neurológico siguen encabezando la lista de las principales causas de muerte en el mundo.
Ahora, además, han empeorado desde que el coronavirus tomó el papel protagonista dentro de los hospitales, hace ya casi un año.
Cáncer, mortalidad cuadriplicada ante la COVID
Algunos expertos consideran que el paciente oncológico es uno de los grupos más vulnerables ante la pandemia.
Desde la llegada de la COVID-19, se han dado diversos factores, como el colapso producido en los sistemas de salud, que impidieron que determinados pacientes pudiesen acceder correctamente a sus tratamientos, explican desde la Fundación ECO.
En la actualidad, el cáncer sigue siendo una de las principales causas de morbi-mortalidad en España. Los expertos estiman el alcance de los 277.394 casos en nuestro país en 2020.
Los profesionales de la Fundación ECO aseguran que los daños que ha causado la pandemia en los pacientes oncológicos pueden incrementar la mortalidad en los próximos años.
“La mortalidad por COVID-19 en pacientes con cáncer podría cuadriplicar la de la población general“, indica el doctor Vicente Guillem, presidente de la Fundación ECO.
Demencia, peor tras el confinamiento
El colapso de los hospitales no ha sido el único inconveniente a la hora de que una enfermedad no empeore. El confinamiento domiciliario también ha tenido un “gran impacto” sobre las enfermedades neurológicas, sobre todo, en la demencia.
“Esto es algo que se ha observado en todos los pacientes con demencia, aunque ha sido especialmente llamativa entre las personas con alzhéimer”, señala el doctor José Miguel Láinez, Presidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Según el informe 'Situación de los pacientes con demencia tras el confinamiento por COVID-19', un 60 % de los neurólogos españoles señala que han aumentado los casos de nuevo diagnóstico de deterioro cognitivo durante los meses posteriores a marzo 2020.
El doctor Láinez señala que, aunque el impacto que ha tenido la pandemia en los pacientes con demencia haya sido “especialmente llamativo”, también se ha podido ver un empeoramiento en otras enfermedades neurológicas como epilepsia, ictus, párkinson, cefaleas o esclerosis múltiple.
Por otro lado, los efectos del confinamiento han perjudicado de igual manera a las personas sanas.
“Casos donde el sedentario, el exceso de actividad física, o posturas anómalas han derivado en eventos neurológicos que incluso han requerido ingreso hospitalario y asistencia médica”, destaca la doctora Cristina Íñiguez, vicepresidenta y responsable del Área Científica de la SEN.
“Es innegable -esclarece la doctora- que el confinamiento ha favorecido prácticas como el aislamiento social, el aumento del estrés o la disminución de la actividad física; esto ha sido perjudicial para nuestro cerebro”.
Cancelación de intervenciones cardiológicas no urgentes
La cancelación de intervenciones “sin carácter de urgencia” de cardiología, debido a la crisis sanitaria, también ha tenido importantes consecuencias en términos de mortalidad a corto plazo para los pacientes.
Así lo pone de manifiesto la Asociación de Cardiología Intervencionista de la Sociedad Española de Cardiología (ACISEC) en un reciente estudio.
Según los resultados, a los 45 días, tras la suspensión del procedimiento, había fallecido el 8 % de los pacientes que estaban esperando una reparación percutánea de la válvula mitral. Esto es, la reparación de la válvula que garantiza que la sangre del corazón siga fluyendo hacia adelante.
De igual forma pasó con el 4,9 % de los que estaban pendientes de un implante percutáneo de la válvula aórtica (TAVI), que regula el flujo de sangre del corazón a la aorta, el mayor vaso sanguíneo que transporta sangre rica en oxígeno al cuerpo.
Asimismo, el estudio indica que el 4,5 % también fallecieron a la espera del cierre percutáneo de la orejuela izquierda (especie de saquito que evita el estancamiento de sangre en la cavidad que recibe oxígeno de los pulmones).
Todos ellos se encontraban pendientes de ser sometidos a un procedimiento diagnóstico o terapéutico a fecha del 14 de marzo, pero “dichos procedimientos se cancelaron o retrasaron para reservar camas para los pacientes con COVID-19″, explica el doctor Raúl Moreno, autor principal del estudio y presidente de la Asociación de Cardiología Intervencionista de la SEC.
La SEC señala que apenas un 1,7 % de los pacientes se infectó por el SARS-CoV-2 durante ese periodo de tiempo, de los cuales el 27,9 % falleció.
Mortalidad triplicada en pacientes con EPOC
Durante los tres primeros meses de pandemia, rememora el doctor Germán Peces-Barba Romero, vicepresidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), se suspendieron todos los tratamientos, incluidos los relacionados con las enfermedades respiratorias.
“Todos los pacientes se estuvieron manejando como buenamente pudieron. Fueron tres meses en los que difícilmente tenían acceso a un seguimiento“, señala.
En estos pacientes, el virus no ha agravado la enfermedad, pero sí se han visto más perjudicados pues, como explica este doctor, el coronavirus se sumaba a una patología previa que ya había deteriorados los pulmones.
Aunque los pacientes hayan tenido un especial cuidado de su enfermedad y hayan estado menos expuestos a factores como la contaminación, el doctor Peces-Barba detalla que todos los pacientes sufrieron las consecuencias de la inactividad física tras el confinamiento.
Un reciente estudio realizado por neumólogos del Hospital Universitario de Guadalajara y La Princesa de Madrid, en colaboración con Savana, concluye que la mortalidad se triplica cuando el paciente hospitalizado por COVID-19 tiene Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC).
Todas las miradas en la COVID-19
Desde su llegada, la COVID-19 ha protagonizado la mayoría de los temas de conversación, de preocupación e incluso de atención hospitalaria. Casi un año más tarde, se mantiene el debate en relación con todas aquellas enfermedades crónicas que se dejaron de lado para atender plenamente al coronavirus.
La Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) ha concluido que solo el 53,3 % de los pacientes crónicos ha podido continuar su tratamiento en los centros ambulatorios y hospitalarios con normalidad desde la finalización del primer estado de alarma.
Estos resultados, extraídos del 'Estudio del impacto de la COVID-19 en las personas con enfermedad crónica', también presentan que el 44,3 % de estos pacientes ha sufrido algún cambio en su atención.
El doctor Francisco José Sáez, coordinador del Grupo de Trabajo de Gestión Clínica de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), advierte de los efectos peligrosos que conlleva no prestar la atención necesaria a las enfermedades crónicas.
“Desgraciadamente, cuando pase esta pandemia veremos malos resultados porque las enfermedades siguen estando ahí. Sin embargo, nuestro sistema sanitario no es capaz de prestar esa atención. Ni el público ni el privado”, detalla.
“Se han suspendido programas de cribado de cáncer en toda España. Es una cosa muy seria. Y todo esto está generando un retraso en el diagnóstico“, denuncia el doctor Sáez.
Otro de los problemas detectados por el Observatorio de la POP es la dificultad en la derivación de pacientes desde Atención Primaria a la hospitalaria, teniendo como consecuencia la paralización de diversas pruebas o tratamientos tanto farmacológicos, como rehabilitadores.
Mitigar el miedo desde la información
Por otro lado, el miedo a acudir a los centros para pedir ayuda o seguir con un tratamiento es otro añadido que ha empeorado el estado de la mayoría de las patologías ya existentes.
“Tenemos que mitigar el miedo a ir al hospital empoderando al paciente con información porque esto impacta directamente en el diagnóstico como está siendo el caso evidente de los ictus o infartos”, explica la doctora Paloma Casado, Subdirectora General de Humanización de la Asistencia, Bioética e Información y Atención al Paciente de la Comunidad de Madrid.